Colosio: el mito y la farsa

* Ni demócrata, ni idealista, ni santo  * Con Salinas hasta el final  * La falsa pista del rompimiento  * Cree Javier Duarte que en Veracruz ya no hay extorsión  * Alianza de facto PAN-PRD en Las Choapas  * Los periodistas y el “Rey del Chayote”  * Gandhi Edel fue cesado  * Ordeñaba viáticos para la campaña de Víctor Rodríguez

Sin aureola, sin ropajes divinos, Luis Donaldo Colosio Murrieta no fue un santo ni un idealista, alguien ajeno al México con hambre y sed de justicia del que hablara en su célebre discurso, pero sí operador de Carlos Salinas de Gortari y heredero del poder que por soberbia desoyó las voces que alertaban que en sus días de gloria política se gestaba un levantamiento armado, la revolución zapatista.

Su mito no nace del corazón generoso, pues no lo tenía, ni del compromiso social, que tampoco asumió, sino de su muerte brutal, el magnicidio de Lomas Taurinas, cuando el arma homicida de Mario Aburto Martínez activó el disparo que le segó la vida.

Su leyenda política se teje en las manos de los priístas urgidos de un héroe desconocido, sacralizado y venerado con las virtudes que al hombre se le niegan en vida y se le reconocen —o inventan— cuando ya se ha ido.

Cuadrado, respetuoso de las formas, rapaz cuando había que serlo, conciliador en contados casos, fue Colosio una pieza en el engranaje de poder que inició el proceso privatizador y la venta, como si fuera remate de prendas usadas, de los bienes de la nación.

Así servía a Salinas, su patriarca y protector, desde los días en que Miguel de la Madrid gobernaba México, los días de los Golden Boys, el jet-set en la Presidencia y México a su disposición.

Hecho al modo de Carlos Salinas, fue visto como el delfín de la sucesión, no como un premio a su lealtad sino porque encarnaba el proyecto transexenal; Salinas ejerciendo el maximato y Colosio como el títere más aventajado del equipo de poder.

Salinista declarado, era, pues, más de lo mismo.

Muerto, 20 años hace ya, Colosio es un mito construido con la mala fe de los priístas, desde entonces empeñados en vender a Luis Donaldo como el artífice de un cambio democrático que no propició al interior del PRI, o el líder social del que no se recuerda un solo avance para desterrar la pobreza y la marginación social.

Senador por Sonora, su estado natal; líder nacional del PRI, donde sólo imposiciones marcaron su gestión; secretario de Desarrollo Social sin mayores destellos y candidato presidencial hasta el fogonazo lanzado por Aburto, resumen la trayectoria fugaz de Luis Donaldo Colosio. Lo estrictamente necesario para ser la pieza que pudo darle seis años más de poder a Carlos Salinas de Gortari.

De su paso por el PRI, recuerdan sus críticos —Colosio, el impostor, de Álvaro Delgado, en Proceso— la inquina contra la Corriente Democratizadora de Cuauhtémoc Cárdenas, que dio pauta al éxodo de priistas, su unión con la izquierda y el triunfo arrebatado en la elección de 1988.

Colosio fue el gran hostigador. Enviaba, dice Álvaro Delgado, operadores a Michoacán para sembrar violencia. Y en una de esas resultaron muertos Ramón Gil y Francisco Xavier Ovando, los activistas más allegados a Cuauhtémoc Cárdenas. Después, en el sexenio salinista, serían más de 500 asesinatos de perredistas, todos impunes.

Simulador como Salinas, entregó la gubernatura de Baja California al Partido Acción Nacional. Era una transición pactada, aunque en la faena se haya llevado entre las patas a Margarita Ortega Villa, primera priísta en perder una contienda por un gobierno estatal.

Muchos lo padecieron en carne propia. Le proponían los jóvenes democratizar al PRI, desterrar el dedazo, escuchar a las bases, y la respuesta era la represión. “Va el candidato del Presidente y si no lo entiendes no tienes nada que hacer en el PRI”, le dijo en una ocasión a un líder juvenil de Coatzacoalcos. “¿Está claro cómo es esto?”.

Y así desterró a muchos. Golpeteó a trasmano a otros. Persiguió y anuló a quienes cuestionaban la mecánica priísta del dedazo.

Colosio, el demócrata, aplastaba todo intento de disidencia. Jugaba con el discurso. Alentaba sueños de cambio. Escuchaba, proponía, rehuía, esquivaba y finalmente imponía.

Cuatro años estuvo al frente del PRI. Pasó a la Secretaría de Desarrollo Social, la supersecretaría para maquillar su imagen. Ya no era el político que operaba las campañas y los triunfos fraudulentos. Ya no.

Ahora era el político con visión social, salinista siempre. Servía la SEDESOL para todo, menos para abatir el rezago social; para encumbrar al delfín de la sucesión desde la multimillonaria plataforma que representaba la secretaría de los pobres; para hacer visible al político conocido en las lides electorales pero desconocido a la sociedad.

Pudo así, a pesar de Manuel Camacho Solís, llegar a la candidatura presidencial del PRI. Luego vendría la debacle: el alzamiento zapatista, el 1 de enero de 1994, los días negros, opacado por el conflicto de papel y de palabras, pues el cese al fuego evidenciaba que no hay guerra cuando uno de los contendientes usa rifles, bazukas y tanquetas, y el otro sólo armas de madera, pasamontañas y botas de plástico.

Superado por Camacho Solís, el pacificador sin rumbo, Colosio pasó inadvertido de enero a marzo, candidato segundón, sin fuerza, sin que hubiera quien lo pelara.

Vendría luego el discurso del 6 de marzo: “Veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y que están dispuestos a creer, a participar, a construir nuevos horizontes.

“Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.

“Como partido de la estabilidad y la justicia social, nos avergüenza advertir que no fuimos sensibles a los grandes reclamos de nuestras comunidades; que no estuvimos al lado de ellas en sus aspiraciones; que no estuvimos a la altura del compromiso que ellas esperaban de nosotros”.

Presuntamente fue ese el rompimiento con Carlos Salinas de Gortari. Nada más falso. Un día después, el 7 de marzo, hablaba en abono de su mentor:

“Yo no creo en los juicios lapidarios. El Presidente y los mexicanos hemos hecho un gran esfuerzo por salir adelante. En lo personal, nos une una gran amistad y un gran afecto. Como gobernante, desde el área de mi responsabilidad, compartí con él esfuerzos, compromisos y propósitos. Sé que siempre lo ha animado un gran amor a México. Y también sé que siempre hay cosas que pueden superarse. La obra de todo gobierno se enfrenta constantemente a la necesidad de mejorar y de encontrar nuevos métodos y fórmulas. Pero hacer un juicio definitivo no es fácil porque las soluciones son buenas o malas en función de sus circunstancias y de los márgenes de acción en las que se adoptan”.

No pasaba por la mente de Colosio cortarse el cordón umbilical, su liga directa con Salinas. Y exaltaba al gobierno de su padrino y protector:

Dos semanas después, el 23 de marzo, Colosio fue asesinado en Lomas Taurinas. Le atribuyeron a su discurso del 6 un supuesto rompimiento que nunca ocurrió, si acaso hubo un conflicto permanente con Raúl Salinas, hermano del Presidente.

Su muerte fue aprovechada por los priístas para convertirlo en el mártir de la democracia, político de imagen impoluta, estadista, bonachón y flota.

Así lo veneran los priístas. Montados sobre una farsa, dicen que su muerte cambió a México y que si hubiera sobrevivido habría transformado a la nación.

Si no hubiera ocurrido el magnicidio, Luis Donaldo Colosio habría perpetuado a Salinas en la presidencia y el PRI no habría entregado el poder al PAN en 1994, como ocurrió con Ernesto Zedillo.

No era un santo Colosio ni era un idealista. Era el títere que mejor habría servido a Salinas.

Archivo muerto

Volátil, sigue el gobernador inmerso en la redacción de su relato del desastre. Festina Javier Duarte que ya nada más Veracruz es ¡sexto lugar nacional en secuestro! y se ufana que el Sistema Nacional de Seguridad Pública no lo mencione en el rubro de extorsiones. Ya mejoró la cosa, piensa Duarte, a partir del teatro de la estadística oficial, lejos, por supuesto, de la violenta realidad. Habría que ir de antro en antro, de restaurant en restaurant, de comercio en comercio, incluidos los de abarrotes, de empresario en empresario, de profesionista en profesionista, de migrante en migrante, para saber que la extorsión está ahí, como pan nuestro de cada día, pero que nadie, absolutamente nadie, por cuestión de miedo, de no correr riesgos, se atreve a denunciar. Pobre gober. De veras cree que en Veracruz no hay extorsión… Convertido en apéndice del PRI, la falta de vergüenza como partido político, vuelve del PRD nacional a frustrar la alianza opositora en Veracruz. Decía el PAN que iría junto al perredismo en las elecciones extraordinarias de Las Choapas, Chumatlán y Tepetzintla. Se congratulaba el perredismo local de trabar esa alianza PAN-PRD, obviamente para ser invencible en la elección municipal del 1 de junio. Y de pronto, el reversazo de la cúpula nacional perredista, como en el proceso electoral de 2013, con saldo del fidelismo-duartismo apoderado del Congreso y de las principales alcaldías de Veracruz. Queda ahora la alianza de facto, el reparto de posiciones para panistas y perredistas en la planilla del PRD, en el caso de Las Choapas, donde Marco Antonio Estrada Montiel se perfila como el virtual ganador y así, desterrar el cacicazgo naciente de Renato Tronco Gómez, el diputado payaso, cuyo enriquecimiento es escandaloso, incapaz de sucumbir a la tentación de reprimir, al golpe policíaco a sus enemigos, solapado y alentado por el ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, que así lo empina hacia su autodestrucción, iniciada esa vocación por la sangre cuando fue asesinado el regidor Alfredo Pérez Juárez, siendo Renato alcalde de Las Choapas. Malas artes del PRD nacional que sólo provocan que panistas y perredistas choapenses, incluida la familia Roldán, decidan afianzar su proyecto común… ¿Quién es ese funcionario, ricachón, político de reciente ingreso, a quien le confirieron el encargo de domesticar a la prensa desde su área financiera? Una pista: le dicen ya “El Rey del Chayote”… Señalado, acusado de quedarse con los viáticos del personal de la delegación de la Secretaría de Desarrollo Social federal en Veracruz, Gandhi Edel Basurto Gutiérrez dejó la Coordinación de Recursos Materiales. Ya se le había balconeado, pero cuando el tema llegó a oídos de la titular, Rosario Robles de Pierna Ahumada, su referente veracruzano, Marcelo Montiel Montiel, decidió cortar por lo sano y cesarlo. Dice un insider de la Sedesol federal que lo esquilmado al personal, los viáticos no entregados, eran aportación para el “proyecto político de su jefe Víctor Rodríguez”, o sea, la campaña a la diputación federal del próximo 2015 en el distrito de Coatzacoalcos. Qué manera de quemarse…

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