Héctor Yunes, el que le dio el tiro de gracia al PRI

Si a Pepe Yunes le toca cargar el muerto, Héctor Yunes fue el sicario que reventó las entrañas del PRI en Veracruz, el que lo hincó, jaló el gatillo y lo aniquiló. Por eso el PAN y Morena lo tienen en un altar.

Hiperactivo como es, Héctor Yunes Landa va al norte y luego recala en el sur, sube a la montaña y desciende a las playas, vociferando que los que detentan el poder se están comiendo a Veracruz. Se vende como la salvación de la oposición.

Hurga en la seguridad perdida, aunque perdida estaba desde que Fidel Herrera reinó con el cómplice silencio del priismo que vio llegar a Los Zetas y entronizarse en su santuario de sangre, y luego, ya en tiempos de Javier Duarte, ver el festín de horror del Cártel Jalisco Nueva Generación, que practicaban el macabro ejercicio de cazar zetas, torturarlos hasta la muerte y arrojarlos en la vía pública. Si los cárteles compraron el territorio, mínimo lo querían disfrutar.

Suelta disparates tan colosales como aquello de construir una agenda conjunta con el gobierno de Cuitláhuac García Jiménez, que Cuitláhuac García, el bailarín de palacio ni siquiera peló.

Se mete en una reunión de mujeres, promovida por el PRI, como si fuera la muñequita del pastel. Quiso robar cámara y arrancarle un saludo a la senadora Beatriz Paredes Rangel, la que un día condena los afanes de su líder nacional, Alejandro Moreno Cárdenas de extender su período estatutario, y luego se presta a echar de la coordinación de los senadores priistas a Miguel Ángel Osorio Chong, haciéndola de instrumento útil de Alito Moreno.

Héctor Yunes parlotea que hay una red de polleros que trafican migrantes, movida por políticos y funcionarios públicos, pero del verbo no pasa.

Si hay que hablar de la tragedia de Ciudad Juárez, donde 40 migrantes murieron quemados y asfixiados por hallarse tras las rejas en una cárcel del Instituto Nacional de Migración, el ex senador invoca las instalaciones de Acayucan, donde —de nuevo el don de la premonición— podría ocurrir otra muerte masiva.

Y si de democracia se trata, augura que el Plan B de Andrés Manuel López Obrador fracasó pero hay que volver al Plan A, que es la defensa democrática de México.

Ahí perdió la memoria. O finge no recordar. En 2016 fue candidato del PRI al gobierno de Veracruz, apadrinado por Javier Duarte y Manlio Fabio Beltrones, uno de los dueños del tricolor. Y meses después de su fracaso electoral, un audio en el que se identificó la voz del ex secretario de Seguridad Pública duartista, Arturo Bermúdez Zurita, entonces encarcelado, reveló que con el erario se financió el sueño-obsesión de Héctor Yunes Landa.

Aquello no fue nada democrático. Lo que ahí se escuchó fue una bomba. 70 millones de dólares extraídos de las arcas del gobierno de Veracruz, con el visto bueno de Javier Duarte, pararon en la campaña de Yunes Landa.

No todo fue a las estructuras priistas. A Don Beltrone, según versión de medios y redes sociales, le tocaron 500 millones. Obvio, Héctor Yunes repudió la revelación y apeló, como siempre, a su honor.

Nadie en su sano juicio le ve con qué pueda contender por el gobierno de Veracruz. Nadie le ve tablas. Nadie fuma el repertorio del choleño. Nadie cree en su buena fe.

Va a Pánuco y se reúne con una veintena de seguidores. Baja a Coatzacoalcos y unos cuantos medios de comunicación se le acercan. Y ahí se destapa como candidato anticipado de la oposición al gobierno de Veracruz. “La caballada está gorda”, dice. Sí, pero sin rumbo.

Va a la Legislatura y dice que el Congreso del Estado es su segunda casa. Acude al Senado y cuenta que el Senado es su segunda casa.

Su proyecto es de saliva. Pero su pasado es de escándalo.

De lo que no habla es del Veracruz violento en los días en que el PRI tenía el poder.

No habla del Veracruz saqueado por Javier Duarte y los 40 ladrones.

No habla de la campaña de 2016 cuando se le vio saludando a Francisco “Pancho” Colorado Cessa, el narcoempresario que solía cabalgar con Fidel Herrera Beltrán, condenado en Estados Unidos por lavado de dinero, vía compra de caballos de carreras, a favor de Los Zetas. Pancho Colorado fue hallado muerto en su celda, según la versión oficial, o le dieron la opción de ser testigo protegido, simulando su muerte y desapareciendo de la faz de la tierra. A México sólo llegaron sus cenizas.

No habla de Liz Yunes Yunes, su hija duartista, la que trabajara en la Dirección de Notarías y Registro Público de la Propiedad en el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, ejecutando acciones contra notarios públicos. El número 14 de Coatzacoalcos, Enrique Aguilar Urcelay, a la postre y luego de un litigio desgastante, los venció en juicio.

No habla de Andrea Guadalupe Yunes Yunes, su otra hija, diputada local por el Partido Verde (Anti)Ecologista de México, que terminó respaldando acciones cruciales a favor de Morena en el Congreso de Veracruz.

Ni habla de Verónica de la Medina, su esposa, que fuera madrina de generación en la graduación de policías, en la Academia El lencero, cuando el secretario de Seguridad Pública de Veracruz era el siniestro Arturo Bermúdez Zurita, acusado en el yunismo de desaparición forzada.

Ni habla de Liliana Azucena Yunes Rojas, su prima con quien estuvo casado en primeras nupcias, madre de sus hijas Liz y Andrea, quien se desempeñara como asesora en la Secretaría de Turismo de Veracruz con Fidel Herrera y Javier Duarte.

Ni habla del patético caso de los Poliyunes. Su padre, César Yunes Faisal, ya fallecido, y sus hermanos Rafael y César, se disfrazaron de policías, adscritos al Instituto de Policía Auxiliar y Protección Patrimonial, matriculados en ella, con armas de cargo, municiones y cargadores, para gozar de permisos de portación de armas por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional. Y estaban inscritos en nómina, con salario asignado. Tácitamente eran “aviadores”.

El caso detonó en INFORME ROJO, en 2016, justo cuando Héctor Yunes era nominado candidato del PRI y el partido Alternativa Veracruzana al gobierno de Veracruz. En diversos documentos se acredita la treta. En uno de ellos, fechado el 26 de marzo de 2015, se establece la misión encomendada por el Ipax a los Poliyunes: “escoltas del senador Héctor Yunes Landa”.

Y mucho menos habla de la golpiza asestada al periodista Jorge Manrique, encerrándolo en su oficina del Congreso, colocándole una pistola en la cabeza, lanzándole planazos de machete, iracundo, fuera de sí, porque si algo repudia es la crítica. En carta pública consta la agresión.

O aquel “no te metas con mi hija”, que le espetó al columnista Arturo Reyes Isidoro, autor de Prosa Aprisa, por analizar la llegada de su hija Andrea al Congreso de Veracruz por el PVEM, un partido distinto al PRI, y recordándole a dónde enviaba Yunes Landa a los que chaqueteaban al tricolor.

Héctor Yunes Landa fue el último gobernador emergido del PRI. Su vínculo con Javier Duarte —“es mi jefe político”— lo hundió. Sus ligas con el duartismo, los disparates de campaña, terminaron por darle el triunfo en la elección de 2016 al panista Miguel Ángel Yunes Linares, su primo con el que aún vive un odio infernal.

Y dos años después, el efecto López Obrador llevó a Morena al gobierno de Veracruz.

Héctor Yunes fue el sicario del PRI. Lo destrozó por dentro. Rompió estructuras, le cobraron facturas, pagó traiciones. Tácitamente hincó al PRI y le soltó el tiro de gracia.

No es que quiera volver. Pretende contaminar la alianza de oposición y que le tiren un hueso para roer.

Archivo muerto

La corte de Amado hizo de la Expo Feria un botín. Choferes de funcionarios, auxiliares, amigos y hasta el más insignificante de los achichincles, promoviendo y arengando en redes sociales. Omar Franco exaltando a La Bandida, uno de los bares donde más alcohol corrió. Y la camioneta de Obras Públicas Municipales del ayuntamiento de Coatzacoalcos, feudo de Arturo Delgadillo Medina —número OP-225— acarreando hielo para La Bandida, como se pudo observar en por lo menos tres fotografías. Un caso para la Contraloría municipal, donde su titular, Mario Pintos Guillén, quien fuera tesorero del ex alcalde Víctor Manuel Carranza Rosaldo, alias “el 30 millones no solventados”, cobra salario pero no resuelve los asuntos que le queman las manos al presidente municipal, Amado Cruz Malpica. Otro promotor de los negocios de alcohol en la Expo fue Jorge Ocampo, del círculo cercano a la tesorera municipal, Grace del Carmen Mendoza Chesty. Y dentro y fuera del ayuntamiento corren los nombres de funcionarios mayores y menores —los Chesty, Delgadillo— y sus respectivos gatos de angora, que son mediocres para la función pública pero buenos para el giro negro y que terminaron matando víbora en Viernes Santo. ¿Y Amado Cruz Malpica no lo supo? ¿O lo supo y los dejó lucrar?… Por más que Alejandro “D” alargue su agonía, su agonía judicial ahí seguirá. Imputado por violencia intrafamiliar, el notario público adscrito a Chinameca pero radicado en Coatzacoalcos hizo treta y media para diferir la audiencia de vinculación a proceso, que habría de realizarse el 29 de marzo y trasladarla para el 14 de abril. Le ayudó la fiscal tercera Especializada en Delitos de Violencia Contra la Mujer, Yamilet Franyutti, quien de último momento se esfumó. Se hallaba en el juzgado y de pronto literalmente se fugó. Nada explicó. Quien lo hizo fue el juez Mario Vivanco, excusándola con el rollo de que a la misma hora le asignaron otra audiencia. Allá quien crea semejante patraña. Las audiencias están calendarizadas y cada fiscal sabe con antelación el juzgado al que debe acudir. La fiscal Yamilet Franyutti incurrió en una omisión legal. La otra maroma la dio el abogado del notario imputado por violencia intrafamiliar, Marco Antonio Madrazo Carrión. Salió con que no había tenido acceso al expediente. Para entonces el juzgado a cargo de Mario Vivanco ya despedía un tufo nauseabundo. El caso proviene de una relación tóxica desde que Alejandro “D” y su pareja, una dama perteneciente al círculo social con mayor arraigo en Coatzacoalcos, residían en Canadá. La denuncia interpuesta por la señora es explosiva: violencia, vicios, miedo, daño psicológico. Poco después, en la Ciudad de México, ocurrió el episodio en que Alejandro “D” intentó arrojarla desde un balcón. Los testigos de los hechos se presentaron ante la Fiscalía en Coatzacoalcos y confirmaron lo sucedido. Y cuando se formalizó la denuncia, a Alejandro “D” se le ocurrió acusar a la madre de hijo de robo de un anillo, que él le había entregado como anillo de compromiso, y de su patente de notario, documento que no tenía por qué estar en casa pues la Ley del Notariado establece que debe alojarse en la sede de trabajo. A eso le agregó una genialidad: acusarla de daño moral y exigir la reparación del daño por 30 millones de pesos. ¿Quién le habrá aconsejado semejante estupidez? Es apenas la punta del iceberg. Se coludieron la fiscal especializada, dos psicólogas, la fiscal general de Veracruz, Verónica Hernández Giadáns, notaria pública que a su vez solapa y encubre a los de su gremio, como ocurrió con Sergio Hernández Vallarino, hasta que el escándalo detonó en la prensa nacional, y ahora el juez Mario Vivanco, del que se recuerda cómo dejó en libertad a Edgar Spinoso, uno de los favoritos de Javier Duarte, luego de difundirse dos videos en los que constan las amenazas y los insultos del sátrapa a un empleado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y el allanamiento, pistola en mano, de las instalaciones federales. Si Alejandro “D” y su familia hubieran tomado el camino del diálogo y el acuerdo, no vivirían una agonía judicial ni se hallarían a las puertas del infierno. Pero hay mucho, mucho más… Don Arturo Zavala Jiménez, un emprendedor, un visionario, se ha ido. Falleció este lunes 10 de abril dejando profunda huella en el ámbito empresarial de Coatzacoalcos, al que le imprimió estilo y sello, convertido en proveedor de altos vuelos del rubro de abastecimiento de oficinas y el fotocopiado, compitiendo con firmas de renombre, manteniendo un liderazgo digno de recordar. Don Arturo Zavala también incursionó en el terreno motivacional impartiendo conferencias. Deja un legado amplio y el reconocimiento de quienes tuvieron la grata fortuna de tratar con él. A Emelia, Myriam, Lety, Arturo y toda su hermosa familia, un abrazo solidario, nuestras sentidas condolencias y el deseo que pronto logren la resignación que sólo el Creador puede conceder…

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Foto: El Universal