* Bastones eléctricos contra pensionados * Agrede a quienes no debió tocar * “Fuera Duarte, fuera el PRI” * Mayoría no es unanimidad * Estados financieros sucios en Minatitlán * Reyna León y Eloy: el hotdog se enfrió * Nacho Carvajal, interceptado por la policía * Si al periodista le ocurre algo, se incendia Veracruz
Férreo el puño, lo descarga Javier Duarte contra pensionados, contra adultos mayores, contra el gremio de la tercera edad, sueltos sus perros del mal, los gorilas policíacos que dan toques eléctricos, que maltratan a quienes sólo exigen el dinero que les sirve para vivir. Qué locura de poder vive Veracruz.
Arremete así ya en el umbral de los excesos, como el bandolero de barrio alegre al que sólo le faltó navajear a los pensionados, o el capo de mafia que urde el ataque y envía a sus sicarios, lanzando a la Fuerza Civil, a los antimotines, a los granaderos, a la Policía Estatal Acreditable a desalojar la vía que bloquean los inconformes que están ahí porque basta de tanta burla, de tantas largas, de tantos cheques sin fondos, del sinfín de mentiras, de la promesa que no se cumple.
Toca el gordobés a los que no debió tocar. Inermes, sólo con su dignidad por delante, cargando sus años, sus enfermedades, sus discapacidades —uno de ellos sin una pierna,—, las muletas, el bastón, la silla de ruedas, una dama con andadera, los pensionados salieron por enésima vez a protestar y a reclamar lo que es suyo.
No advirtieron que Calígula acechaba. Vestido de Javier Duarte, el tirano cruel urdía la represión. Patética su locura, este miércoles 23 los dejó llegar frente al palacio de gobierno, sobre la calle Enríquez, a un costado de Plaza Lerdo —o Plaza Regina Martínez— en el centro de Xalapa, y ahí los enfrentó.
A los periodistas y universitarios les manda “halcones”, policías vestidos de civil que arremeten con la mayor de las sañas para provocar dolor, lacerar la piel, apalear y sangrar a sus víctimas, ladrar amenazas, infundir temor e insertar el mensaje que un gobierno así es capaz de todo, hasta de eliminar.
A los pensionados les envía la fuerza bruta con uniforme. Avanzan sobre el reducido contingente de hombres y mujeres mayores, algunos jóvenes, familiares, amigos, periodistas que cubren la nota, fotorreporteros y camarógrafos que han de captar la peor canallada de Javier Duarte y sus secuaces en lo que va de su maltrecho gobierno.
Ese día, en las redes sociales se daba cuenta de la protesta de los pensionados por el engaño de que han sido víctimas. Como el martes 22, hartos de la promesa de pago que no se cumple, deciden bloquear la avenida Enríquez y gritarle de todo al gobernador. Otro grupo cierra la salida a Veracruz. En diversas ciudades bloquean calles. El sábado 19 habían exhibido en Xalapa los cheques sin fondos que desde el día 10 les había entregado el Instituto de Pensiones del Estado. Acudieron a los bancos y rebotaron.
Eso es fraude, señor “Culín”, alias Luis Ángel Bravo Contreras, alias la Vedette de Amatlán, alias El Fiscal, y está obligado a investigar, a dictaminar quién cometió el delito, consignarlo y ver que pague. Y si no, incurre en complicidad. Y si no, que el fiscal sea llevado ante la justicia federal, donde no gana una el abogadete de marras, defensor en Córdoba y en otras partes de Veracruz de delincuentes de lo peor. Su modus operandi: encarcelar inocentes para obligarlos a incriminarse o a desistirse de lo que en justicia les corresponde. Narciso, el cobarde.
Calígula, versión Córdoba, ataca como el loco de Roma. Pero aquel, trastornado y todo, cuando menos era hijo de uno de los más grandes generales romanos, Germánico. Éste si acaso llega a hijo político de Fidel Herrera, y eso es para morir de risa.
En las redes sociales se ven tomas aéreas, algunas desde palacio, en que los pensionados comienzan a bloquear la avenida Enríquez. Minutos después, un contingente se ubica frente a palacio. Caminan hacia ellos policías uniformados con el rostro descubierto; otros más portan casco, el rostro oculto tras un pasamontañas y los lentes oscuros —más cobardía duartista—, el escudo, los toletes, los bastones eléctricos.
Una mujer los enfrenta. Es la maestra Rosario Piña Sánchez, ex directora de Enseñanza Media, valiente, íntegra, que reclama su derecho y el de todos, no a recibir los millones de los que presumen las ratas duartistas, sino sus míseras pensiones.
Avanza la falange policíaca. Parte al grupo de inconformes en dos, los dispersa. Unos son remitidos a la banqueta de Plaza Lerdo —Plaza Regina Martínez, la periodista asesinada— y otros a los bajos del palacio de gobierno. No todos se mueven. Aún con gente en las calles, los policías cumplen su indigna misión: dejar que el tránsito vehicular fluya. Para eso la madriza, la arrastrada, la agresión con descargas eléctricas, aunque diga el oaxaqueño con acta de veracruzano, Flavino, que no es así.
Un par de pensionados —el maestro Lennin, ex director de la Normal Veracruzana, y su esposa la maestra Anita, citan en las redes— se pierden entre la mancha de policías y poco a poco los retiran de la calle. Un pensionado muestra las huellas de la violencia en la piel, la sangre en el rostro, en el pecho, en el brazo. Un adulto yace en el piso, entre pensionados y policías. La maestra Rosario Piña es observada enfrentando con razones a los cobardes con uniforme que la van confinando hasta incomunicarla. Otros maestros acuden en su ayuda. Una de ellas, en entrevista grabada sostiene que sintió en su cuerpo el efecto de los toques eléctricos.
“Son unos hijos de la chingada que no tienen amor por su pueblo que está sufriendo”, grita con la voz entrecortada la joven que se acercó a auxiliar a la maestra Rosario Piña.
Y sí, eso son porque se han comido a Veracruz, lo han saqueado, han golpeado con la brutalidad de los criminales a jóvenes universitarios; levantan gente —el cantante Gibrán fue uno de ellos— y los envían al otro mundo; agreden a maestros que se oponen a la reforma educativa; asedian periodistas hasta hacerlos huir a otros estados, exiliarlos, intimidarlos y luego los ubican y los matan; fichan a activistas sociales, ambientalistas, defensores de derechos humanos y los hacen pasar por anarquistas para reprimirlos.
Estalla el escándalo. Dan cuenta las redes sociales de la infamia duartista. No hay sitio en que no se hable de la represión a los pensionados, Javier Duarte sin dar la cara, refugiado en la cobardía, gozoso de embestir a sus adversarios, un revire al gremio que se le plantó enfrente, que exhibió su proclividad a la mentira, la frescura con la que se puede dejar sin quincena, aguinaldo y retroactivo a los pensionados mientras el gobernador nada en la opulencia, su vida se equipara a la de un capo, vertiginoso su paso de la medianía a la riqueza.
Salen victoriosos los pensionados. Ellos ya vencieron a Javier Duarte. Pudo ser una protesta más pero se agigantó por la represión. Sus golpes son la huella de una gesta que dimensionó al Calígula de Córdoba, el de los excesos sin mesura, el que aniquila a sus enemigos porque eso, como al demente de Roma, le produce placer.
No dio la cara Javier Duarte, ni ese día ni después. Apechugó Flavino Ríos. Asumió la culpa diciendo que fue él quien ordenó replegar a los pensionados porque bloquean la calle Enríquez. Y que fueron los pensionados los que provocaron el problema. Y que no se les golpeó, ni se usaron bastones eléctricos, ni hubo fuerza desmedida, y que no va a renunciar ante el saldo catastrófico que enfrenta el duartismo.
¿Dónde anda Javier Duarte? Saltaba la pregunta en las redes sociales. Respondía Miguel Ángel Yunes Linares, diputado federal panista, cuasi candidato de la alianza PAN-PRD al minigobierno de Veracruz, que en Ixtapa, en un penthouse de los dos que tiene, cada uno con valor de 3 millones de dólares. Horas después precisó: “Está en Valle de Bravo, en la mansión que construyó para tener los caballos de Moi Mansur, su cómplice”.
Devastado, el desgobierno de Javier Duarte enfrentó otra embestida de los pensionados. Volvieron a Plaza Lerdo, el 24. Volvieron a las calles. Repudiaron la agresión. Como antes los periodistas gritaron “Fuiste tú”, responsabilizándolo del crimen del fotorreportero Rubén Espinosa, ahora los pensionados le lanzan el “Fuera Duarte” y “Fuera PRI”.
Calígula hizo menos locuras que Javier Duarte. La peor fue asesinar nobles y senadores que acechaban su poder. La más aberrante convertir a sus hermanas en amantes y prostituirlas después. La más chusca fue nombrar cónsul a Incitatus, su caballo. Pero nunca reprimió a su pueblo.
A Javier Duarte, en cambio, lo aqueja la locura por madrear.
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Archivo muerto
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Ni unánime ni transparente. Maquillados e insustentables, pasan los estados financieros en el cabildo de Minatitlán, validados por una mayoría edilicia que ve el saqueo y no se inmuta, que por una migaja, y a veces ni eso, le jala la pata a la vaca de la corrupción. Presidió la sesión Saúl Wade León, el alcalde real con investidura de tesorero. A su lado, el alcalde irreal, Héctor Damián Cheng Barragán, su empleado, el que se proyecta cuando inserta un rollo de billetes entre los senos de una bailarina. Todo iba bien, ficticias las cifras, la inversión con fondos federales, el FORTAMUN, FISM, SUBSEMUN, FAM, y cuando nadie lo esperaba, la regidora octava, Karla Verónica Gonzalez Cruz, del PAN, solicitó que le explicaran por qué hay obras atrasadas, anticipos y estimaciones pagadas sin que inicien los trabajos, excusas de falta de recursos cuando desde 2014 se cuenta con el crédito otorgado por Banobras. O sea, retención y desvío de más de 100 millones de pesos. Y entonces Saúl Wade, el alcaldito malcriado, L’enfant terrible, comenzó a sudar. Invocaba la regidora lo que contiene el documento del ex director de Obras Públicas, José Luis Benítez Parga, en que se evidencia desvío de recursos federales, retención de dinero, falsedades, mentiras, engaño al Órgano de Fiscalización del estado de Veracruz. Su voto iba a ser en abstención, pero cuando la Potra, Isabel Morales Aguirre, priista, perredista y de nuevo priista, la instó a definir su posición porque un voto en abstención es nada, Karla Verónica Gonzalez Cruz les descompuso el cualro votando en contra. Mal augurio para Saúl Wade, peor para el alcalde de membrete, Héctor Cheng. Entonces la unanimidad valió, así la hayan difundido en boletines que faltan a la verdad y que con toda frescura lo publicaran los medios de comunicación que orbitan en torno a la pandilla Wade. Una vez que la Auditoría Superior de la Federación ponga a Minatitlán en la mira, a correr como Forrest Gump… Por algo se fue Eloy. Inaguantable el primer director de Obras Públicas en el ayuntamiento de Minatitlán, favorito de la primera dama Reyna León Cheluja, su madrina y protectora, se conducía con más ínfulas que el mismo Jorge Wade González, líder de la Sección 10 del sindicato petrolero. Era puro, infalible, sin mancha, y de los yerros en las obras siempre tenía a quién culpar. Eloy Juárez Leos maltrataba a cualquiera, incluso ediles, increpaba como si detentara poder, al nivel del tesorero Saúl Wade, ambos bajo la sombra de la Reina de los Casinos. Un día, sin embargo, la burbuja reventó. Del calor pasó al hielo. Reyna León lo echó del circo y se fue a hacer piruetas a otra pista. Se enfrió el hotdog… Si a Ignacio Carvajal le ocurre algo, Veracruz se incendia. Explosiva su pluma, no hay reportaje que no cimbre, que no sacuda al sistema, que no altere a la opinión pública. Escribe de periodistas asesinados, de fosas clandestinas, de políticos corruptos, de migrantes asediados, perseguidos, torturados, de desvaríos en el poder, de feminicidios y secuestro, de indiferencia oficial que es a todas luces complicidad. Anduvo en Llave, en Presencia, hoy en Liberal, con el maestro Luis Velázquez en su blog Expediente, corresponsal de Sin Embargo MX, AFP y Al-Jazeera. No es un periodista común. Es un joven reportero que sigue la noticia como un ritual, que camina entre restos de mutilados; que vio antes que otros los 35 cuerpos de Boca del Río, al pie del Los Voladores de Papantla, que trató de cerca a casi todos los periodistas asesinados en el sexenio de Javier Duarte, y que no sabe si eso es bueno o es una premonición. Andaba la noche del domingo 20 camino a casa, por una carretera donde pocos transitan. Lo acompañaba su esposa. De pronto, entre los matorrales sale una patrulla de policía, sin torreta abierta; lo alcanza, le cierra el paso y lo interrogan. Explica quién es, que es periodista, sin mostrar credencial porque no gusta de charolear. Siente el trato áspero, la insinuación a que estaría incurriendo en un acto inmoral. Mantiene Nacho Carvajal su misma actitud, firme, oculto el temor a ser llevado y que no se volviera a saber de él. Le revisan la unidad, la cajuela, el interior. Lo dejan ir y hace público lo que pudo ser un incidente fatal. Sobre Nacho Carvajal escriben los que lo conocen, los que saben de su línea crítica, sus reportajes que devastan al gobernador Javier Duarte y a su mafia en el poder. Hablan de un incidente para intimidarlo, de un amago contra otro periodista de Veracruz. El miércoles 23, en la sede de la Delegación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Coatzacoalcos, habló con él el director de Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Pública, Silvestre Medina Gasca, quien lo enteró que ya se investiga, que hay una violación al protocolo por parte de los policías que lo interceptaron, que debieron actuar con la torreta abierta, que la intención es sorprender a los delincuentes que se dedican a robar a automovilistas en ese tramo. Habrá sanción en enero, aseguró el titular de Asuntos Internos, quien dejó claro que no fue una acción directa contra Nacho Carvajal. El gremio periodístico sigue de cerca el caso. Si a Ignacio Carvajal le ocurre algo, Veracruz se incendia. Van 14 comunicadores asesinados —uno más que se hallaba con un jefe Zeta y por eso muchos lo excluyen de la estadística—, cuatro desaparecidos, decenas de golpeados y amenazados y más de 30 exiliados, en el duartismo, y si le pasa algo a Nacho Carvajal sería el acabose…
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Foto: Formato 7