Yunes, el ejecutor; Salgado Macedonio, el padrino

* El Cártel de los Beltrán Leyva, de plácemes  * Las ligas siniestras del senador de Morena  * Tendrá jueces y ministros narcos  * Reconstruyendo un cártel en plena reforma judicial  * La reelección de Alito Moreno también se fue al caño  * PRD pierde el registro en Veracruz

Medio metro atrás de Yunes, Félix Salgado Macedonio apadrina la reforma judicial. Es él el custodio, el interlocutor, pariente, ex consuegro del lavador de los Beltrán Leyva. Y hoy, mecenas del Nuevo Orden por venir.

A Miguel Ángel Yunes Linares le toca hablar. Aduce la libertad para votar. Abona el terreno para el voto traidor de su hijo, Miguel Ángel Yunes Márquez, validando la reforma judicial de López Obrador.

Y Salgado Macedonio le hace marcaje personal. Lo sigue desde el salón de plenos de Senado. Rebasa a Andrea Chávez, la de Chihuahua. Alcanza a Miguel Cantón, el de Tabasco, hasta el sitio en que el ex gobernador de Veracruz se pone a parlotear, a tirarle rollo a la prensa, a justificar el golpe de timón, la puñalada al PAN, su adhesión al presidente al que un día llamó “loco, vividor, corrupto, cómplice de Javier Duarte”. Y ya no se le despega.

¿Qué diablos hacía el senador morenista en plan guarura? Algo más que acuerpar a Yunes. Algo más que transmitirle su aval moral, que es el aval moral de un violador.

Salgado Macedonio, ahí, es un mensaje siniestro. Amarrado el voto de los Yunes, la reforma judicial pasó. Y tiene dedicatoria. La valida el voto traidor, el de los acérrimos enemigos de Andrés Manuel López Obrador. Y la apadrina el locuaz ex alcalde de Acapulco, en cuya gestión el narco se apoderó del paraíso turístico del Pacífico.

Salgado Macedonio es, pues, el mensaje. Es la bisagra entre la reforma judicial que parirá jueces narcos y la nueva cúpula de Cártel de los Beltrán Leyva. Es protagonista de historias negras, violencia y muerte sacudiendo a Acapulco, la irrupción de Edgar Valdés Villarreal, alias La Barbie, sicario de aquel cártel, y su hija, Evelyn Salgado, casada con Joaquín Alonso Bustamante, hijo de Joaquín Alonso Piedra, alias “El Abulón”, lavador de dinero de Héctor Beltrán Leyva.

Ahí, detrás de Yunes, Salgado Macedonio da certeza a los dichos de Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México, que así, directo, sentenció que la reforma judicial obradorista, el relevo de ministros, magistrados y jueces y la elección de todo el aparato judicial mediante voto popular, implica la intromisión del crimen organizado.

“Las elecciones directas también podrían hacer más fácil que los cárteles y otros actores malignos se aprovechen de jueces inexpertos con motivaciones políticas”, dijo Salazar.

Y así lo apuntan congresistas norteamericanos y la prensa gringa o británica que alertan que la reforma judicial tiene su dosis de reforma judicial pro narco.

Yunes es un fanático de la seguridad nacional. Fue diputado federal en 2003 y presidió la Comisión de Seguridad Pública. Vicente Fox lo nombró subsecretario de Prevención y Protección Ciudadana de la Secretaría de Seguridad Federal y el 30 de enero de 2004 se convirtió en titular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

No le tocó directamente la fuga de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, en 2001, pues ya no era director de Centros de Readaptación Social. Pero a su equipo sí. Su gente regentaba los penales federales. Ahí estaban Enrique Pérez y Juan Herrera Marín, al que por cierto se le pelaron cuatro narcos del Cártel de Sinaloa del penal de Islas Marías.

Yunes Linares es un asiduo a la seguridad. Fue y es su combustible. Es un interlocutor de muy alto nivel. Una voz ante el Ejército y la Marina. Fue impulsor y propagandista de la Ley de Seguridad Interior que regularizaba las atribuciones de las fuerzas armadas en acciones de apoyo a corporaciones policíacas, y que luego la Suprema Corte invalidó.

Una y otra vez se le escuchó pregonar que la Ley de Seguridad Interior no militarizaba al país. Y que la lealtad del Ejército y la Marina a las instituciones estaba garantizada. Y que ambos eran los pilares de la democracia. Como si Andrés Manuel, años después, le copiara el discurso.

Ahí radica su poder y su inmunidad. Yunes fija reglas y límites. Concentra más poder en el sistema político de lo que aparenta. Es intocable. Ni López Obrador osó llevarlo a prisión. Terminó reclutándolo. O escuchándolo. O pactando. O entregándose a su acérrimo enemigo. Y pese a su inmenso poder, el presidente puso en manos de Yunes Linares la suerte de la reforma judicial. ¿De los dos, quién realmente tiene más poder?

Yunes Linares lanzó al basurero de la historia su vida política. Será el eterno traidor. Un Judas en el PAN. Y Chiquiyunes peor. El vástago es una suerte de títere que, sin el padre, es nada. Fernando Yunes, el otro hijo, que será diputado local en Veracruz aún siendo prófugo de la justicia, es aún más insignificante.

Pero el tema va más allá de la política y de los partidos. Es seguridad nacional. Y Yunes Linares, así sea un villano, tiene el control. López Obrador se plegó. Claudia Sheinbaum igual. Morena, sus líderes, sus cabezas, la cúpula, tuvieron que ceder.

El show en el Senado describe quién es quién: Adán Augusto López Hernández como si fuera el siervo de Yunes; Ernestina Godoy, Andrea Chávez, Citlalli Hernández, besándolo. Y Félix Salgado Macedonio y Oscar Cantón Zetina, senador tabasqueño y propietario del periódico Tabasco Hoy, flanqueándolo.

Y el PAN sacudido, quebrado, ultrajado, lanzando pestes y maldiciones como si fueran orcos. No entienden que la traición política, en el fondo, es irrelevante. El punto crucial es una reforma judicial con una arista narca y el impacto que tendrá en la seguridad nacional.

¿En cuanto se tasa el voto de los Yunes? ¿Qué tanto poder le cedió López Obrador y, por consiguiente, Claudia Sheinbaum para los próximos seis años? ¿Cuántos jueces, magistrados y, sobre todo, ministros serán palomeados por Yunes Linares? En tres semanas se verá.

Con Salgado Macedonio como padrino, los nuevos capos del Cártel de los Beltrán Leyva tendrán jueces cuatroté. Y luego magistrados y ministros. Reagruparán a sus 15 organizaciones delictivas afines. Y serán impunes. Tienen una reforma judicial a modo. 

Salgado Macedonio es el dementor del Poder Judicial, el que le succiona el alma a la justicia. Y ya pregona que en Morena y el Partido Verde hay espacio para el Clan Yunes. Como un capo de la mafia.

Recuérdese cuando inició el régimen obradorista. Los ministros se mostraban renuentes a bajarse el salario y Salgado Macedonio los sentenció: “Podemos desaparecer a la Suprema Corte”. Y técnicamente ya la mató.

Salgado Macedonio, el pariente, el ex consuegro del “Abulón”, ya fallecido, el que dejó pasar a “La Barbie” en Acapulco cuando era alcalde, quien entregó el estado de Guerrero al crimen organizado, es el nuevo padrino.

Y así se mostró. Medio metro atrás de Yunes, apadrina la reforma judicial narca.

Es él el custodio, el interlocutor, el de la liga familiar con el que lavó los dineros de los Beltrán Leyva.

Y hoy es mecenas del Nuevo Orden que está por venir.

 

METADATO

 

Alito Moreno también tronó. Su abusiva reelección en el PRI nacional se vino abajo, reventado por el Instituto Nacional Electoral al resolver que la Asamblea Nacional en que se reformaron los estatutos priistas fue ilegal. El INE no entró al análisis de los cambios a los documentos del tricolor. Bastó con resolver que la asamblea se realizó cuando aún no concluía el proceso electoral y con eso bateó la treta de Alejandro Moreno y sus secuaces. La asamblea se debió realizar después que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación validara el triunfo de Claudia Sheinbaum Pardo y le entregara la constancia de mayoría que la acredita como presidenta electa. El INE lo dejó perplejo. Concedió la razón al grupo de ex presidentes del PRI que siguieron la ruta legal aduciendo que el asalto a la dirigencia nacional no tenía sustento. El sátrapa se queda con las ganas de agregarle cuatro años más al período de ya cinco años –cuatro por elección y uno por prórroga– y la posibilidad de intentar otros cuatro más. A Alito Moreno lo secundan rufianes de su misma calaña, los Moreira, la Viggiano, Lorena Piñón y Adolfo Ramírez Arana, cómplices que le dieron su voto en la Asamblea Nacional a sabiendas que violaban el estatuto, la ley electoral y el principio de no reelección que es principio fundamental en el origen del PRI. Y luego se preguntan los priistas por qué la sociedad le da la espalda, le niega los votos y los tiene a un paso de la extinción. Por vivales como Alito Moreno y su corte de bandoleros, y por la pasividad de miles de priistas, el PRI tiene los días contados… Pierde el PRD el registro en Veracruz. No le alcanzan los votos para superar el 3 por ciento de la votación general y pasa a mejor vida. Ya había perdido el registro nacional y se encomendaba a todos los santos para retener el estatal. En la impugnación, sólo pudo tumbar un mínimo de casillas, insuficientes para disminuir el número de votos totales y ajustar el porcentaje que le permitiera mantenerse vigente, participar en procesos electorales futuros y, sobre todo, disfrutar las prerrogativas económicas contempladas en la ley. Es el mayor damnificado de la elección del 2 de junio, rémora sin fuerza ni empuje en la coalición PRI-PAN-PRD, al que la sociedad le negó el voto y lo condenó a la extinción. Este viernes 13 fue día de terror para el perredismo veracruzano cuando sus dirigentes comunicaron la pérdida del registro. Habrá que ver a dónde irá a parar su último líder, Sergio Cadena, que en el reparto de candidaturas de mayoría fue torpe y en las plurinominales un abusivo vulgar, reservándose la primera posición para sí mismo en la tercera circunscripción, imaginando ilusamente que nadando de a muertito llegaría al Congreso federal. Pactó además con sus enemigos internos y le mordió la mano a quien siempre lo apoyó, Rogelio Franco Castán, el ex secretario de gobierno yunista, víctima éste de la inquina y la persecución judicial del imbécil gobernador de Veracruz Cuitláhuac García Jiménez, al que el 1 de diciembre, ya sin poder, la vida le cambiará. Mientras, el PRD yace en el panteón de los recuerdos…

 

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Foto: Quadratín