* La prensa y los videos * El Balance Electoral y los “desestabilizadores” * Show en el Congreso * La vendetta Fidel-Duarte-Yunes * COFISUR: el pecado del gobierno * Los priístas y el fraude * ¿Lavado de dinero? * Cada 48 horas hay un homicidio en el sur * Delitos violentos y sanguinarios
Sin una guerra en su haber, Arturo Bermúdez es un general de pacotilla proclive a reprimir, a hostigar sin mesura, a hablar sin prudencia, a joder periodistas y por qué no, a espiar.
Así va trazando el “general” su historia propia en el Veracruz de la violencia infinita y la sangre de inocentes y malosos, en la zozobra que provoca la delincuencia incontenible y en la disputa por el territorio único para el trasiego de droga, para la industria del levantón, para el secuestro de migrantes, para la trata de mujeres y el entre y la extorsión.
Un día se le escuchó decir que tenían al crimen organizado dentro. Y sí, lo tenían bien adentro. Revelador, el video lo mostraba en la descripción de un episodio de narcos, y ahí una patrulla de policía en función de escolta, resguardando a los delincuentes, cubriendo la salida, bloqueando la comunicación. Y Arturo Bermúdez Zurita admitía que se dormía con el enemigo.
Sí, eran los días del fidelismo y era esa la realidad que comenzaba a tomar vida, a transformar a Veracruz en el santuario zeta, en el escenario de violencia que mantiene a las instituciones a raya y que ha permeado en las estructuras policíacas y judiciales.
Ya en la Secretaría de Seguridad Pública, el “general” Arturo Bermúdez ha sido, por decir lo menos, imprudente, obcecado, desdeñoso, profundamente agrio e insolente.
“Pinches medios”, le dijo a los periodistas que lo increpaban por la represión en Plaza Lerdo, el 13 de septiembre de 2013, desalojo que barrió lo mismo con maestros disidentes y periodistas que cubrían la información. Uno de ellos era Rubén Espinosa Becerril, colaborador de Proceso, Cuartoscuro y AVC, quien se exiliara en el Distrito Federal por el asedio de agentes de gobierno y allá, luego de ser ubicado, fuera ejecutado en la colonia Narvarte el 31 de julio.
“Pinches medios”, les dijo en la sede del Congreso de Veracruz, el día que comparecía, creído el “general” que el micrófono estaba cerrado, provocando el asombro de legisladores, sobre todo los priístas y sus aliados, los vergonzosos satélites, que en un instante quedaron desarmados, inutilizados, para hacer la defensa del titular de la SSP.
Es la fobia de Bermúdez a un gremio que no dispensa, ni consiente, ni solapa el maltrato de una policía agresiva, arbitraria y prepotente, que usa el tolete y el bastón eléctrico, que arremete con el escudo y que usa la fuerza contra la protesta social.
Sus mandos medios hostigan con saña. Amagan y amenazan, detienen e interrogan hasta por captar una imagen, por requerir un dato, por cumplir con una función informativa que en cualquier lugar, menos en Veracruz, es garantía constitucional.
Un camarógrafo de Telever, en Coatzacoalcos, enfrentó la amenaza de un jefe policíaco cuando captaba la protesta de policías intermunicipales que reclamaban su derecho a una liquidación por los años laborados.
Un reportero del periódico Liberal fue reprimido por accionar su equipo fotográfico y registrar las placas de un auto asegurado, presuntamente usado por delincuentes en una acción fuera de la ley.
Sean policías, navales, militares, las acciones represivas recaen en el Mando Único o en los operativos policíacos que se realizan en Veracruz. Y su principal protagonista es el “general” de cero estrellas Arturo Bermúdez.
Reporteros de Imagen de Golfo, de Grupo FM, de Acayucan y Minatitlán, enfrentan la intolerancia, hostigamiento, asedio y agresión de policías estatales o de integrantes del Mando Único Policial.
Creada a un altísimo costo, equipada como pocas, la Fuerza Civil es el cuerpo de élite del sistema de seguridad de Veracruz. Le sirve al desgobernador Javier Duarte y al secretario “general” Arturo Bermúdez para evitar que la Guardia Nacional entre a Veracruz, que invada su territorio, que identifique los puntos en que el crimen organizado opera con toda impunidad.
Lleva la imprudencia a flor de labio. En Coatzacoalcos, por ejemplo, dijo que aquellos que reclaman seguridad pueden instalar un sistema de alarma en su casa, contratar vigilancia privada y comprarse un perro. ¿Y la obligación del Estado dónde queda?
Impune, Arturo Bermúdez se había mofado de todo y de todos hasta que ocurrió la agresión a ocho alumnos de la Universidad Veracruzana, la madrugada del 5 de junio de 2015, acusado de indolencia y complicidad.
Festejaban el cumpleaños de uno de sus compañeros. De pronto, un comando armado irrumpió en la pequeña habitación. Los apaleó con bates de beisbol, con palos con clavos, con machetes y armas punzocortantes. Iban encapuchados y sólo uno de ellos tenía el rostro descubierto.
Fluían las versiones mientras los jóvenes exhibían sus rostros descompuestos, fracturas en brazos, rostro y cabeza. Fue identificado el grupo agresor como un ente parapolicíaco de comportamiento criminal, entrenado en la Academia de Policía El Lencero, los porros del “general” Bermúdez.
Días antes el Partido del Trabajo había exhibido un documento, el reporte Balance Electoral 2015, elaborado por la SSP, que en realidad era la identificación de personajes incómodos para el gobierno duartista. Surgía la hipótesis de que el gobierno de Veracruz espiaba a los grupos disidentes, a los activistas sociales, a los reporteros incómodos. Y que además los reprimía.
Acorralado, el “general” Arturo Bermúdez terminó por enredarse. No espiamos, dijo. Pero…:
“Lo que existe son fotografías, vídeos y C4 de diferentes gentes que hacen manifestaciones y dañan al orden público. Lo que existe son vídeos, existen fotografías de ustedes mismos (prensa), de las gentes que están incendiando, que están dañando, es lo único que tiene la Secretaría de Seguridad”.
¿Videos de periodistas que cubrían las movilizaciones sociales? Así era. Y lo admitía el “general” de cero estrellas.
Dice no espiar, pero la tentación lo rebasa. En junio, tras el ataque a los jóvenes universitarios, negaba que esos videos fueran una forma de espionaje, pero tres meses después, el espionaje rueda como parte del sistema de seguridad, así viole las garantías individuales.
“Muy pronto 700 policías tendrán una cámara para grabar todo lo que están haciendo —sentenció el Secretario de Seguridad—, grabar toda intervención y los protocolos, especificar si las detenciones son correctas o no, porque así lo pide el nuevo sistema porque así lo pide el nuevo sistema de justicia penal, no yo”.
Y el “general” de plácemes. Su semántica es de risa. Dice que los periodistas no son espiados pero sí grabados.
Espía con anterioridad al nuevo sistema de justicia penal, en movilizaciones sociales, en reclamos al gobierno, en las protestas de aquellos a los que el informe Balance Electoral 2015 denominó “desestabilizadores”.
Lo que Bermúdez reconoció es contundente:
“Lo que existe son fotografías, vídeos y C4 de diferentes gentes que hacen manifestaciones y dañan al orden público. Lo que existe son vídeos, existen fotografías de ustedes mismos (prensa), de las gentes que están incendiando, que están dañando, es lo único que tiene la Secretaria de Seguridad”.
Lo niega, pero de que espía, espía.
Archivo muerto
Y pensar que ganan una millonada. Y pensar que para hacerlos llegar al Congreso hubo que comprar el voto, comprar a los partidos de oposición, billetear a los órganos electorales, a la prensa aplaudidora. Y ya ahí, antes de sentarse en la curul, de proponer una iniciativa de ley digna, hablar de cómo enfrentar la caída del peso frente al dólar, la devaluación, el estancamiento económico, la irritación social o la desigualdad, muestran la piel, lo que son y para lo que sirven. Y ahí, en pleno Congreso, todos de pie, Alberto Silva Ramos, alias El Cisne, al frente, en super conferencia de prensa, resaltan los diputados priístas el tema crucial, lo único que les importa de Veracruz, el expediente X, lo hiper relevante y extra medular: Miguel Ángel Yunes Linares es un corrupto sin par. Hay que enjuiciarlo y enjaularlo. O sea la Caja China de Javier Duarte para distraer del crimen del fotoperiodista Rubén Espinosa, quien huyera de Veracruz asediado por la Gestapo duartista y exiliado en el DF, donde fue ubicado y asesinado el 31 de julio. Y con la representación de todo Veracruz, la corte de los chaneques lanza el exhorto: que la PGR reactive las denuncias, que determine cuánto le bailó Yunes Linares al ISSSTE cuando era director, cuánto depositó en cuentas bancarias, si hubo enriquecimiento inexplicable, peculado y daño patrimonial, porque hace cinco años que no lo ven trabajar y detenta una mansión en Boca del Río y otras propiedades, gasolineras, restaurantes. Y han de suponer los bufones del duartismo y los payasos del fidelismo que todos se creen que aquello es buscar justicia cuando la instrucción es parar, como sea, al cuasi candidato del PAN al gobierno de Veracruz, quien de tiempo atrás le tiene prometida una megaembestida al desgobernador Javier Duarte, una vez que se trepe a la tribuna del Congreso federal, por la quiebra financiera, por el baño de sangre, por la corrupción. Ahí está el quid. Lanzan el Cisne Silva y sus borreguitos en turno el exhorto a la PGR como si alguien se tragara que es cosa de ellos, como si soplándoles la nuca, susurrándoles al oído, no estuviera Javier Duarte, y atrás, Fidel Herrera Beltrán. Yunes azul ha saturado a la opinión pública con el discurso de la revancha, de la persecución y promete que desde la tribuna de San Lázaro exhibirá al gobernador y a Fidel, instando al gobierno federal a apretar y aplicar la ley, a que indague en qué cuenta bancaria fueron a parar los recursos federales, el dinero para obras, los millones que debía devolver Javier Duarte a la Federación; que se reactiven las pesquisas de la Auditoría Superior de la Federación y que la PGR consigne el caso Fidel-Duarte a Poder Judicial. Eso los tiene con el Jesús en la boca. Y en respuesta, los bufones del duartismo piden lo mismo contra él, trenzados así en un pleito sin fin, en una vendetta política. Si Yunes es culpable o Fidel y Duarte le robaron a Veracruz, que se dirima en la PGR y en los tribunales, pero que sea esa la primera acción formal de la bancada priísta veracruzana, es, por decir lo menos, una aberración, la versión legislativa del show de Laura Bozo… Cimbra el Caso Cofisur. Lo reactiva el ex senador Fauzi Hamdan, panista, quien tiene claro que aquí hay responsabilidad de la autoridad y que debe pagar a los defraudados, que son miles agraviados y también miles de millones de pesos. Llegará a Coatzacoalcos de nueva cuenta, esta vez el 19 de septiembre, con un bagaje de información judicial, la estrategia que implica no sólo acreditar el daño patrimonial sino la perversa omisión del área judicial del gobierno de Fidel Herrera Beltrán cuando tuvo en sus manos el caso y tendió una red de encubrimiento para evitar se llegara a fondo, se embargaran los bienes que garantizarían la reparación del daño. Doloso, el Ministerio Público fidelista incumplió su función. Dejó correr un juicio que de antemano, por la forma en que planteó, sabía perdido. ¿Por qué? Servían las financieras y las cajas de ahorro patito para que los priístas multiplicaran sus fortunas. ¿O sea, lavaron ahí su dinero? Explosivo, el Caso Cofisur va mostrando podredumbre en lo judicial, en lo moral, en lo ético y en lo político. Fue estrategia fidelista y de ahí que proliferaran las financieras por todo Veracruz. Encantaban a los clientes con altas tasas de interés, mientras con los recursos de los ahorradores, otorgaban préstamos a priístas que sabían no serían devueltos. Cuando llegó la insolvencia, la hora de entregar dividendos y capital a los ahorradores, muchos de ellos adultos mayores cuyo dinero servía para pagar tratamientos médicos y medicinas, los recursos se habían esfumado. Se esfumaron también los accionistas principales y no se hallaron bienes susceptibles de embargo. Parecía el crimen perfecto, parecía. Fauzi Hamdan halló una nueva vertiente: la autoridad fue omisa, incumplió su obligación de proteger a los ahorradores y ahora tendrá que pagar… Coatzacoalcos y el sur de Veracruz no son seguros. Lo dicen los datos del Observatorio Ciudadano, cuyos cifras evidencian el fracaso para combatir la delincuencia: cada 48 horas hay un homicidio; cinco robos diarios; 108 ejecuciones en lo que va de 2015, un 50 por ciento superior a lo ocurrido en 2014; los delitos se cometen de manera violenta y sanguinaria; 123 privaciones ilegales de la libertad; 18 secuestros; mil 102 casos de robo. Son cifras tomadas de las notas periodísticas en los medios de comunicación. Es lo que se denuncia; lo que no, es infinitamente superior… Y por qué no vivir cada día como si fuera el último, pleno, restañando heridas, la mano tendida, la voz generosa, reparando errores.
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Foto: Formato 7