Alcalde de Poza Rica, Fernando Remes, niega la violencia y la violencia lo devora

De los 18 cuerpos desmembrados a la guerra de las narcomantas en las que hasta la Policía y el gobernador son acusados de complicidad. Y dice que todo está bien

Arde Poza Rica y al patán apodado “Pulpo” Remes le falta seso para demostrar que la violencia ya se fue.

Le tiran cuerpos mutilados. Hallan 18 cuerpos fragmentados, embalados en plástico, confinados en neveras y refrigeradores en casas de seguridad. Hay una guerra de narcomantas entre cárteles, acusando que la policía y hasta el gobernador, Cuitláhuac García, son cómplices. Y el alcalde Fernando Remes dice que la violencia ya pasó.

Desde su automóvil, cuestionado por la prensa, este espécimen egresado del zoológico de Morena habla con desparpajo de la violencia que, dice, ya menguó, y, mecha corta como es, termina echando humo por las orejas.

De tú a tú con la prensa, Remes pasa del desdén a la ira. Se enchila ante las preguntas. Niega, niega, niega que la violencia sea el tema central de Poza Rica, la otrora poderosa ciudad petrolera del norte de Veracruz.

De tú a tú, Remes vive un minuto de metralla periodística. Y transita de las evasivas a la procacidad.

Si lo cuestionan, se irrita.

Si lo increpan, se indigna.

Si lo acorralan, estalla.

“¿Qué no son mexicanos?”, dice el badulaque, sin atinar a sofocar el asedio de los periodistas.

Y sí, sí son mexicanos. Y son reporteros que pugnan por una respuesta del “Pulpo” inepto que hizo de Poza Rica un bastión del narco, el refugio del Coco, un jefe de plaza que tiene asolada a la región.

–Ningún hecho de violencia –dice Remes.

–¿Ya se pacificó después del hallazgo de hace varios meses? –le inquieren.

–No tenemos ningún problema.

–¿Sigue el Mando Único…?

–Tú sabes más que yo, hija –le suelta a la reportera.

–Por eso, pero coméntelo –insiste ella.

–Ustedes saben. Lo que me están preguntando es todo lo que es.

–(Inaudible)

–Todo mundo duerme tranquilo en Poza Rica.

–Por ahora… –le pican la cresta y muerde el anzuelo.

–¿Cómo que por ahora? ¿Qué no son mexicanos ustedes? –increpa el “Pulpo” a los reporteros–. ¿Qué quieren que haya guerra para sacar su noticia?

–Ya se tranquilizó…

–No han reclamado ni un cuerpo –ataja de nuevo.

–Ya los entregó la Fiscalía –le aclaran–. ¿A quién los entregó?

–A sus parientes, pero ninguno era de Poza Rica, hombre. Si hubiera habido uno…

–(inaudible)

–Ay, chingao.

Y “El Pulpo”, en su tinta, se larga con gesto adusto.

Es el sello de Morena. Condenar al narco y repudiar la violencia, los pone fuera de sí.

Poza Rica se consume en la guerra por la plaza, los cárteles que lanzan bala o levantan a sus adversarios y luego los desmembra, y los exhibe con narcomantas en la vía pública, y el alcalde Remes quiere que reine el silencio.

Pues “ay, chingao”, como dice “El Pulpo”, el short stop que brilló en la Liga Mexicana, la complicidad con el narco no se puede ocultar.

Remes es célebre por su procacidad y misoginia. A una de las regidoras del ayuntamiento de Poza Rica le tocó la pierna en pleno evento público; denunciado por la vía legal, fue obligado a aceptar su abuso y ofrecer una disculpa.

Meses después, al rendir su segundo informe de actividades como alcalde, le fue entregado un texto distinto al que habría de leer. Y entonces soltó un “puta madre”. Y en cuanto recibió el informe correcto le expresó a su asistente: “cómo eres pendeja”.

Un auténtico patán.

Pero la culpa no la tiene el “El Pulpo” sino el pueblo que lo hizo alcalde.

 

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