* Marco Estrada, a las órdenes del gobernador * Se sacudió al PAN; se sacudirá al PRD * Huevos y frijoles para la prensa * Libertad de expresión y cinismo * El homicida que Marcelo dejó ir * Ciro quiere transparencia * El puente de la corrupción de su mamá * La regidora, el jefe y el funcionario del DIF * Qué trío
A fin de cuentas, el PRI no dejará el ayuntamiento de Las Choapas, los territorios de los narcos, la ruta de los migrantes, la administración de la extorsión, el cementerio clandestino de los levantados, el limbo de los abigeos, el paraíso del caos.
Perdiendo ganó. Lo hará con Marco Antonio Estrada Montiel en la presidencia municipal, dócil el próximo alcalde ante imposiciones, caprichos, intereses y componendas, seguidor de la línea oficial, ex priísta, disfrazado de perredista y, peor aún, de demócrata.
Lo hará, también, a través del síndico Javier Basáñez Silván, alias “Pipo”, testaferro, operador, máscara del minicacique Renato Tronco Gómez, el ex alcalde de la fidelidad, el “mejor guerrero” de Fidel Herrera, el diputado del duartismo, vergonzoso su papel en el Congreso de Veracruz donde no legisla pero sí cobra, sobre él imputaciones graves de corrupción, abuso de poder, desgobierno y enriquecimiento por demás explicable.
Entra el PRI por la puerta trasera, pero entra. Sin postular candidato a la alcaldía, sin la escoria que representan los Tronco en las boletas electorales, el PRI será quien mande en Las Choapas.
Estará ahí, sin siglas, ejerciendo el poder a través de la mano de sus incondicionales, con un priista de siempre, Marco Estrada, alejado del PRI por circunstancias, por una candidatura que no se le concedió, por un dedazo que no recibió, infiltrado luego en la oposición y pronto, muy pronto, de nuevo en el redil del sistema.
Accidentado, el proceso electoral de Las Choapas llegó a su clímax el domingo 1 de junio. Acudió un 35 por ciento de los votantes, obvia la victoria del abstencionismo, pues para unos no había tronquismo al cual enfrentar, como en la elección de 2013, y para otros, Marco Estrada resultó más de lo mismo, solapador del tronquismo.
Que haya ganado Marco Estrada, es lo de menos. Ya se sabía. El análisis está en el entorno de su unción como nuevo líder político de Las Choapas: la candidatura negada en 2013, su llegada al PRD, vencer al tronquismo y al PAN aunque se la hayan arrebatado, demostrar el fraude, ir a una elección extraordinaria, sacudirse a los antitronquistas, cohabitar con los emisarios de Renato, controlar al órgano electoral, perder 5 mil votos de manera inútil, ser luz y sombra, mostrar cinismo, golpear a sus aliados. Para un psiquiatra.
Gris, apocado, insulso, Marco Estrada es un político con más suerte de la que merece. Sin otro mérito que su mansedumbre, pudo encabezar el PRI en Las Choapas, ser diputado local en 2010 cuando le negó Fidel Herrera ser alcalde. Fue un diputado transparente; nadie lo vio. Quiso ser candidato del PRI en 2013; el gobernador Javier Duarte lo ignoró.
Fue 2013 un año crucial. Las Choapas fue convocado a desterrar el minicacicazgo de Renato Tronco. Se unieron los panistas, los perredistas, los maestros, los petroleros, los campesinos, los ganaderos, los sin partido, la iglesia, la resistencia contra la tarifas eléctricas. Y así surgió un movimiento con base social.
Marco Estrada tocó puertas. Quería ser el candidato del PRI. Cumplió el ritual de los priístas. Supo, una vez más, la contundencia de la palabra “no”. Exhibió a su líder estatal, Erick Lagos Hernández, Fidelito. Y rompió, supuestamente rompió, con el PRI.
Lo acogió el Partido de la Revolución Democrática. Le dio sus siglas. Riñó con los Roldán, los patriarcas del PAN, y caminaron por rumbos distintos. Si la alianza hubiera cuajado, serían gobierno desde 2013.
Logró apretar la votación. De hecho, la ganó pero se la robaron. Miguel Ángel Tronco Gómez, el hermano cómodo de Renato, tuvo que usar la fuerza del fraude y ya en los tribunales, se invalidó la elección. Demostró el episodio de 2013 que sólo unidos, PRD y PAN, podían derrotar al PRI.
En 2014 el sistema abandonó a los Tronco. Les negó la candidatura a la alcaldía. Y Renato anunció que no irían a la contienda, que se retirarían de la política, que dejaría la diputación, porque “no hay condiciones” para participar.
Marco Estrada mostró entonces que la miseria política es su virtud. Cuajada la alianza, con el órgano electoral de su lado, con priístas que le operaban desde el interior del consejo electoral municipal —Lalo Carreño y Adelaido Infanzón—, el PRD y el PAN unidos, ir a las urnas era mero trámite, segura la victoria.
Impensable lo que habría de ocurrir, se despeñó moralmente en un abrir y cerrar de ojos. Al registrar su candidatura, su candidato a síndico municipal fue el tronquista Javier Basáñez Silván, la imagen de Renato en el próximo ayuntamiento. Desplazó a Carolina López Aguirre, la ex primera dama de Las Choapas, que en la campaña de 2013 le allegó miles de votos del área rural, sin los que no hubiera podido fracturar al PRI.
Ser mezquino es lo suyo. Marco Estrada no sólo irritó al antitronquismo choapense con esa traición sino que incluyó a otro miembro del clan de Renato: Juan Manuel Landero López, como candidato a la séptima regiduría.
La elección del domingo 1 de junio lo dijo todo. Sólo acudió a votar el 35 por ciento del padrón electoral, muchos desangelados por las marrullerías del candidato del PRD. Y de ellos, 5 mil sufragios fueron para Carolina López Aguirre, candidata del PAN, que se llevó un tercio de la votación total, el voto de los antitronquistas.
Marco Estrada ya pinta para dónde va. Patea a sus aliados y contemporiza con lo que decía combatir: la podredumbre de Renato, sus operadores, la corrupción que encarna, la transgresión a la ley, el abuso de poder, las golpizas a la sociedad.
Marco Estrada no llega con el voto de los choapenses. Llega con la venia de Fidel Herrera, el ex gobernador, y con la de Javier Duarte, el títere de palacio.
Llega a encubrir los negocios de Tronco, que son los de Fidel y Duarte, las obras con recursos federales, los contratos para los constructores del ex gobernador.
Asume la alcaldía el 1 de julio. Entonces volverá a ser duartista, institucional, sumiso y manso, hombre del sistema, súbdito del gobernador, convencido que sin la venia de Duarte no hay recursos ni obras ni programas, sólo olvido, indiferencia, frialdad, auditorías, presión del Congreso, persecución y quizá cárcel.
Marco Estrada ya mostró con qué lodo se maquilla. En 2013 pudo ser aplastado pero un sector del PAN lo secundó en su proyecto, le comprometió votos y logró enfrentar a la maquinaria tronquista. Un año después, se sacudió a todos, dejó llegar al tronquismo, permitió que se infiltrara en su planilla y que alcanzara espacios clave. Ya traicionó al panismo; sigue el PRD.
Partido maleable, utilizable, su líder estatal, Sergio Rodríguez al servicio del gobernador, en el PRD hay tres segmentos: los puros de corazón y de ira justificada, los ingenuos por convicción y los simuladores por decisión.
Con el voto del perredismo llega a la alcaldía de Las Choapas, pero no gobernará con los perredistas. Ellos fueron un accesorio de campaña, un elemento útil pero reemplazable.
Las Choapas será gobernado por Javier Duarte. Marco Estrada será su peón, evidente su naturaleza a modo, servil, lacaya.
Las Choapas no importa por su presupuesto para obras, unos 214 millones de pesos. Lo que mueve la ambición de Fidel, Duarte, las mafias priistas, son los giros negros de la sociedad, los recursos que se mueven entre las sombras y de los que nadie da cuenta.
Con Marco Estrada y “Pipo” Basáñez, el PRI seguirá regenteando las rutas del narco, los territorios de las mafias; beneficiándose de la extorsión a los migrantes; mantendrá el cementerio de fosas clandestinas, la última morada de los “levantados”; los espacios, intocables, de los abigeos. Administrará el paraíso del caos.
Para eso llega Marco Estrada a la alcaldía.
Archivo muerto
Huevos y frijoles para los periodistas. Celebra el gober Javier Duarte, espléndido, un aniversario más de la simulación de la libertad de expresión en Veracruz. Lo hace con un convivio, un agasajo, lavado de cara cuando su gobierno es acérrimo enemigo de la prensa crítica, demostrado estadísticamente que aquí, sin estar en estado de guerra, es el lugar más peligroso para ejercer el oficio periodístico. Será la celebración de siempre, el discurso falso, el respeto que en los hechos no da, en un escenario violento, decenas de periodistas asediados, hostigados, golpeados, asesinados en los días del duartismo. Les llevará premios, autos, pantallas planas, grabadoras, pues en la dádiva se expresa el concepto de Javier Duarte ante una prensa dócil con espíritu de alfombra. Sábado 7, World Trade Center de Boca del Río, día y lugar de la cita. Ah, y los huevos y los frijoles con chayote, que es el platillo que más le va a los agasajados del gobernador. Felicidades… Mejor que se hubiera dedicado a la política y no a las leyes. Tuvo Marcelo Montiel un arranque vergonzoso recién salido de la universidad. Le asignaron una agencia del Ministerio Público en el norte de Veracruz y ahí, a los pocos días, hizo la primera. Cayó un homicida, se integró la consignación y corrieron los plazos para ponerlo en manos de un juez. Y en ese punto Marcelo demostró que desconocía lo elemental del procedimiento, que nada aprendió en la universidad, que no tenía condiciones para ser fiscal. Cuando consignó, ya habían vencidos los plazos. El reo se amparó y obtuvo su libertad. Qué estreno del abogadazo Montiel… ¿De qué transparencia y honestidad habla Ciro Félix Porras, diputado local, cuando invoca los saldos de Leopoldo Torres Hernández por la alcaldía de Minatitlán? Su mamá, Guadalupe Porras David, alias Lu-pilla, hizo estropicio y medio, medró al amparo del poder y de la impunidad, bajo el cobijo de Fidel Herrera Beltrán. Una obra la exhibe: el puente Capoacán, con una inversión de 90 millones de pesos, del que sólo se hicieron sus bases pero no se concretó. En agosto y diciembre de 2010, Lu-pilla realizó dos pagos a la constructora SECORT, de su yerno, el ex alcalde de Coatzacoalcos, Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— uno por 30 millones de pesos y el otro por 15 millones, con recursos procedentes de Banobras y Petróleos Mexicanos, o sea federales. Emitió el cheque 106 de Banamex y realizó la transferencia 014854920007027719 al Banco Santander, cuando la obra estaba abandonada. Eso es un delito y hay que proceder. Dice Ciro Félix que debe ser transparente el ayuntamiento de Minatitlán. Empecemos por doña Lu-pilla, su mamá… Cinco meses después, pierden la paciencia los constructores de Coatzacoalcos. Le dicen al alcalde Joaquín Caballero Rosiñol que Marco César Theurel Cotero –“Te rompo tu puta madre”— les quedó a deber 25.2 millones de pesos; que urge que les paguen; que la falta de recursos afecta la marcha de sus empresas, impactando salarios, pago a proveedores y a subcontratistas. Theurel ya se fue pero la deuda es institucional. Quienes están cerca de Caballero aseguran que se investiga si las obras son reales o ficticias, pero mientras se aclara, la deuda de Marcos Theurel con los constructores ahí sigue… Pa’ todos tiene la regidora enamorada. Unos días son para el altísimo funcionario del ayuntamiento y otros para un notable, muy notable, del DIF. Con éste se le vio en el estacionamiento de Chedraui, acaramelada, sus dedos entrelazados. ¿Sabrá el jefe en qué enredo lo metieron, quiénes lo urdieron, qué babas se está bebiendo?…
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