Hay asesinos con suerte y asesinos sin suerte. José Adrián Hernández Domínguez, alias “El Jarocho”, la tiene. Dicen que mató a Regina Martínez, que fingía ser su novio, que con sus manos la estranguló, que la policía lo cercó, lo tuvo a su alcance y lo dejó ir. Y de paso, dejó de buscarlo.
Va y viene por Veracruz. Saben cuando va a llegar a Xalapa, la capital. Lo monitorea el gobierno duartista sin traerlo a cuentas, sin enfrentarlo a la justicia, sin demostrar su responsabilidad en el crimen de la corresponsal de la revista Proceso.
Autor: Mussio Cárdenas Arellano
Javier Duarte, la PGR y el periodista muerto
Lo peor no es que Javier Duarte diga que hay periodistas que halconean, vinculados al hampa y que, acto seguido, aparezca muerto el reportero Juan Mendoza Delgado. Lo peor es que diputados, senadores, prensa nacional, el PEN Club y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo quieran fuera de la investigación judicial.
Nadie confía en él. Su voz es como el graznido del cuervo que presagia muerte. Y cuando la muerte llega, no es el gobernador de Veracruz quien garantiza que la justicia cumpla su misión.
Javier Duarte: maquillar asesinatos de periodistas
Nunca en Veracruz un gobierno había sido tan infame con la prensa. Matan a los periodistas y para todos tiene Javier Duarte un maquillaje ad hoc, un argumento, una excusa, una coartada, una insana explicación, el desdén y el desprecio, inquina y mala fe. Van 13 periodistas asesinados, Juan Mendoza Delgado, ex reportero de El Dictamen, el último en sufrir la canallada del duartismo.
Tilda el gobernador de Veracruz de hampones a los periodistas, de tener vínculos con el crimen organizado, de confabularse para la ejecución de otros periodistas, de echar el trago y tener relaciones con quienes después los estrangulan, de andar en malos pasos, de no portarse bien, de ser levantados por pleitos de vecinos y de aparecer cercenados después.
Pórtate bien, Javier Duarte
A esas horas cualquiera anda en su juicio. Javier Duarte quién sabe. Convive con la prensa, comparte la mesa, come, bebe y ríe, y de buenas a primeras amenaza y amedrenta. “Pórtense bien”, dice. “Todos sabemos quiénes tienen vínculos y quiénes están metidos con el hampa”. ¿Todos?
Impredecible, ha vuelto a las andadas el gobernador de Veracruz en su cruzada contra periodistas a los que tilda de cómplices del crimen organizado, metidos donde no debieran y en la mira de la justicia.
Marcelo Montiel: el saqueo a Sedesol sigue
Una vez se le cree. Dos no. Marcelo Montiel decía que aquellos videos que exhibían el robo de recursos a beneficiarios de programas sociales, era un montaje. “Es montaje –refería— y un ataque”. Era, según él, una infamia, un golpe bajo. Y hubo quien le creyó. Pero resulta que siempre sí.
Se veía en aquel video a un personaje con el rostro difuminado. Se le escuchaba decir que fue obligado a sustraer dinero de los beneficiarios de Sedesol, falsificando firmas, robando identidades por órdenes de superiores jerárquicos, operadores de Marcelo Montiel.
Javier Duarte reedita la Ley de Herodes
Sin pudor y sin tacto, teje Javier Duarte un fraude que le dé impunidad. Arma un Código Electoral a modo, sin alcances, limitando al candidato independiente, contrario a la reforma federal y ejerciendo, como siempre, el control sobre el órgano electoral. Es su nueva Ley de Herodes.
Aterriza el gobernador de Veracruz las nuevas reglas electorales que regirán la sucesión y el andar de los partidos políticos, en un ambiente adverso, ríspido y tenso, provocado por su paso errático por las instituciones, las finanzas destrozadas, la insolvencia total y el desastre social.
El levantón del ex alcalde y otros crímenes
“El patrón quiere hablar contigo”. Escuchó la voz. Se resistió. Entonces no habló la razón; habló la violencia. Sintió la mano agresiva, un cachazo en la cabeza y de ahí, la entrega total.
Disfrutaba ese día, domingo 28, Jorge Luis Pérez León, con él su esposa, en playa Palmitas, un balneario de Agua Dulce, el municipio que hace años gobernó.
La encuesta de Héctor Yunes y la de Peña Nieto
Torvo y testarudo, tratándose del gobierno de Veracruz, Héctor Yunes Landa no admite réplica. El candidato es él. Lo dicen sus números, el sentir de los priístas. Valen sus encuestas. Las otras no. Ni siquiera la del presidente Peña Nieto.
En esa dinámica anda el senador veracruzano, acelerado y transgrediendo la ley, en una campaña adelantada, usando el cargo para el pavoneo desenfrenado, tirando aceite y pregonando que representa el proyecto que le conviene a Veracruz.
Erick, Héctor Yunes y el rival a vencer
Nadie vota por un marrullero. Teóricamente no. Pero por Erick Lagos sí. Su votación fue histórica, tan inverosímil como descomunal, la mayor del país, operando en las sombras, sometiendo rivales, comprando adeptos y el órgano electoral convertido en su fan. Así ganó su diputación federal.
Un año tardó Erick Lagos Hernández en madurar una diputación que parecía imposible, pues el ahijado de Fidel Herrera Beltrán goza del desprecio de los suyos, que no son tan suyos, por su desarraigo en Acayucan, donde ni siquiera nació, su impopularidad, el repudio de todos y una fama que a cualquiera lo haría ruborizar.
Javier Duarte y el silencio de la PGR
Dueño del micrófono, de las líneas que se escriben, de las imágenes televisivas, de las voces en la radio, Javier Duarte exorcizó su gobierno. Lo exculpó. Dijo que sus finanzas son sanas, que no extravió 5 mil millones, que no robó, que no hay corrupción. Lo dijo él, pero no lo secundó la PGR.
Van cuatro días. Javier Duarte sacudió a la opinión pública, el lunes 22, y en una suerte de mago, se autoexoneró de las imputaciones que le hizo la Auditoría Superior de la Federación por el desvío de recursos de origen federal, la aplicación indebida, las trampas usadas en el proceso de reintegración de dinero a la Federación y en su retención.