La corona de Ebrard se abolló. Lo venció la política más gris, Claudia Sheinbaum, la que no prende, ni emociona, ni tiene carisma, pero sí dos episodios de negligencia criminal, con muertos y heridos y agravio social.
No lo vencieron políticos avezados y con bagaje. No fue Monreal, ni Velasco, ni Fernández Noroña, ni Adán Augusto. Fue la favorita de López Obrador, la que López Obrador insertó entre la secta con calzador.
Marcelo está herido, humillado por la insípida Sheinbaum, que no hila tres ideas propias, repetidora del discurso de Andrés Manuel, de sus ocurrencias y absurdos, apologista del gobierno que hizo a los pobres dependientes de la dádiva, destruyó el sistema de salud y desmanteló las estancias infantiles por actos de corrupción que no halló, no evidencia y, por supuesto, no castigó.
Le arrebató la candidatura presidencial de Morena una figura de discurso torpe, sin voz, sin expresión corporal, caja de resonancia de la miseria verbal de López Obrador, de sus loas al Ejército y la Marina, el servilismo al poder militar, del negocio a los generales mientras la tropa se muere de hambre, y el silencio ante sus crímenes, y su ausencia en zonas narcas, y la entrega del país a los Mayos Zambada, a los Menchos Oseguera, a los Chapitos, a los Rojos, a Los Viagras, a los Tacos, a los Ardillos, al Golfo, al Noreste, a Gente Nueva y hasta al Cártel Indígena de Chiapas. Hay un narcoestado y Claudia está feliz.
Con esa figura del obradorismo, tan transparente que no se ve, perdió Marcelo Ebrard, la que arrastra tantos negativos que sólo el efecto Peje, si es que el mesías no se desinfla antes, la puede salvar.
La humillación, pues, duele. Claudia Sheinbaum, la doctora ambientalista, dejó a su suerte a la ciencia, a los investigadores del Conacyt perseguidos judicialmente, al CIDE azotado por el embate obradorista, entronizando a un director violando su propio estatuto. Y pensar que fueron los científicos y los intelectuales y los académicos los que hicieron talacha de promoción de voto para que Andrés Manuel llegara al poder.
Sheinbaum no fue mejor en la contienda interna de Morena. Fue la peor. En discurso la vencen Ebrard, Monreal, Velasco, Fernández Noroña y hasta Adán Augusto López Hernández, en el que se aplicó aquello de “el amor es una cosa esplendorosa hasta que te cae tu esposa”.
En ideas, Sheinbaum es plana, corta, metida en un libreto de tres frases y un guión dictado desde palacio nacional. La 4T hace. La 4T dice. La 4 logra. La 4T cambia. La 4T impide. La 4T construye. La 4T destruye. La 4T obstruye. La 4T es la salvación. Y así el estribillo de Claudia para agradar a su inventor.
Ebrard no proviene de servilismo, sí de la complicidad. Nació como engendro político de Manuel Camacho Solís, que lo encumbró cuando lo acababan de destetar, cuando ambos eran salinistas y negociaban con Andrés Manuel, ellos en la regencia del Distrito Federal y el pseudoactivista social acarreando tabasqueños a la capital.
Ebrard hacía política cuando Sheinbaum aún era estudiante universitaria. Ebrard, en 1989, era secretario general del PRI de la Ciudad de México cuando Sheinbaum se titulaba como ambientalista con la tesis “Estudio termodinámico de una estufa doméstica de leña para uso rural”. Ebrard ya era el pupilo de Camacho Solís cuando Sheinbaum hacia política estudiantil en la UNAM.
Marcelo tardó tres años en encumbrarse. En 1992, Camacho Solís lo convirtió en secretario general de la Regencia del Distrito Federal, el segundo cargo en relevancia en la capital. Sheinbaum siguió en la UNAM, obtuvo una maestría y un doctorado y en 1995 le afloró el aspiracionismo, obtuvo una beca y se fue a estudiar a la Universidad de Berkley, en California. Dice López Obrador que esos que estudian con beca en el extranjero, sólo aprenden a robar.
Políticamente, Ebrard barre a Sheinbaum. Concentra positivos y negativos, trayectoria y claroscuros, roce con los que mandan y errores brutales.
Haber declinado a la jefatura de Gobierno en 2000 en favor de Andrés Manuel, le valió ser nombrado asesor, primero, y secretario de Seguridad, después. Ahí enfrentó el linchamiento de tres agentes encubiertos, dos de ellos muertos, en Tláhuac, y luego el operativo policial en la disco News Divine con una veintena de jóvenes que perdieron la vida por una turba que los aplastó y asfixió. El cese no provino de López Obrador sino de Vicente Fox.
Andrés Manuel lo rescató. Meses después lo nombró secretario de Desarrollo Social. Y en 2006, lo sucedió en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Sheinbaum seguía en la penumbra. Hija de participantes del Movimiento del 68, de origen judío, descendiente de búlgaros, se movió entre los dirigentes del Consejo Estudiantil Universitario. Ahí conoció a quien fuera su esposo, Carlos Imaz, luego delegado en Tlalpan , aquel que apareció en los videos del empresario Carlos Ahumada recibiendo fajos de dinero, similar al episodio en que René Bejarano, secretario particular de López Obrador, obtenía la entrega de moches por las obras que le autorizaban al constructor argentino.
Ebrard y Sheinbaum tienen un común denominador: la Línea 12 del Metro. Ebrard la construyó y Sheinbaum la descuidó hasta que el accidente por negligencia criminal, en 2021, arrojó un saldo de 27 personas muertas.
Carga con otro crimen más cuando un accidente en la Línea 9, el choque de dos vagones, le arrancó la vida a una joven mujer.
Y otro más, el de los 19 niños y 7 adultos sepultados bajo los escombros del Colegio Rébsamen, durante el sismo del 19 de septiembre de 2017.
Descuajada, gris, sin personalidad propia ni carisma, Sheinbaum sirvió a López Obrador para la práctica que más gusta, incluso más que el beisbol: la traición.
Andrés Manuel vio en Claudia Sheinbaum el activo político con que se nutre un maximato. Un hombre de poder requiere un peón leal, sin ideas, sin alcances, sin voz que permee, repetidora de su discurso, que no regatee un elogio, que se cuadre ante el mentor.
Ebrard pudo haber sido el mecenas de López Obrador, el financiador de sus paseos por el territorio nacional, de 2006 a 2012. Pero no bastó.
“En 2006 —escribe Elena Chávez en su libro El Rey del Cash— Marcelo Ebrard alcanzó su sueño largamente anhelado de ser jefe de Gobierno. Estaba en deuda con el tabasqueño, así que el pago fue en efectivo y en cantidades inmensas. Ya en el poder, Ebrard instruyó a su secretario de Finanzas, Mario Delgado (hoy líder nacional de Morena), darle mensualmente a Andrés Manuel millonadas para su campaña. Ebrard fue el autor intelectual del fraude a las finanzas públicas, y Delgado, la mano ejecutora”.
No imaginó Ebrard que el final de la obra no tendría un final feliz.
Andrés Manuel diseñó la sucesión, excluyendo a su antiguo financiador y encumbrando a Claudia Sheinbaum, la que mejor repite los cánticos de la transformación.
La humillación es mayor. Ebrard se formó políticamente, brilló siendo joven, lo acogió Manuel Camacho Solís, haciéndolo secretario general del PRI en el Distrito Federal, secretario general de la Regencia, subsecretario de Relaciones Exteriores, diputado por Convergencia por la Democracia, candidato a la Jefatura de la Ciudad de México por el Partido Centro Democrático, y luego, ya en el PRD, jefe de Gobierno de la capital, y en Morena, canciller.
Y a López Obrador le bastó engañarlo y armar la candidatura presidencial para la oveja más sumisa del redil.
La corona se abolló. Lo venció la que sólo sabe repetir el guión. La 4T hace. La 4T dice. La 4 logra. La 4T cambia. La 4T impide. La 4T construye. La 4T destruye. La 4T obstruye. La 4T es la salvación. Se trata de agradar al inventor.
Con todo, Ebrard sigue ahí. Hay traición pero no hay ruptura… aún.
Archivo muerto
No da una Mónica Robles de Hillman. Apostó por Marcelo Ebrard, luego se subió al carro de Adán Augusto López Hernández y la ganadora fue Claudia Sheinbaum Pardo. A todo le tira Mónica Robles, hija del succionador mayor, José Pablo Robles Martínez, dueño de Diario del Istmo, alias el Periodiquito de Colores, cada vez más desteñido, raquítico, menos páginas, cero lectores y nula influencia. Muy sonriente, la morenista Robles de Hillman posó un día la foto con el ex canciller Marcelo Ebrard en Veracruz, y con ellos la alcaldesa panista, Patricia Lobeira de Yunes Márquez. Creía que inscribiéndose en el proyecto de Ebrard le alcanzaría para amarrar la Senaduría por Veracruz. Su segunda opción fue Adán Augusto López Hernández, ex secretario de Gobernación y amigo del tepetitaneco, Andrés Manuel López Obrador, con el que fue captada en la gira del Conde Contar en Coatzacoalcos. Pues ni uno ni el otro. Ambos se quedaron con las ganas de obtener la candidatura a la Presidencia de México. A la única que no se le pegó Mónica Robles, fue a Claudia Sheinbaum, la que a final venció. Mónica Robles es el oportunismo encarnado. Mientras su familia estuvo pegada al PRD, fue cuauhtemista y obradorista; cuando su marido, Iván Hillman Chapoy, fue alcalde, fue priista, fidelista y duartista; así alcanzó la diputación local, enfundada en su camiseta del PRI-Partido Verde, pregonando que el mejor partido era el PRI. Y al ver el avance de Morena, subió al trapecio y dio el salto vulgar. Por la vía plurinominal y con la casaca guinda se volvió Morena de corazón. Pero hoy se quedó con las dos tortas en la mano, la de Ebrard y la de Adán. Y el banquete al que no acudió fue al de Claudia Sheinbaum. Los Robles y el alcalde Amado Cruz Malpica, el nuevo peón del Clan de la Succión, no la vieron venir. Hay brújulas en oferta. Sin ellas, doña Mónica está perdida… César Soto por el PAN, despunta para la diputación federal por el distrito de Coatzacoalcos. Y en esa ruta van Roberto García Alonso y Armando Rotter, del Partido de la Revolución Democrática, y la priista Martha Fernández. La licencia al cargo del presidente del comité municipal panista fue interpuesta por César Soto el 6 de septiembre, un día antes del inicio del proceso electoral. Roberto García Alonso, ex secretario de Gobierno en el ayuntamiento de Coatzacoalcos en tiempos de Marcos Theurel y ex delegado de Política Regional en el sur de Veracruz, es junto con el ex alcalde Armando Rotter Maldonado, la carta con la que el partido del sol azteca podría contender. García Alonso no tiene conflicto al interior del Frente Amplio por México, pues su pasado político es afín al PRI y PRD. Rotter es todo lo contrario. Rotter ya traicionó a la alianza opositora en 2021. Participó en el proceso interno y de buenas a primeras se echó para atrás y mostró que su corazón estaba con Morena. Poco después, se le pegó al hoy senador Alejandro Rojas Díaz Durán, suplente del morenista Ricardo Monreal Ávila. Y no pierde oportunidad de acercarse a Andrés Manuel López Obrador, nada discreto, tácitamente implorando que el presidente le guiña un ojo. Cierra el círculo la priista Martha Fernández, quien realiza una amplia labor en colonias donde atiende las demandas de los vecinos por el mal estado de sus calles. Mucho antes de que iniciara el proceso electoral, Martha Fernández ya venía prestando ayuda a través de su empresa constructora Roma. La candidatura del Frente Amplio por México en Coatzacoalcos está sujeta a dos factores: en Veracruz la alianza PRI-PAN-PRD será parcial y aún no se tiene la certeza que en Coatzacoalcos los tres partidos vayan unidos; y el criterio de género determinará quién será la candidata o el candidato. Cuatro prospectos en la línea de salida… Sandra Collins es regidora y la principal detractora del alcalde Amado Cruz Malpica. Y como ella, muchas más del equipo de Rocío Nahle. De su oficina brotan improperios, descalificaciones, infidencias. Y aunque tiene razón, y aunque Sandra Collins conoce el lado oscuro de Amado, las transas y las tretas, pasa por alto que son “equipo” y que si se hunde Morena, se hunden todos. Sandra Collins, que también tiene lo suyo, intratable y protagónica, es el terror del área de Comunicación Social. Si los reflectores se encienden, Sandra debe estar ahí. Y si no, hay sismo en el palacio municipal de Coatzacoalcos con epicentro en la regiduría segunda. Si el tema es salud, la enferma debiera ser Sandra Collins; si hay comedor comunitario, la comensal debiera ser Sandra Collins; si se habla de gordofobia, Sandra Collins los acompaña. Cada vez que se detectan raterías entre los allegados al alcalde, Sandra Collins Coronel se regodea. El conflicto con la banda de Amado Cruz Malpica cada día es mayor. El golpeteo interno crece. Lo único que no hace es dar el paso final. Si sabe que hay corrupción, abuso y tráfico de influencias, debiera denunciar. Mientras, de su oficina brotan las infidencias que tienen a Amado Cruz Malpica en la mira de Coatzacoalcos… Fuera de Sheyla Jara, son contados los jóvenes priistas con posibilidades de figurar. Sheyla aborda los temas de Coatzacoalcos, el desgobierno de Amado Cruz Malpica, la ciudad en el abandono, la falta de servicios públicos. Toca un caso sensible, el crimen del joven Alexis Moreno Mérida, ultimado por un par de policías estatales, la madrugada del 9 de agosto. Sheyla Jara Jaramillo resalta la brutalidad policíaca contra un joven que horas antes se divertía sanamente con un grupo de amigos en la colonia 24 de Octubre. Abordó el vehículo en que un amigo lo llevaría a su hogar. A medio camino, elementos de Seguridad Pública de Veracruz, sin mediar causa, comenzaron una persecución, les dispararon y Alexis recibió un impacto de bala en la espalda. Murió minutos después de llegar herido a la Clínica 36 del Seguro Social. Muchos callaron; Sheyla no. Muchos eludieron el tema; Sheyla no. Y reclama justicia y alza la voz. Por eso y por muchos otros temas se viene destacando entre los demás…
Fotos: Sol de Hermosillo, Yahoo