Curtido en el fraude, y lo que sea fuera de la ley, Joaquín Caballero Rosiñol opera para su partido, el PRI, en el mayor de los descaros. Compra adeptos, renta voluntades y dispone, porque lo tiene a la mano, del erario para organizar y mover al priísmo. Lo instruye o lo somete. Y, si es necesario, incurre en peculado electoral.
Lleva así dos meses. Todo enero y todo febrero, sacudido el PRI de Coatzacoalcos, sus bases y sectores pasmados, ha intentado cuajar la candidatura de Rafael García Bringas, un personaje de pragmatismo indignante que le da lo mismo servirse de los priístas que enfrentarlos, enlodarlos y reventarlos desde su condición de panista, y luego regresar al redil y pedirles el voto y el aplauso.
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