Sara Ladrón de Guevara, rectora de la Universidad Veracruzana

Universidad Veracruzana: Sara Ladrón de Guevara ya no quiere boxear

* Nos subieron al ring los medios, dice la rectora * Exhibe al gobernador y ahora se acobarda * El crimen de Rubén Espinosa, dos meses después * Ni justicia ni certeza * Sousa, liberado * El monto del rescate, en el misterio * Jesús Mancha en Coatza * Aurelio Castillo, los antros y la maquinaria prestada

Al ring nadie la subió. Se trepó cuando quiso y porque quiso, persistente Sara Ladrón de Guevara en que Javier Duarte retuvo recursos de la Universidad Veracruzana que ponen en riesgo a la institución. Y cuando el caso prendió y sacudió a todos, se amilanó. Dice ahora que el pleito no es tal, que lo armaron “otros”, entre ellos la prensa.

Medrosa, la rectora de laUniversidad Veracruzana da el cerrojazo así a un conflicto que fue detonado por ella cuando filtró con toda intención el adeudo de 2 mil millones de pesos en una charla con diputados federales entonces electos a quienes pedía tramitar mayores recursos de la Federación para la universidad.

Dice que fueron los medios los que los subieron al ring y que no hay tregua porque no hay guerra.

“No hay guerra, no hay guerra, no existe guerra —precisó—. Cuando una institución de educación superior pública tiene cuentas, son del dominio público, son transparentes y han estado a la vista. No hay guerra, no hay tregua, no hay tregua cuando no hay guerra. Eso lo están haciendo ustedes (los medios). Con toda honestidad, la comunicación con el Gobernador siempre ha sido fluida”.

Planchada, pues, Sara Ladrón de Guevara olvida la realidad, aquejada por un conato de amnesia voluntaria para olvidar, si es que pudiera hacerlo, que el sainete con el gobernador partió de su infidencia al revelar que Javier Duarte simplemente no cumple.

Promete el gobernador que irán atendiendo los pendientes, el subsidio retenido, y la rectora le cree. Lo que es el servilismo.

Detonó el caso hace un mes, cuando habló con los diputados Erick Lagos Hernández, de Acayucan; José Luis Sáenz Soto, de Minatitlán, y Miguel Ángel Yunes Linares, plurinominal del PAN, los tres egresados de laUniversidad Veracruzana.

Yunes Linares salió de la reunión y reveló el hecho. Dijo en diversas entrevistas que el gobierno de Veracruz había incumplido con su obligación de aportar los recursos que debía entregar a la Universidad Veracruzana. Desató así una crisis entre Javier Duarte y la comunidad universitaria que finalmente alcanzó la esfera nacional.

Soberbio, respondió Javier Duarte:

“No le debemos nada la Universidad. Nosotros contribuimos de manera generosa y solidaria subsidiando a la Universidad Veracruzana y vamos a seguir haciéndolo porque sabemos que nuestra máxima casa de estudios merece todo el apoyo y el respaldo, sabemos que todo peso destinado a la educación es bien invertido”.

Pregonaba el gobernador que el apoyo a la Universidad Veracruzana es eso, apoyo, sin obligación alguna y de acuerdo a la disponibilidad financiera del gobierno de Veracruz. Y como se halla en virtual estado de quiebra, los recursos no fluirán.

Según Javier Duarte, no es un asunto de obligatoriedad sino de generosidad, sin compromiso.

Más falaz no podía ser. El decreto 319 que contiene el Presupuesto de Egresos del gobierno de Veracruz le da carácter de obligatorio al subsidio que se aporta a la Universidad Veracruzana, quizá desconocido su contenido para el gobernador, aunque así lo haya suscrito. Se ve que Javier Duarte no sabe ni qué firma.

Evidente la irritación del gobernador, Sara Ladrón la detectó de inmediato. Pretendió recomponer su camino. Dijo en medios que en realidad no le debía el gobierno de Veracruz a la Universidad Veracruzana, sino que no les había pagado. Así de académico. No es que nos deban, es que no nos han pagado.

Flaqueaba y se recomponía la rectora cuando la prensa ya documentaba cómo detonaba el conflicto Duarte-UV. Así se reseñó en INFORME ROJO, el 11 de septiembre:

“En 2015, según el analista y periodista Armando Ortiz, el presupuesto destinado a la Universidad Veracruzana es de 4 mi 583 millones 300 mil pesos. Así lo establece el decreto 319, emitido por el gobernador Javier Duarte, el cual ‘será cubierto mediante aportaciones convenidas entre el gobierno federal y el estatal, las cuales están sujetas a las transferencias que para tales efectos realice el gobierno federal’.

“Y apunta:

“ ‘El dinero que aporta la Federación es de 2 mil 117 millones 834 mil 280 pesos. La aportación del gobierno estatal es de 2 mil 465 millones 465 mil 720 pesos’.

“En teoría, todo bien. En los hechos, maña y trampa, mentira y dolo.

“Agrega Armando Ortiz que en el contenido del decreto se establece la obligatoriedad que hoy pretende pasar por alto Javier Duarte:

“ ‘En el presente Decreto de Presupuesto de Egresos, se establecen las siguientes disposiciones de carácter general y de observancia obligatoria para la Administración Pública del Gobierno del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave’.

“Robarse los recursos que provienen del gobierno federal no es algo inédito. Con Javier Duarte es el tema de siempre. Por eso lo revienta la Auditoría Superior de la Federación. Por eso lo denuncia. Por eso Veracruz tiene la peor calificación a nivel nacional. Por eso el descrédito.

“No es asunto de omisiones y caprichos. No es el problema semántico entre deuda y subsidio. Ante los diputados federales, la rectora Sara Ladrón de Guevara externó algo que va más allá de la disponibilidad de las finanzas veracruzanas. Habló de retención de recursos federales por parte del gobierno de Javier Duarte.

“De los mil 800 millones de pesos pendientes correspondientes al ejercicio 2015, ‘poco menos de la mitad eran aportaciones federales —refiere Armando Ortiz— que no se habían entregado a pesar de que la Federación había depositado los recursos a tiempo’.

“Y reflexiona:

“ ‘Para empezar, ahí hay un dinero, que no es del ‘subsidio generoso y solidario’ del que habló el gobernador, que se adeuda a la Universidad Veracruzana’.

“O sea, Javier Duarte no paga lo que le corresponde al gobierno de Veracruz y además retiene lo que proviene del gobierno federal. ¿Cómo se le llama a eso? ¿Robo, extravío, disimulo, trapacería, hurto? Eso, en cualquier parte, merece cárcel.

“También se enreda Javier Duarte en las cifras, que es su especialidad. En 2014, la Universidad Veracruzana ejerció un presupuesto de 4 mil 32 millones de pesos; el gobierno estatal aportó 2 mil 118 millones, mientras que la Federación mil 914 millones.

“En 2015 se advierten los efectos de la quiebra de Veracruz. La Universidad Veracruzana ha recibido mil 460 millones de pesos; de ellos, la Federación remitió mil 182 millones y el duartismo sólo 278.8 millones.

“Javier Duarte presume: en cinco años el gobierno de Veracruz ha canalizado 10 mil 157.7 millones de pesos. Es el subsidio generoso, el subsidio solidario. Es el alarde demagógico.

“Un día después, Sara Ladrón de Guevara lo exhibe de nuevo, lo refuta, le muestra la realidad. Rinde su informe anual. Ahí revela la rectora las omisiones de Javier Duarte, los adeudos —porque es deuda— año con año.

“Al mes de agosto de 2013, la cantidad de 867.9 millones de pesos. A diciembre de 2013, otros 894.3 millones. A diciembre de 2014, mil 8 millones. A agosto de 2015, 2 mil 058.6 millones.

“Es la puntilla: de los 4 mil 828.8 millones de pesos no entregados a la Universidad Veracruzana, 3 mil 100.7 millones son ‘adeudos directos’ del gobierno de Javier Duarte.

“¿Quién le aporta las cifras al gobernador? ¿Quién le miente? ¿O miente él?

“Hay un fundamento moral en el que no piensa el gobernador de Veracruz. Sara Ladrón de Guevara se lo recuerda: ‘La falta de estos subsidios implicaría la extinción de la universidad pública’. ¿O acaso eso pretende?”

¿Quién subió al ring a la rectora y a Javier Duarte? ¿Los medios de comunicación? ¿Miguel Ángel Yunes?

Ella puso las cuerdas, se calzó los guantes y tiró el primer descontón. Habló Duarte y mostró su desdén por la Universidad Veracruzana. Pero cuando los miembros de la Junta de Gobierno exhibieron el caso en el periódico La Jornada, el lunes 28, el gobernador cedió.

No es un conflicto armado por la prensa. Al ring se subieron Sara Ladrón y Javier Duarte. Los medios sólo les dieron espacio.

Y ahora ya no quieren boxear.

Archivo muerto

Dos meses ya. Dos meses y ni remotamente se hará justicia. Aquel 31 de julio, la voz gráfica de Rubén Espinosa Becerril fue acallada, victimado junto con Nadia Vera Pérez, activista social, antropóloga, promotora cultural, rebelde a un régimen al que criticó con argumento, en las calles o donde fuera, siempre de frente, usando su derecho a expresarse. Los ejecutaron en el DF, en la Narvarte, en el departamento 401 del edificio 1909 de Luz Saviñón. Los ejecutaron con saña, baleados, torturados, junto con tres mujeres más: Mile Virginia Martín, de nacionalidad colombiana, modelo; Yesenia Quiroz Alfaro, cultora de belleza, y Olivia Alejandra Negrete Alanís, doméstica. Horas después del crimen, la Procuraduría de Justicia del DF ya perfilaba la infamia: el móvil fue el robo de droga. Armó una telenovela en que la colombiana Mile Martín supuestamente tendría un paquete de cocaína; que su novio José Abraham “N”, un franelero, y sus cómplices fueron a su departamento, tuvieron sexo consentido, cobrado en mil 800 pesos, pagado con el producto de sus propinas, y luego ocurrió la masacre. O sea, un novio que paga por tener sexo con su novia. Ajá. Hay tres detenidos, consignados, pero hay más incredulidad. Rubén Espinosa huyó de Javier Duarte, del asedio de policías vestidos de civil que lo hostigaban y amenazaban en Xalapa. Viajó al DF, exiliado, y allá fue ubicado en un restaurant donde un tipo lo identificó como el periodista que había salido de Veracruz. Días después, el viernes 31 de julio, lo ultimaron. De los posibles móviles del crimen, la Procuraduría capitalina tácitamente descarta el de las razones periodísticas, el trabajo de Rubén Espinosa, colaborador de Proceso, Cuartoscuro y AVC, su línea dura, intransigente, cubriendo protestas y denuncias contra el régimen duartista, sus fotografías a los ocho universitarios agredidos con palos con clavos y machetes por un grupo parapolicíaco en Xalapa, la madrugada del 5 de junio. “Duarte Asesino”, fue una proclama en las calles y que pronto se convirtió en grito de protesta a nivel mundial. “Fuiste tú”, le reprochaban en movilizaciones, denostando como nunca antes a un gobernador de Veracruz, irritando al gordobés, en un hecho que propició la debacle que lo tiene al borde de la renuncia. Dos meses después, Artículo 19, la organización inglesa defensora de los derechos de los periodistas, sentencia: Hay serias deficiencias en la investigación; no existen atisbos de justicia verdad y reparación para las víctimas; las contradicciones en las versiones de los sicarios sobre el crimen provocan sospecha; el móvil de las amenazas a Rubén Espinosa por su trabajo periodístico sólo se ha seguido por la presión de los medios de comunicación y de los abogados que representan a los familiares de las víctimas, mas no por convicción de la autoridad. No hay justicia. Hay un gobernador enloquecido por verse atrapado en la sospecha, por haber tenido que declarar ante enviados de la Procuraduría del DF. Dos meses del crimen y ni asomo de justicia… Sano y salvo, psicológicamente afectado, regresa Gustavo Sousa Escamilla. Una semana, desde el 22 de septiembre, permaneció secuestrado, luego que cuatro sujetos fuertemente armados lo levantaran en las calles de Boca del Río, cuando se disponía a hacer ejercicio. Termina la pesadilla, tras el pago del rescate, cuyo monto no quiso revelar, y una intensa negociación que sostuvo su hijo con los plagiarios. Dice que volverá a sus funciones al frente del Fideicomiso del 2 por ciento a la nómina, donde la norma interna y los procedimientos se han visto violados, donde la insolvencia también afecta, donde la Secretaría de Finanzas del gobierno de Veracruz realiza pagos que debiera. Inicialmente trascendió que los secuestradores exigían 2 millones de dólares por la vida de Gustavo Sousa… Llega José Mancha Alarcón a Coatzacoalcos. 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Lo aqueja el Síndrome de David Porras Pacheco. Presta su maquinaria para los negocios del jefe mayor, Guillermo Ibarra, aquel de la agresión al ingeniero Guillermo Drago González, a manos de su chofer. Aurelio Castillo se siente en las nubes, aunque no pase de ser un instrumento de ocasión del secretario bis en Obras Públicas. Obras Públicas es el microcosmos de la lucha por contratos millonarios y cotos de poder, de la que no escapa ni el mismo secretario, ese sí real, Fernando Ramos Torres…

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