Renato Tronco: naturaleza sangrienta


POR MUSSIO CARDENAS ARELLANO


* Fidel no pela a Duarte  * Los inventos de Lupe Félix  * Falsa ternura hacia los abuelitos  * Lupita incrementa gastos y Theurel despide personal  * Regresó la media naranja del alcalde * CFE visita a Tony Macías

 

Ser alcalde es para Renato Tronco Gómez, azote de Las Choapas, inmenso y empobrecido municipio del sur veracruzano, un pequeño escalón de sus grandezas. Él, rústico y tirano, pendenciero, alma que lleva el diablo, violento y sangriento, se ve en otras ligas: diputado, gobernador y, por qué no, Presidente de México.

Tipo pintoresco, sin estudios, ventajoso, arbitrario y, sobre todo, tramposo, pareciera sacado de la cinta “La Ley de Herodes”, un Juan Vargas que lo mismo le da marchar a caballo en desfiles cívicos y emular a Joan Sebastian —porque él también canta, feo pero canta, y hasta disco quiere grabar— que lanzar a los cuerpos policíacos contra la sociedad, apaleando ciudadanos o encarcelando a quienes se acercan a pedir justicia.

Renato Tronco es un caso único. Las obras públicas las ejecuta él; el parque municipal lo renta él; la única mansión del pueblo la construye él.

Impúdico, descarado, lo ilegal le viene a la medida; es su mundo, su ambiente, el ámbito de sus trapacerías y también de sus marrullerías, apoderado de la alcaldía y solapado, consentido, encubierto, alentado por el gobierno de Veracruz.

Su origen público es, como ha de suponerse, al margen de la ley. Irrumpió en la escena el miércoles 30 de mayo de 2001, con el bloqueo de la autopista Coatzacoalcos-Villahermosa, por falta de cumplimiento del gobierno de Miguel Alemán Velasco con el campesinado de Las Choapas, al que le venían prometiendo la pavimentación de caminos, entre ellos a Río playas, pueblo de Renato. Ese día dejó incomunicado a cinco estados del sureste.

Así pavimentó Renato Tronco el camino a la alcaldía, desde la entonces agrupación campesina “Unión de Ejidos 25 de Abril”, que luego transformó en una constructora de mediano nivel, en un negocio familiar, con obras de deplorable calidad que, por supuesto, él les otorga.

Cuatro años después, en 2005, cobijado por el Partido Acción Nacional, llegó a la presidencia municipal de Las Choapas. Y entonces perdió el juicio.

Le afloró su instinto violento. Bronqueado con los panistas que lo llevaron al poder, terminó siendo su más enconado enemigo, el azote de sus malquerencias. Quiso cooptar a un líder natural del PAN, el regidor Alfredo Pérez Juárez, y eso lo llevó a un escenario de sangre, a un crimen sin castigo.

Pérez Juárez había documentado una serie de abusos y transgresiones a la normatividad, actos, pues, de corrupción de Tronco. “Yo sí puedo decir que hay un gobierno corrupto y deshonesto; que hay arbitrariedades y despotismo”, dijo el regidor panista en lo que vendría ser su sentencia de muerte.

Tronco armó entonces una coartada de película para simular un acuerdo político con Pérez Juárez. Lo citó, dialogó en un restaurant público y dijo que habían negociado. Pérez Juárez, que si algo tenía era solvencia moral, lo desmintió y confirmó que llevaría sus denuncias al Congreso de Veracruz.

No corrió mucho el regidor. El 5 de junio de 2006, al anochecer, fue acribillado a las puertas de su hogar.

Un año después, señalado por todos como la mano que decidió el crimen, Renato Tronco dejó la alcaldía de Las Choapas, así, impune, cobijado  y se convirtió en diputado local, todavía bajo las siglas del PAN. No transcurrió mucho cuando la Procuraduría de Veracruz aprehendió a tres de sus ayudantes, entre ellos el jefe de la policía, acusados de la autoría material del asesinato de Pérez Juárez. A Renato Tronco, la PJE lo señaló de ser el autor intelectual del crimen, pero no pudo procesarlo. El fuero constitucional se lo impidió y la complicidad del grupo parlamentario del PAN, que lo defendió a morir.

Meses después, Renato Tronco salió de la esfera panista, se alió al PRI y se convirtió al fidelismo. Había negociado su libertad.

Volvió a la alcaldía de Las Choapas, en 2010, montado en un fraude, disponiendo de obras públicas, y también de dinero del erario, para comprar el voto de la gente del campo. A la par de lo suyo, le arrimó una buena cuota de votos Javier Duarte, igualmente sucios.

Su gobierno, ahora, ha sido peor. Acostumbrado a comer con manteca, ya no gobierna para los de abajo sino para sus cómplices y favorece a la constructora “Unión de Ejidos 25 de Abril”, operada por su hermano Miguel Angel, una de las marionetas de sus caprichos.

Mientras se construye un palacete en la llamada Colina del Ratón, varios millones a la vista, envidia del campesinado al que dice representar, Renato Tronco ha desatado una oleada de represión en Las Choapas.

Apalea a integrantes del Frente de Resistencia Civil contra la Tarifas de Comisión Federal de Electricidad, quienes se acercaron al palacio municipal a pedir que mediara por ellos; encarcela seguidores, como el profesor Miguel Angel Castillo Duque y su esposa, la ex candidata a la senaduría por el Partido Nueva Alianza, Rosario Rosas, en plena campaña, sin que el PANAL lo denunciara; cientos de jóvenes son detenidos en las calles, sin delito alguno, y son objeto de extorsión policíaca. Todo ello ha provocado que la gente salga a las calles y condene la represión del alcalde.

Sus guardaespaldas —policías municipales, vestidos de civil— se pasean por Las Choapas mostrando sus armas, jugando arrancones en la madrugada, causando pánico, hasta ser intervenidos dos veces por elementos del Ejército.

A las constructoras las somete a sus caprichos. Vía terceros, secuestra la maquinaria y ejerce presión para que realicen más obra de la que señalan sus contratos, incluso los que suscriben con Petróleos Mexicanos.

Vil personaje de “La Ley de Herodes”, en dos ocasiones ha rentado el parque municipal a los comerciantes que deseen contratar espacios. Saca dinero hasta debajo de las piedras, como Juan Vargas, el voraz alcalde de la película, que supo retratar cómo se medra con el poder.

Renato Tronco admite que sólo estudió hasta el tercer grado de primaria, pero pronto será licenciado, gracias a las universidades patito que fomenta el gobernador de Veracruz, Javier Duarte.

Su agenda, sin embargo, no concluye ahí. Presume que algún día será diputado, y por qué no, Presidente de México.

San Herodes se lo ha de conceder.

 

Archivo muerto

 

Fidel Herrera y Javier Duarte son como los tenis: andan cerca pero no se hablan. Duarte inició su gobierno seco, frío, sin ánimo de ser coacheado por su padrino político, presentes los agravios de campaña —aquello del reapendejado que no dialogaba con Fogoso—, simulando distancia, lejanía de su mentor, hasta que el teatro se convirtió en áspera realidad. “El gobernador soy yo”, llegó a decir, empeñado en que se le creyera, provocando risas y burletas. “¿Ah, sí? Mucho gusto”, le respondió todo mundo. Así se mantuvo Duarte, incluso cuando a Veracruz se le vino la violencia encima y las finanzas lo llevaron a la parálisis. Insuperable, el reto de la elección federal y la derrota del candidato presidencial priista, Enrique Peña Nieto, en Veracruz, lo llevaron a suavizar la postura. Sabe que sin vejigas para enfrentar la turbulenta elección local de 2013, va a perder el Congreso y las principales alcaldías. Su problema es que ahora el que no lo pela es Fidel Herrera; no hay diálogo, ni una llamada telefónica, ni un mensaje por celular, ni un inbox en facebook. Habrá comunicación cuando Javier Duarte rinda la plaza. Antes no… Infinita su imaginación, Guadalupe Félix Porras, esposa del alcalde de Coatzacoalcos, Marco César Theurel Cotero, no repara en el derroche de su última soflama: la casa de los abuelos. Tendrá un costo de 250 mil pesos mensuales, con cargo al ayuntamiento, el DIF y la sociedad civil, manejados por un patronato que, obvio, ella controlará. Sería un buen gesto, sólo que en el fondo es una más de las mezquindades de la minatitleca tramposa. Con careta de piadosa, bondadosa de labios hacia afuera, loba con piel de oveja, la señora presidenta busca conmover a la sociedad para vender imagen cosmética, nada real, no sin otro fin que insertarse en la disputa de candidaturas priístas para el 2013. Los abuelitos son un pretexto ideal. Lo que cuesten es lo de menos, así sean 250 mil pesos mensuales, justo cuando su esposo, Marcos Theurel —“Te rompo tu puta madre”, suele gritar— despide personal por falta, supuestamente, de dinero. Lleva 30 corridos en cinco días y quiere llegar a cien, unos por ser marcelistas y otros por lo que sea, todos, según el tirano multipolar, responsables de la derrota de Enrique Peña Nieto en la elección presidencial en el distrito de Coatzacoalcos. Unos al desempleo mientras Lady Gaga juega a ser la nieta postiza de los abuelos postizos… Triste, alicaído anda Alfredo Yuen, el alcalde de Nanchital. Tres asuntos lo agobian: Encabeza la administración municipal más gris de la historia política de aquel lugar; su hijo Jorge, el afamado Diablo, es toda una amenaza social hecha realidad, y el operativo para deponer a Ramón Hernández del control de la Sección 11 del sindicato petrolero, está a punto de abortar. Lo único que lo alivia es que su media naranja, la joven Aleida, volvió a su corazón. Le había sacado tarjeta roja la dama, harta de su relación arrítmica, trastabillante por tanto lío causado por los bebés atómicos, la neuralgia crónica del alcalde Yuen Jiménez. Finalmente ocurrió lo de siempre: el lado sensible, emocional, manda sobre la inteligencia. Aleida regresó… Visita cordial de Comisión Federal de Electricidad a Tony Macías, el suegro incómodo del gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa. Una cuadrilla de CFE llegó a la cueva del polémico empresario, en la colonia petrolera, el viernes 31 de agosto. Revisaron medidor, mufa, cable concéntrico; realizaron mediciones. Más de una hora ahí, mientras las llamadas iban y venían. Finalmente se fueron, contentos, con su cargamento. Sus afables vecinos cuentan que le cayeron endiablado al buen Tony, como si no tuviera con qué pagar un consumo alto; otros, que fue una visita rutinaria. Algo debió quedar en actas. Por lo pronto, el caso llegó hasta dos instancias: la Dirección de CFE y la Secretaría de la Función Pública, para lo que se ofrezca; para que se transparente qué pasó