El Z-40 y Fidel

* La información que atesora Miguel Ángel Treviño  * El juicio de Austin  * Pancho Colorado, ADT, y la reserva territorial de Coatza  * El santuario de Los Zetas  * Quiere nombres Duarte de funcionarios mapaches  * Marcelo, Víctor Rodríguez, Rafael Grajales…  * Jorge Piana, el cuñado incómodo  * Acapara obra pública

 

Literalmente, el Z-40 vale más vivo que muerto, activos sus recuerdos, la bitácora de su vida criminal, el negocio de la droga, la extorsión, el secuestro, sus ligas hacia el poder, sus pactos con gobernantes y caciques, quienes lo dejaron crecer, hasta que la justicia finalmente lo alcanzó.

 

Su suerte está en manos del gobierno federal. Aprehendido la madrugada del lunes 15, Miguel Ángel Treviño Morales era el número uno de la organización criminal Los Zetas, sanguinario y sádico, a quien se le atribuye la muerte de 265 inmigrantes en San Fernando, Tamaulipas, en 2011, hombres mutilados o quemados en vida.

Cayó en un camino rural de Nuevo Laredo, la tierra que lo vio nacer. A eso de las 3 de la mañana, lo interceptó un helicóptero de la Marina Armada de México, tras una pesquisa de varios meses, sin un disparo, cuando viajaba en una camioneta pick up. Lo acompañaban dos sujetos, uno su escolta y el otro su contador.

Le hallaron 2 millones de dólares, ocho armas de alto poder y 500 cartuchos útiles. Enfrenta siete órdenes de aprehensión y 12 averiguaciones previas por delincuencia organizada, delitos contra la salud, tortura, lavado de dinero y posesión de armas de fuego de uso exclusivo de las fuerzas armadas.

Es, pues, un pájaro de cuenta.

Aliado primero, rival después de Heriberto Lazcano Lazcano, alias “El Lazca”, con quien en los últimos tiempos compartió el liderazgo, el Z-40 venía enfrentando la fragmentación de Los Zetas, derivado en gran medida de las traiciones internas que dieron pie a embestidas de la Naval, detenciones y muerte de varios capos y sicarios mayores. Sus biógrafos sostienen que Treviño Morales era el delator, el que ponía a los jefes, el que se entendía con mandos de la Marina hasta que su suerte cambió.

Le tocó ver y participar en la escisión del CDG, a raíz de la aprehensión y extradición de Osiel Cárdenas Guillén a Estados Unidos, convertidos Los Zetas en un nuevo cártel y su expansión a otros estados, entre ellos uno clave: Veracruz.

De sur a norte, Veracruz es único en las rutas del narcotráfico. Codiciado por todos, los barones de la droga ejecutando víctimas y siendo ejecutados, su territorio es un auténtico freeway, un paso libre para el transporte de la droga desde Centroamérica hasta las entidades del norte del país y Estados Unidos.

Cuando el gobierno federal emprendió una cacería contra el Cártel del Golfo y Los Zetas en Tamaulipas, Veracruz se erigió en el santuario de los grupos del crimen organizado, cobijados por la familia política, por el aparato de justicia, por los cuerpos de seguridad.

Su despegue inicia en la campaña a la gubernatura de Veracruz, en 2004. Acusaba entonces el candidato del Partido Acción Nacional, Miguel Ángel Yunes Linares, la existencia de dinero del narcotráfico, financiamiento puro para el priísta Fidel Herrera Beltrán. A su vez, Yunes Linares era señalado de haber tolerado y encubierto, cuando era el vicegobernador del chirinato, las actividades de Albino Quintero Meraz, narco que habitaba en la zona Veracruz-Boca de Río, luego aprehendido y extraditado a Estados Unidos.

Nunca se pudo sacudir Fidel Herrera la sombra del crimen organizado. Tildado de Z-1 en redes sociales, aunque ese alias era del primer líder de Los Zetas, Arturo Guzmán Decena, asesinado en un enfrentamiento, en 2002, el ex gobernador quiso ocultar la narcorrealidad de Veracruz a golpe de mordaza en la prensa y con disimulo institucional.

Se ufanaba de decir que en Veracruz había marometas pero no zetas. Y a su secretario de gobierno, Gobierno, Reynaldo Escobar Pérez, que las únicas zetas que conocía eran la del abecedario.

Pasivo, cómplice, Fidel Herrera dejó tácitamente en manos de Los Zetas el territorio veracruzano. Policías estatales y municipales, ministerios públicos, una legión de servidores se coludían con el crimen organizado, pasaban información, diluían las denuncias y hasta le entregaban el control de los penales desde donde los malosos seguían controlando las plazas. Eran los días en que la autoridad callaba ante el secuestro de migrantes centroamericanos para ser convertidos en sicarios y si no, asesinados a mansalva. De ahí los múltiples cementerios clandestinos, las narcofosas del escándalo.

No hay mucho con qué ligar a Fidel Herrera con El Lazca, pero sí con Miguel Ángel Treviño, el Z-40. Aparece el hilo conductor en el juicio que enfrentó José Treviño Morales, su hermano, en Austin, Texas, acusado por el FBI de lavar dinero del narcotráfico mediante la compra de caballos y carreras arregladas, los millones en juego.

José Treviño paró en la cárcel. Pronto se enfiló la investigación hacia un empresario fidelista, propietario de algunos “cuarto de milla”, Francisco Colorado Cessa, dueño de ADT Petroservicios, con quien el ex gobernador de Veracruz se dejaba fotografiar en célebres cabalgatas y de quien supuestamente recibió algunos equinos como obsequio. ¿A cambio de qué?

ADT Petroservicios, según el testigo José Enrique Rejón Aguilar, el Z-7, un ex zeta, era la empresa usada para adquirir caballos para los hermanos Treviño Morales. ADT hacía la operación “legal” y luego lo pagado le era entregado en dólares a Pancho Colorado.

Rejón Aguilar detalló que El Lazca, el otro líder de Los Zetas, invirtió sus ganancias del narcotráfico en ADT Petroservicios, una lavadora de dinero, según la justicia norteamericana, cuyos bienes serían congelados y boletinada para que nadie realizara operaciones con ella. Pancho Colorado fue enjuiciado y finalmente, el 9 de mayo, sentenciado a 20 años de prisión.

Ha podido aletear, tratar de salvar sus bienes en México. Uno de ellos es el predio de casi 7 hectáreas en la reserva territorial de Coatzacoalcos, adquirido cuando su amigo Fidel Herrera era gobernador de Veracruz y Javier Duarte, secretario de Finanzas.

Burda y descuidada, la maniobra es resumida en una carta remitida al Presidente Enrique Peña Nieto, en la cual se señala que el predio fue adquirido en 10 millones de pesos, vía el fideicomiso F-50101-3 de Bancomer, a precio de regalo, doce veces más barato que su valor catastral.

En la maniobra aparece Jesús Antonio Macías Yazegey, suegro del gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, en una sospechosa operación de “transmisión de propiedad en ejecución de fideicomiso”, el 19 de diciembre de 2012, en pleno juicio de Austin, para evitar que fuera congelado el predio por decisión del tribunal federal norteamericano donde se ventila el caso de lavado de dinero a favor de Los Zetas, según refiere el documento hecho llegar a Peña Nieto. ¿Por qué la premura por salvar el predio? ¿Es de Pancho Colorado o es de Fidel?

Hay otro punto en que Fidel Herrera vuelve a ser ligado con el narcotráfico en el juicio de Austin. Lo menciona José Carlos Hinojosa, ex contador del Cártel del Golfo, quien reveló que la campaña fidelista, en 2004, el entonces candidato del PRI recibió 12 millones de dólares a cambio que una vez en la gubernatura Fidel dejara operar libremente a esa organización.

Del juicio de Austin surgió la hipótesis legal de que Fidel Herrera fue un narcogobernador. Sus ligas con Pancho Colorado iban más allá que la relación gobierno-constructor. Lo pillaron con información documentada y fueron ventilados los contratos que dio a ADT para realizar obra pública en Veracruz, actualizado el hallazgo por la periodista Carmen Aristegui, en su espacio noticioso de Multivisión.

Con Fidel Herrera, Veracruz se convirtió en el santuario de Los Zetas, jefaturados por El Lazca y por Miguel Ángel Treviño Morales, el Z-40. Proliferaron las ligas entre la policía y el crimen organizado, a su disposición el aparato de justicia, acallada la prensa, sometida a un código de silencio por el entonces gobernador.

Muerto, Heriberto Lazcano dejó de ser valioso para efectos de información que permita desarticular a Los Zetas. Vivo, el Z-40 es la clave para entender el crecimiento de esa organización criminal, sus ligas con el poder, el acertijo de la impunidad y el afán de hacerse sentir a través de una espiral de violencia.

Aprehendido, Treviño Morales puede explicar cómo Veracruz se convirtió en el santuario de Los Zetas en los tiempos de Fidel.

Claro, si es que le da tiempo de hablar.

 

Archivo muerto

 

Quiere nombres el gobernador Javier Duarte. Niega que funcionarios suyos operaran para el PRI, compraran el voto, se robaran la elección. Y lo reclama, airado, como si no los hubiera. Van tres, de la Secretaría de Desarrollo Soclal: Marcelo Montiel Montiel, titular; Víctor Rodríguez Gallegos, jefe de la Unidad Administrativa, y Rafael Grajales Sansores, director de Políticas y Programas. Aquellos dos asignados a Coatzacoalcos, pujando para mantener el cacicazgo, ahora con Joaquín Caballero Rosiñol en la alcaldía, y Rafael Grajales en Cosoleacaque, con su inseparable Gladys Merlín Castro, diputada local y jefa de la plaza, como pregona su hijo Emigdio en Facebook y en Twitter. Quiere el gordobés nombres de sus funcionarios en campaña. Los hay y de sobra, secretarios, subsecretarios, directores y coordinadores, incluso videos, fotografías, decenas de testimonios, reuniones en hoteles de lujo con la estructura electoral de cada distrito, los mapaches electorales en plena faena… Cauto y discreto, Jorge Piana Benavides no hace ruido pero sí cosecha millones en obra pública. Su empresa, FC Márquez Construcciones, dispuso en 2012 de contratos que le otorgó la Secretaría de Comunicaciones de Veracruz en el municipio de Soteapan (Ocozotepec y Buenavista-La Magdalena) que le redituaron casi 7 millones de pesos. Otros 15 millones 441 mil 264.11 pesos se los dio Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— por el circuito vial en la colonia Francisco Villa Sur, en Coatzacoalcos. Y todo porque don Jorge Piana es el “cuñado incómodo”, un ingeniero egresado del Politécnico Nacional, que en sus días de ascenso fue el todopoderoso de las obras públicas en el municipio de Acayucan, durante el primer reinado de Fabiola Vázquez Saut, a quien cada que podía le soltaba un coscorrón para que se pusiera las pilas, porque para eso era la familiaridad. Piana Benavides, el “cuñado incómodo”, es el mismo que agredió a tres reporteros, el 9 de agosto de 2006, intentó echarles encima a los guaruras del aún cacique Cirilo Vázquez Lagunes, muerto de plomonía semanas después, y que enfrentó una denuncia por intento de robo de una cámara fotográfica, según refiere la espléndida crónica del colega Fabián Santiago Antonio, uno de los agraviados. Hoy, con perfil bajo, sin alardes, simplemente cosecha contratos. ¿Quién será la madrina mágica?…

 

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