Fue militante y operadora panista; luchó contra Fidel Herrera, Javier Duarte, Morena, Cuitláhuac y al final se subió al obradorismo
Sola y su alma, Rosalinda Tolentino Escayola por fin pepenó algo: una gorra del PVEM. Y en ella el apellido de una zacatecana, el de Rocío Nahle.
La zarandaja se le ocurrió a Isaac Férez, joven inquieto, de escaso kilometraje político, muy famoso en el tendero del Me Too de la Universidad Anáhuac, que puja y puja por una diputación federal.
A Rosalinda Tolentino nadie le puede regatear su entrega, su operación política, la construcción de células políticas que luego transforma en estructuras electorales. Nadie olvida, tampoco, su rol en el Partido Acción Nacional, la cruzada contra el duartismo, contra el fidelismo, contra el priismo de 2016, la hazaña de desterrar al PRI del poder y atajar a Morena.
Rosalinda Tolentino fue una máquina de jalar adeptos, sumar voluntades, enfrentar el efecto López Obrador, lograr una votación inédita para un candidato panista, Miguel Ángel Yunes Márquez, millón y medio de votos que, sin embargo, no impidió la derrota ante Morena, la caída del proyecto yunista azul, el fracaso de tener el gobierno de Veracruz.
Rosalinda Tolentino fue antimorenista. Y hoy se rinde ante Rocío Nahle. Se hinca ante lo que antes combatió.
Por lo menos ya pepenó algo: una gorra del PVEM. Y el apellido de Rocío Nahle.
Así andarán los sondeos que el obradorismo verde echa mano de los “conservas”, como les dice el Peje de Tepetitán, alias Andrés Manuel López Obrador, el porro de palacio nacional.
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