PEMEX: ni cómo creerles

 

 

* La versión de la bomba, en La Jornada  * La mano de Los Zetas, según Proceso  * El gas de origen desconocido  * La alianza PAN-PRD y los miedos priístas  * Iván Hillman y “El Kalimba” en el consejo distrital del IEV  * Tony Macías: ahora coyote de terrenos para la industria * Theurel, el barrendero

 

 

Quizá tardíamente, el procurador Jesús Murillo Karam habrá entendido que el manejo de crisis, el silencio oficial, la reserva de datos, el control de daños, el peso de la información y el impacto mediático, si no se ejercen con prudencia y con mesura, conducen al caos y de ahí a la falta de credibilidad.

 

Picoteado por un sector de la prensa, tácitamente convertido en el pararrayos del posdebate derivado de la explosión en el edificio B-2 del complejo administrativo de Petróleos Mexicanos, la tarde del 31 de enero, el procurador general de la República vive momentos tensos y amargos despertares porque su versión de los hechos simplemente es contradictoria, frágil y cuestionable.

Al amanecer del lunes 4, en la síntesis informativa que suelen consultar los políticos de la cúspide, destacaba una noticia que midió de qué barro está hecho el gobierno de Enrique Peña Nieto, sus puntos flacos y si la coartada del accidente es creíble o no: el hallazgo de una maleta en la que presumiblemente había explosivos.

A ocho columnas, el periódico La Jornada destacaba en su edición el relato de un mando de la Secretaría de Seguridad Pública del gobierno del Distrito Federal, adscrito al sector Tacuba, en que pormenorizadamente describía cómo y quiénes hallaron la maleta y el extraño contenido. Sin citar la fuente, pero con sus palabras grabadas, el rotativo difundió:

“Entonces la vi (la maleta), cuando el equipo antibombas sale por un espacio que tenían a un lado de lo que fue la recepción; no sé si fuera pasillo, no sé si fueran escaleras, no sé si era un elevador, pero sé que era un hueco por donde se podía acceder del sótano a la superficie.

“Era una maleta color negro. Al momento en que le muestran a un mando la maleta le abren un poco el cierre y es cuando alcanzo a observar un artefacto negro, del tamaño de una caja de zapatos, como de unos 30 centímetros cuadrados, con por lo menos 8 cilindros de 5 centímetros de diámetro (cada uno) que estaban alrededor y que pudieron contener algún tipo de explosivo. Todo era de color negro o pintado de negro.

“Vi que hablaron, pero no alcancé a escuchar de que hablaban; pero entre mis compañeros, los del equipo antibombas y todos los que estuvimos colaborando, se comentó que se trataba de una bomba. ¡Fue una bomba!, se decía”.

Un día antes, la revista Proceso lanzó otra hipótesis: el atentado provocado por el grupo criminal Los Zetas.

Citaba comentarios de expertos que refirieron el hallazgo de rastros del explosivo Composite 4 (C4), “una potente carga formada por explosivo químico y un aglomerante plástico que es de uso militar y ha sido empleado en varios atentados terroristas.

“Mencionaron incluso que algunas cargas no detonaron; de lo contrario, el número de víctimas hubiera sido mayor.

“De acuerdo con esa versión, los peritos en explosivos del Ejército y de la Marina recogieron los restos del material y lo llevaron al Campo Militar número 1, donde confirmaron que es C4. Estiman que el explosivo se colocó en pequeñas cantidades en áreas cerradas, como aire acondicionado, cuartos de servicio y botes de intendencia, y que habría sido ingresado en mochilas o portafolios.

“Los expertos estadunidenses llegaron al complejo administrativo hacia las 10 de la noche en un vuelo privado. Lo primero que hicieron fue rastrear las llamadas realizadas desde esas oficinas y las efectuadas a éstas. En especial, se rastreó una llamada desde Veracruz, donde el Ejército ha asegurado varias cargas de explosivo C4, dijeron”.

Murillo Karam tuvo pues un mal desayuno y tendría un día peor. Horas después sufrió amnesia. Olvidó sus palabras en que advertía, apenas el viernes 1, que en las primeras indagatorias no se había encontrado rastros de fuego, ni en los heridos, ni en los muertos, ni había papeles o plásticos quemados.

“Indicios de fuego —había dicho Murillo Karam, el viernes 1— no hay en ningún lado, en ningún lado. No hemos encontrado un solo indicio de fuego, ni en pacientes, ni en fallecidos, ni en las ropas. Ahorita que vean, que les den un recorrido, verán papeles enteritos, cosas de plástico, que se queman fácil, que no les pasó absolutamente nada y van a verlos junto a partes que están derrumbadas”.

Proceso y La Jornada detonaron la reacción del gobierno peñista para darle un cerrojazo al caso Pemex antes que el caso saliera de control. Horas más tarde, comenzó el circo del procurador, el león tirando arañazos y las piruetas del trapecista.

Por la noche del lunes 4, Murillo Karam decía que la versión de la bomba, difundida por La Jornada, era una chacotada sin fundamento; que se halló una maleta, pero contenía algo peligroso para los hombres: cosméticos de mujer.

Ya con ganas de fastidiarse la vida y trepar al gobierno peñanietista en el tobogán del sospechosismo, el procu Murillo repitió la versión que los expertos le dieron a manera de bomba de tiempo:

Sus guionistas le refirieron que el origen de la explosión estuvo en el sótano del edificio B-2, presumiblemente provocado cuando tres trabajadores de la empresa Copicosa (Conservación Pilotes de Control, S. A.) daban mantenimiento a los pilotes del inmueble. Al no tener una fuente de luz, usaron un contacto que se hallaba en el techo del lugar. Conectaron un cable con un foco y al encenderlo, la chispa alcanzó cierta cantidad de gas y eso provocó el estallido.

Tan sesuda explicación tenía fecha de caducidad. Se vino abajo el martes 5, cuando el director de Copicosa, César Falcón, relató que sus trabajadores llevaban horas laborando, desde la ocho de la mañana, y que el foco estuvo prendido desde entonces. La chispa, pues, tuvo que haber venido de otra fuente. La explosión ocurrió a las 15:40, casi ocho horas después.

César Falcón planteó otro detalle que los expertos que suministran información al procurador parecen haber ignorado. Niega que el supuesto gas acumulado haya sido metano. “Si hubiera habido una gran acumulación de gas metano —dijo— en el momento en que ellos entraron, hubieran presentado por lo menos mareos. El metano es inodoro”.

Por si no se ha dado cuenta, el procurador Murillo Karam tiene un problema mayor: sus fuentes de información, los expertos que realizan los peritajes, le han suministrado datos cuestionables, y con ello lo han vuelto vulnerable. O sea, lo han embaucado.

Una semana después, ni Pemex ni el procurador ni Enrique Peña Nieto han podido identificar de dónde provenía el gas que provocó la explosión, ni qué tipo de fluido era.

Da palos de ciego el gobierno priísta. Habla pero no convence. Argumenta con sofismas en una empresa titánica: diluir la sospecha del atentado y hacer énfasis en la hipótesis del accidente.

Su problema es que nadie les cree.

 

Archivo muerto

 

No duermen los priístas, los de Veracruz y los del DF, tan sólo de pensar que la alianza PAN-PRD le quitará el control del Congreso estatal y las principales alcaldías veracruzanas. Aterrados por las proyecciones que arrojan una firme intención de voto hacia la alianza panista-perredista, y luego del descalabro electoral de Enrique Peña Nieto en suelo jarocho, el alto mando del PRI quiso torpedear el acuerdo y envió batería pesada, toneladas de lodo y el argumento trillado de que la izquierda y la derecha son como agua y aceite, y que la unión de ambas fuerzas políticas era tan inmoral como antinatural. Hablaron y argumentaron, pero al final, la alianza va. Fue suscrita el jueves 31 y registrada ante el Instituto Electoral Veracruzano. Previo a ello, pepenadores políticos, algunos madreadores profesionales, otros textoservidores de la prosperidad duartista a quienes el PRI les mueve la mano, lanzaron una intentona para frustrar la alianza, pero en el esfuerzo inútil quedaron. Va a ser un placer observar a los priístas de Javier Duarte y del líder estatal Erick Lagos hacia abajo, fidelistas renegados y encubiertos, cómo le hacen para que la oposición les deje algo de votos en los ya próximos comicios de julio. Habría que ver, también, cómo se las arreglan los panistas entre sí, y los perredistas con los perredistas, para fortalecer su alianza y sacar adelante sus candidaturas. Si no lo logran, será tiempo, dinero y una oportunidad histórica perdida… Con toda y su mala fama, reaparece Víctor Antonio Cruz Romero en el seno del consejo electoral en el distrito Coatzacoalcos I. Mapache del ex alcalde Iván Hillman Chapoy, asalariado del síndico-villano Mariano Moreno Canepa, el famoso “Kalimba” fue impuesto como vocal de Organización del IEV distrital para la elección local del próximo julio. Su sola presencia augura una embestida de la oposición, que en 2009, cuando su patrón Iván El Terrible pretendió ser diputado federal y lo único que obtuvo fue una sonora y vergonzosa derrota, “El Kalimba” fue cuestionado, presionado y finalmente obligado a renunciar, no sólo por sus vínculos con los priístas sino por un episodio de violencia sentimental, cuya víctima fue su novia. Habrá, pues, otra escaramuza como arranque de la próxima elección… Fiel a lo que es, Jesús Antonio Macías Yazegey, el suegro del gobernador Javier Duarte, trae entre sus proyectos acaparar todas las tierras posibles en el área industrial de Pajaritos y Cangrejera, frente a los complejos petroquímicos. Quienes ahí viven, quienes conocen de esos enjuagues, han documentado los esfuerzos del suegro incómodo por coyotear predios que sabe serán para instalar industrias o empresas satélite. La clave está en comprar a peso y vender a dólar. Eso sí, el inefable Tony Macías tiene para adquirir terrenos pero no para saldar los adeudos por el servicio de seguridad que le brinda el Instituto de la Policía Auxiliar y Protección Patrimonial (IPAX), sus guaruras, pues… Tan cerca de la basura y tan lejos de Dios, Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— asumió su nueva pose: barrendero. Anda por las calles, publicitándose escoba en mano, transfigurado en un nuevo Cantinflas, suponiendo que así son los baños de pueblo, el contacto con la prole a la que en sus adentros, detesta. Falso limpiador de calles, Theurel —“Te barro tu puta calle”— usa esa treta en un intento tardío de vinculación con las clases de abajo. Si es su gusto, qué bien, pero lleva al personal del ayuntamiento de Coatzacoalcos obligado y con la amenaza de que barren calles o les tumban dos días de salario, lo cual viola normas laborales y el contrato colectivo de trabajo…

 

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