* ¿Dónde anda el gobernador? * Agazapado, en la peor crisis del duartismo * * La venganza del fiscal * Cárcel al abogado Rentería * Acción legal porque le derrumbaba el caso Karime Alejandra * Protesta en el Congreso * Prensa exige que cese clima de hostigamiento * Que desaparezca la CEAPP
Agazapado, vive sus miedos Javier Duarte. No da la cara, no responde a las críticas, capotea el vendaval bajo la alfombra, oculto en la vergüenza, mientras Veracruz se sacude por el crimen del fotoperiodista Rubén Espinosa.
Triste papel, indigno y aberrante, el del gobernador de Veracruz a quien dentro y fuera de su estado, en México y más allá de sus fronteras, se le acusa de haber propiciado el clima de hostigamiento, las condiciones adversas para realizar el trabajo reporteril, la represión policíaca, el asedio, el espionaje, la amenaza y la intimidación.
¿Qué dice Javier Duarte? Nada. No se le ha escuchado pronunciar una palabra, expresar de frente y con agallas, de viva voz, una explicación, menos un lamento válido, creíble, en torno a la ejecución de quien fuera fotógrafo de la agencia AVC y colaborador de Proceso y Cuartoscuro.
Su silencio es vergonzoso, muy de él, retrato del político improvisado y mediocre, sacado de la chistera como acto de magia política, como conejo de la suerte —o de la mala suerte para Veracruz— con el que su antecesor y padrino, Fidel Herrera Beltrán, quiso imponer un maximato, el fidelato de los 12 años.
Su reacción al crimen de la colonia Narvarte ha sido un mísero comunicado, redactado por la mano de la insensibilidad, expresando un lamento sin sustento, inverosímil pues si alguien ha sido especialmente hostil con la prensa, es Javier Duarte.
“El gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa —dice el texto de dos párrafos—, lamentó los aberrantes hechos ocurridos la noche del pasado viernes en la colonia Narvarte de la Ciudad de México, donde perdieron la vida cinco personas, entre ellas, el fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril.
“El mandatario manifestó este domingo su plena confianza en que las autoridades de la Procuraduría General de Justicia de Distrito Federal habrán de esclarecer este caso lo más pronto posible”.
Javier Duarte es de palabras huecas y de ideas aún más chuecas. Lamenta lo que no siente y usa un término, “aberrante”, con el que intenta dimensionar el tamaño de una indignación que le es ajena.
No fue aberrante, seguro, la paliza que le propinó su policía a los periodistas en Plaza Lerdo frente al palacio de gobierno de Xalapa, la madrugada del 13 de septiembre de 2013, y ahí amagaron a Rubén Espinosa, lo zarandearon, fue golpeado, obligado a borrar las imágenes que yacían en la tarjeta de memoria de la cámara fotográfica, el registro de la intolerancia y la agresión.
Nada es peor que la falsa congoja. Javier Duarte la practica bien. Se duele del crimen de Rubén Espinosa que no siente, y hay voces que lo ubican como la mano que meció la cuna. Su relación con la prensa no es mala; es peor.
Tilda a la prensa de manzanas podridas, de tener vínculos con el crimen organizado, de ser la expresión de los delincuentes y les lanza una lección ética —“pórtense bien”— como si en su inmensa anatomía hubiera un gramo de calidad moral para dictar las conductas de los demás.
En seis días, Javier Duarte se mantiene a distancia, sabedor que los fuegos del multihomicidio lo queman y lo abrasan, pues nunca en la historia de Veracruz un gobernador había sido tan arteramente agresivo con la prensa crítica y tan torpe como para suponer que con una legión de textoservidores podía inventarse una fama.
Nadia Vera Pérez, la joven activista social, antropóloga, le llamó ignorante con gran agudeza en aquel video que estremeció a todos, descalificado el gordobés porque, le dijo Nadia, no gobierna él, gobierna el narco.
Y a falta de inteligencia política, de habilidad, de colmillo y experiencia, aplica la mano dura y la treta para reclamar su espacio y replegar a quienes disienten o protestan.
Represor nato, imagina Javier Duarte que el poder no se pierde ni disminuye. Su policía bloquea campesinos camino a Xalapa; les impide ejercer su derecho a manifestarse, violando la Constitución, rompiendo el orden legal. Qué sabe de leyes el abogado egresado de la Ibero si el poder lo suplanta todo.
Y así con maestros y todos aquellos que se concentran para reclamar la indolencia oficial, la falsedad y la mentira, el daño ambiental, el agravio a las leyes.
Eso sí, a los 400 Pueblos los trata como quejosos VIP, las mujeres con sus cueros al aire, grotescas, y los varones de risa. Su protesta es denigrante. Hacen de Xalapa una letrina y los xalapeños los tienen que aguantar por ser el espectáculo favorito del señor gobernador.
Su respuesta al crimen de la Narvarte fue un comunicado de dos párrafos en que lamentó el hecho y dispuso todo esfuerzo para colaborar en el esclarecimiento de ese hecho de sangre. Ajá.
Lo dice en palabras y lo niega en los hechos. Su conducta es otra. Mientras ofrece colaborar con las pesquisas policíacas, lanza a sus textoservidores a lavarle la imagen, a justificar su rol represor, a exonerarlo a priori en un juicio que aún no inicia, a derivar el caso de los cinco ejecutados en la hipótesis del narcotráfico, el mejor montaje para evadir el móvil político, alejarlo de la represión a quien tuvo una labor constante de crítica, como lo fue Rubén Espinosa.
No se sabe dónde anda Javier Duarte. Se le cita en Miami, en España, lejos de toda acción de gobierno, vacacionando lejos del torbellino, faltando a su responsabilidad política, reacio a enfrentar el peor momento de su gobierno, la mayor crisis en lo que va del duartismo, acusado públicamente de estar detrás de la ejecución del fotoperiodista, Nadia Vera y tres mujeres más, o por lo menos de ser el autor intelectual de ese clima de ofensa, represión, espionaje, agresión hacia la prensa crítica y el activismo social.
Sin chistar, sin inmutarse, ve los palos de ciego del procurador del DF, Rodolfo Ríos Garza, que primero dice que el quíntuple crimen obedeció a un robo; luego sale con que es el narcotráfico. Acusa que el objetivo del ataque era la colombiana Nicole, a quien llaman también Simone, pero no se llama ni Nicole ni Simone, sino Mile V. Martín, según difunde en Twitter el columnista Julio Hernández López.
Ríos Garza está peor que Luis Ángel Bravo Contreras, el fiscal del duartismo. Conforma el móvil del crimen organizado y por esa ruta se va, lejos de que a Rubén Espinosa y a Nadia Vera los hallan ejecutado por haber enfrentado al duartismo.
Dicen los genios de la palabra, corifeos de Javier Duarte, que Rubén y Nadia estuvieron en el lugar equivocado, a la hora equivocada, en la circunstancia equivocada. No eran ellos el objetivo, sino la colombiana, a quien dan por hecho que era la “burra de la Narvarte”, una mujer de 29 años quien apenas tenían un mes viviendo en el departamento 401 del edificio 1909 de Luz Saviñón. O sea, que con trabajo la conocían.
Bendita casualidad. Rubén amenazado por el duartismo; Nadia amenazada por el duartismo. Ambos exiliados de Veracruz. Rubén seguido y hostigado en el DF. Los dos con el miedo en la piel. Y mueren ejecutados, torturados, baleados de pura chiripa, en el ataque a la colombiana desconocida.
Ni a “Culín” Bravo Contreras y a su guionista de cabecera, autor de thrillers y novelones poca abuela, Enoc Maldonado Caraza, se les hubiera ocurrido semejante historia.
“No les creemos”, gritó la prensa de Xalapa, en el Congreso de Veracruz, en una irrupción inédita, condenando a Javier Duarte porque su actitud amenazante fue lo que provocó la huida de Rubén Espinosa y Nadia Vera de Veracruz hasta su ejecución en el DF.
¿Que Javier Duarte no es responsable? Lo es y de sobra. “13 periodistas asesinados, ningún condenado por los delitos, dos casos en donde los testigos han dado su confesión por medio de un delito de Estado, la tortura; un récord en el gasto en publicidad oficial a medios locales para silenciarlos, amenazas públicas reiteradas del gobernador, 37 periodistas desplazados de Veracruz… No sé, me suena a una irresponsabilidad defender que como-no-se-puede-probar-que-él-no-los-mató entonces debemos callarnos. Solución: no se dejen llevar por los diabólicos contrafactuales pendejos”, resume Antonio Marvel en su espacio de internet Final de Juego.
No es ajena la ejecución de Rubén y Nadia al pacto de la impunidad en la familia política. Lo plantea Edgardo Buscaglia, especialista internacional en crimen organizado y corrupción. Lo publica el periodista Témoris Grecko, en el portal Cuadernos Doble Raya:
“Toda investigación que intente llegar al meollo de quién fue el presunto responsable y de generar material probatorio es bloqueada por definición. ¿Por qué? Porque en un pacto de impunidad como el de México o el de Rusia, ni bien quieres llegar a un actor político, y ese actor político tiene información sobre muchos otros actores políticos, inmediatamente el sistema judicial se cierra”.
Mientras el gobernador vacaciona. El torbellino gira. Lo atrapa, lo sacude, cimbra a su gobierno y él nada hace.
El silencio dice mucho. Así está Javier Duarte.
Archivo muerto
Un más de “Culín”. Implica al abogado Enrique Rentería en falsificación de documentos, sólo para impedir que el único detenido y procesado del caso Karime Alejandra Cruz Reyes quede en libertad. Rentería, ex agente del Ministerio Público en Coatzacoalcos, logró acreditar que José Armando Salinas Linares, presunto copartícipe en el secuestro y muerte de la menor, vio violados sus derechos sometido a tortura, incomunicado, antes de ser presentado al juez, en septiembre de 2014. Basó su prueba en el certificado que expidió el médico Mario Poblete Hipólito, quien entonces era legista en el MP de Las Choapas. Acreditó éste que atendió al detenido sin saber que era acusado del secuestro de la niña Karime Alejandra, que lo llevaron con él policías ministeriales y que presentaba una herida en el cuello. Consignó su nombre en la lista de pacientes, dato que pasó a la bitácora ministerial. Basta ese testimonio para establecer que José Armando Salinas, alias “El Panadero”, vio violados sus derechos. Vulnerado el debido proceso, quedaría en libertad vía un amparo. Pero las tretas del fiscal Luis Ángel Bravo Contreras, son infinitas. Acusa ahora a Enrique Rentería y a Mario Poblete de falsificación de documento, sabedor que el caso está perdido. Mario Poblete fue sustraído ayer de su domicilio, en Las Choapas, mediante engaños; recibió una llamada diciéndole que tendría que presentarse a realizar una certificación en la comandancia ministerial. Abordó un taxi, llevando con él su silla de ruedas, pues le fue amputada una pierna. Poco después, agentes policíacos lo hicieron bajar y lo trasladaron al penal Duport Ostión en Coatzacoalcos. En Xalapa, Enrique Rentería se encontraba con su familia a bordo de su automóvil. Pretendieron ejecutar la orden de aprehensión. Se negó. Todos en el interior del vehículo, fueron remolcados hasta Coatzacoalcos. Perdido, el fiscal Luis Ángel Bravo recurre a tretas de abogadazo. Se recuerda cuando Enrique Rentería lo derrotó en el caso del crimen del pastor evangélico Claudio Martínez Morales, líder de la Comunidad de Dios, en 2013. Acusados falsamente, endebles las pruebas, los cuatro trabajadores electricistas señalados de la masacre lograron su libertad con un amparo. “No está terminado”, dijo “Culín”. Y prometió que reaprehendería a los cuatro electricistas. Consuma su venganza con la maniobra para tener al abogado Rentería tras las rejas, acusado de falsificación de documento, sin derecho a fianza, en manos del aparato represor. Nunca antes Veracruz había vivido un período de oscuridad como el que atraviesa por la inseguridad, la violencia, la justicia torcida, la corrupción de la Fiscalía, los inocentes en las cárceles y los criminales gozando de libertad. Sabe “Culín” Bravo que si el caso Karime Alejandra se cae, comenzaría a hacer maletas e irse con su música a otra parte. Este jueves se espera la repuesta de Enrique Rentería, su familia y sus abogados… Se cimbra el Congreso de Veracruz. Irrumpe la prensa, los compañeros de Rubén Espinosa Becerril, sus amigos, sus hermanos. Protestan por la inacción del Poder Legislativo, por la complicidad con el desgobierno de Javier Duarte, por la inoperatividad de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas, por el clima de hostigamiento contra la prensa crítica, por las amenazas abiertas y el desdén del gobernador hacia los comunicadores, por los 14 periodistas asesinados, los cuatro desaparecidos, los 32 exiliados, uno de ellos en Francia, otro en Estados Unidos, otros más en el interior del país, dedicados a otra cosa, salvando su vida. Falla el sistema cuando se vulnera la integridad de un gremio que es voz de la sociedad, que abre sus canales, que refleja la denuncia, que expresa la protesta social, y con ello asume el riesgo de ser reprimido, de sentir el aparato policíaco en la piel, golpeados y amenazados como le ocurrió al fotoperiodista Rubén Espinosa, de la agencia AVC y colaborador de la revista Proceso y la agencia fotográfica Cuartoscuro. Exigían que cese la intimidación por parte de Seguridad pública, la policía violenta, arbitraria, prepotente, del secretario Arturo Bermúdez Zurita, del gobernador Javier Duarte. “Si les queda vergüenza, dignidad y un poquito de conciencia social”, le expresó a los diputados Noé Zavaleta, corresponsal de Proceso, que exijan a la Fiscalía General del Estado que se ponga a disposición de la PGR y de la Procuraduría del DF para entregar los avances de la investigación por la agresión a los universitarios en Xalapa, la madrugada del 5 de junio, de la cual “Rubén como activista y reportero dio total cobertura y seguimiento”. Exigieron también el cese del hostigamiento y que la Fiscalía deje de proteger a los agentes que participaran por omisión o complicidad en el ataque a estudiantes”. Exigen también que desaparezca la CEAPP, pues en “no ha servido para nada y solo ha sido un elefante blanco”. Que le caiga el veinte a Javier Duarte: a eso ha llevado el clima de hostigamiento propiciado por el gobernador contra la prensa crítica; a que el Congreso de Veracruz sea escenario de una protesta en medio de una sesión…
www.mussiocardenas.com
twitter: @mussiocardenas
–
Foto: Proceso