De líder del PRD a porro que revienta alianzas políticas

* Sergio Rodríguez enlodó el caso Las Choapas * La doble cara de Erick * Lo del Yuribia, asunto de los alcaldes, dijo y luego firmó * Los consignados de Carrillo Almeida * Quiere vaciar los penales * Bailando salsa sobre las dunas de Coatzacoalcos * Juan Luis se fue sin que Diario del Istmo le hiciera justicia

Sergio Rodríguez Cortés es un porro político, peón del duartismo que lo mismo sirve para calentar el sillón de una oficina burocrática que para desmantelar las alianzas de oposición  y, así, preservar intocables los espacios de corrupción de quienes ejercen el poder.

Esquirol de marras, comanda una de las facciones que dirigen al Partido de la Revolución Democrática en Veracruz, vinculado estrechamente a los intereses del gobernador Javier Duarte de Ochoa pero, sobre todo, a los del gobernador real, Fidel Herrera Beltrán; sicario del PRD rojo, el PRD al servicio del PRI.

Su última misión fue destroncar el acuerdo con el Partido Acción Nacional en Las Choapas, enlodar la candidatura de Marco Antonio Estrada Montiel, sembrar el tronquismo —la corriente del aprendiz de cacique, el diputado Renato Tronco Gómez— en la planilla perredista y sumir en el caos el proceso electoral extraordinario municipal.

Políticamente, Las Choapas está a la deriva. La elección constitucional de 2013 fue invalidada. El fraude pudrió ese proceso. La alianza PRI-Partido Verde postuló a Miguel Ángel Tronco Gómez, hermano de Renato. Los recursos públicos estuvieron a su disposición, en propaganda, en compra de votos, en grupos de choque. El conteo fue un desastre. Legalmente ganaba el ex priista y ahora perredista Marco Estrada; ilegalmente el triunfo era de los Tronco. Y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación anuló la elección.

Aquello sería un aviso del desplome del legislador. Si Miguel Tronco no fue aplastado en las urnas, fue porque la alianza PRD-PAN no cuajó legalmente. La frustraron las corrientes perredistas, enfrascadas en un conflicto artificial, dos grupos desconociéndose mutuamente, con dos consejos estatales, dos dirigentes y dos proyectos.

Torrentes de dinero habían corrido para frustrar la alianza PRD-PAN. Cabildeaban los alfiles de la fidelidad, Erick Lagos, Jorge Carvallo, Gabriel Deantes, Salvador Manzur, billete en mano, para domesticar a las corrientes perredistas, a sus líderes, a diputados y alcaldes, a la dirigencia nacional. Servía el erario público para evitar que el bloque opositor ganara el Congreso de Veracruz y las principales alcaldías. Y así fue.

De aquel lodazal emergió el PRI. Retuvo su mayoría en la Legislatura y evitó una debacle que habría sepultado al gobierno de Javier Duarte, que habría evidenciado el verdadero endeudamiento de Veracruz, los contratos ilegales, las corruptelas, el saqueo, las componendas, el rezago, el olvido, la miseria, mientras los hombres del poder se enriquecen sin freno y sin rubor, impunes y soberbios.

De no ser por la ruptura de la alianza, gestada a punta de cañonazos que domesticaron al PRD, la oposición habría accedido al control del Congreso, a las cuentas de los municipios y del mismo gobierno de Veracruz. En manos de esa oposición, la información incriminatoria habría provocado un aborto político, el del gobierno de Javier Duarte.

Sergio Rodríguez, impuesto como líder del PRD estatal, sería el artífice de la ruptura con el PAN, tripulado por el PRI, por Javier Duarte, en cuya nómina cobró como director del Sistema Nacional de Empleo en Veracruz, burócrata de angora, usado para romper con el panismo, para fracturar una alianza que se advertía ganadora.

Un año después, la historia se reedita en Las Choapas. Una alianza de facto, trabada entre PAN y PRD, llevó a un escenario insólito: la derrota inminente del PRI. Y a Renato Tronco a dejar el poder y anunciar su retiro de la diputación local, que hasta ahora no ha cumplido, herido por el desaire duartista al saber que su hermano Miguel Ángel no sería candidato a la presidencia municipal.

Sin el tronquismo enfrente, la alianza de facto PRD-PAN no sólo ganaría la alcaldía sino que extinguiría el tronquismo, apretaría a Renato Tronco hasta el punto de hacerlo correr, hurgaría en sus cuentas, en sus negocios, en los contratos otorgados ilegalmente a la Unión de Ejidos 25 de Abril de 2000, la constructora del minicacique. No quedarían ni los caballos ni los autos lujosos que tanto presume el diputado.

Pulverizado Renato, el PRI no postuló candidato a la alcaldía de Las Choapas por vez primera en su historia. Entregó la plaza sin haber llamado a sus infanterías ni colocar un solo misil en el frente de guerra. Se avizoraba el triunfo del antitronquismo.

Y entonces apareció de nuevo Sergio Rodríguez.

A espaldas de muchos, el líder estatal del PRD incluyó como candidato a síndico a Javier “Pipo” Basáñez Silván, el operador de cabecera de Renato Tronco, y provocó un escándalo en las filas antitronquistas.

Así de fácil. Sabía que colocar a Basáñez Silván en la planilla perredista sería una señal de alerta, burla descomunal a quienes respaldaron a Marco Antonio Estrada Montiel y lo vieron como el alcalde ideal, el que llegaría a desmantelar el tronquismo.

“Pipo” Basáñez en la planilla del PRD es como tener al pederasta Maciel en la curia del Vaticano. Basáñez representa los intereses de Renato, la corrupción encubierta, la protección desde la próxima sindicatura, la inacción ante el gran peculado y el desvío de recursos públicos, la complicidad con los contratos otorgados ilegalmente a la Unión de Ejidos 25 de Abril —Renato los otorgaba y Miguel, su hermano, los ejecutaba—, el silencio ante las golpizas de la policía municipal a la sociedad que salía a las calles a protestar.

De ese repudio social pudo saber el líder nacional del PRD, Jesús Zambrano Grijalva, cuando acudió al arranque de campaña de Marco Estrada. Denostaban a “Pipo” Basáñez y exigían su salida de la planilla perredista. Lo agraviaban. Le llamaban “mierda”. Y Sergio Rodríguez sólo atinaba a decir que el objetivo se había cumplido. Renato era el cáncer y ya había sido extirpado. ¿Con “Pipo” Basáñez en la sindicatura?

Puede el PRD continuar la farsa. Ahora lo hace solo. El PAN dejó la alianza, se fue por la libre. Sustituyó candidatos y ahora su apuesta es por Carolina López Aguirre, la ex primera dama, derrotada hace cuatro años, en 2010, por Renato Tronco, en otra elección con voto comprado.

Vulnerado, el antitronquismo se sabe en manos de un traidor. Marco Estrada supo de la treta y calló para no exponer su candidatura. De haberse rebelado, hoy no sería candidato a la alcaldía de Las Choapas. El PRD no lo habría postulado. Optó por permitir que su síndico sea la viva encarnación de Renato Tronco con tal de llegar a la presidencia municipal.

Agraviado, el antitronquismo poco a poco se va alejando del PRD. Votar por Marco Estrada es votar por “Pipo” Basáñez y es votar por el minicacique que le da de comer. Votar por Marco Estrada es salvar a Tronco, encubrirle sus corruptelas, darle una tregua, facilitarle su recomposición y verlo emerger de sus cenizas en cuatro años más.

Pudo el PRD ser el depositario de ese sentir popular. No quiso. Prefirió la política de drenaje, la complicidad al desnudo, ser solidario con el agresor de la sociedad.

En antitronquismo se convirtió en un movimiento social. El antitronquismo es la expresión de repudio a un naciente cacicazgo que demasiado pronto produjo destellos de represión y violencia. El antitronquismo es sinónimo de hartazgo hasta cristalizar en la unión de panistas y perredistas la fórmula para acabar con sus males.

Romper alianzas de oposición es la especialidad de Sergio Rodríguez. Así contaminó la planilla perredista de Las Choapas. La infiltró con el operador de Tronco e hizo huir al PAN.

Y pensar que Marco Estrada iba a combatir al tronquismo.

Qué pulcritud, dirían en el chiquero.

 

Archivo muerto

 

Doble cara, como es su naturaleza, Erick Lagos Hernández llega a Coatzacoalcos, suelta su rollo y advierte que el problema del Yuribia es tema de los alcaldes, su responsabilidad. Remata con una frase incisiva: en el conflicto con los ejidatarios de Tatahuicapan, el gobierno de Veracruz sólo coadyuva. Deja el secretario de Gobierno la frase entre la prensa. Viaja a la sierra, dialoga con los secuestradores de la presa, suscribe los acuerdos y entonces cambia la historia: el tema del Yuribia es del gobierno de Javier Duarte. Como Chita a Tarzán, Erick emula a Fidel Herrera Beltrán, su maestro, pastor, guía y solapador. En 2007, los tatahuis tomaron la presa y desquiciaron, como ahora, a Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque. Enviado Iván Hillman, entonces alcalde, se topó con una muralla de intransigencia hasta que aterrizó el gobernador y logró el acuerdo en un instante. Erick Lagos lo ha hecho dos veces. Deja crecer el conflicto, sometidos 500 mil habitantes a una crisis por falta de agua, y en cuanto se apersona con los tatahuis, cierra la negociación con las mentiras de siempre. Fidelito Lagos usa la doble cara: si la negociación fracasa es responsabilidad de los alcaldes; si fructifica, el triunfo es del gobierno de Veracruz, o sea suyo. Son las tretas de un pepenador de la política… Asalta la duda a los abogados: ¿cuántos consignados logró Ricardo Carrillo Almeida que fueran condenados por el aparato de justicia con el nuevo sistema penal acusatorio, durante su paso por Córdoba, en sus días como subprocurador? Asalta la duda porque, hasta donde se sabe, no hubo ninguno. Cuestionado, se le imputa al hoy subprocurador de Justicia en la Zona Sur que no haya adiestrado eficientemente a su cuerpo de agentes del Ministerio Público o que deliberadamente se le hayan ido todos aquellos acusados que puso en manos de jueces con tal fragilidad de pruebas, que nadie está en prisión. No son esas todas las que quedó a deber Carrillo Almeida. También están algunas consignaciones que pusieron con los pelos de punta al gobernador Javier Duarte, mientras tenía mano suave, consentidora, con el crimen organizado… Sobre las dunas, o lo que queda de ellas, se instala el escenario del Festival Internacional de la Salsa. Le han pasado encima retroexcavadoras. Ha servido la arena para rellenar el área de playa, la zona en que se aposentarán restaurantes para la zona VIP. Hacen de las suyas los organizadores, Andrés Azuela por delante, en contubernio con la Procuraduría Federal de Protección Ambiental, que ve y calla. Inequívoco, el daño ecológico es doblemente agraviante: uno lo causa el ayuntamiento de Coatzacoalcos; el otro lo propicia la inacción del gobierno federal, cómplice, sometido, acallado para no estropear el show de los salseros, de Marc Anthony, Oscar de León, Luis Enrique. Y a todo esto, ¿qué dirán Greepeace, la Academia Mexicana de Ecología, Iván Restrepo y los ecologistas veracruzanos? Hay que avisarles… Otro periodista que terminó en conflicto con Diario del Istmo fue Juan Luis Aguilar. Se quería ir. Demandaba un trato justo, algo más que el ínfimo salario que percibía, como fue su vida y sus 30 años en el negocio de los Robles —Mónica, José Pablo, Héctor, Roselia—. Encontró el reportero policíaco, una muralla infranqueable y la estulticia del Clan de la Succión. Cuando ya tenía la demanda integrada, incluidas las prestaciones que le negaron en 30 años, cuando ya habían concedido darle 100 mil pesos, la muerte lo sorprendió. No hubo liquidación. Abundaron notas laudatorias, su trayectoria en tinta y papel y el homenaje de sus compañeros. Nada más. Y a regañadientes permitió la diputada Mónica Robles de HILLMAN que el féretro fuera llevado a Diario del Istmo. Ni ahí hubo un gramo de cortesía, menos de consideración…

 

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