La ola de crímenes devora al gobernador

Son 23 homicidios en tiempo récord, un alcalde ejecutado, un síndico ultimado, un regidor abatido, una mujer degollada, y días después tres policías levantados, uno muerto, uno herido, una desaparecida. Y el gobernador no deja de mentir.

Son miles de asesinatos, ajuste de cuentas, masacres, choque de cárteles por las plazas y hasta mandos de Seguridad Pública de Veracruz que ordenan el levantón de otros mandos, como el Archi, director de la Policía Vial, cuyo cadáver apareció a los cinco meses exhumado por las manos de sus sicarios que portan placa y revólver oficial.

Y la extorsión in crescendo.

Y el feminicidio a todo lo que da.

Y Veracruz punteando en el ranking de crímenes de odio.

Y la evasión de Cuitláhuac García, insolente.

Y el encubrimiento a la policía criminal, soez.

“No hay que exagerar”, dice el insensato cuando se le pregunta sobre la desaparición de mujeres en Altotonga, Perote y Villa Aldama, en la zona montañosa, al centro de Veracruz.

¿El síndico de Omealca? Ah, sí —criminaliza el gobernador— tenía tratos con el Cártel Jalisco Nueva Generación.

“Les pido que no mientan”, recrimina a los periodistas que informan sobre los niveles de violencia.

“La violencia es herencia del pasado”, se excusa.

Y por si las palabras se las llevara el viento, por si hay a quien marear, un año atrás la falacia de Cuitláhuac se plasmó en letras de molde. “Veracruz es el segundo estado más seguro de México”. Y le atribuyó la clasificación al Inegi. Diseminó decenas de espectaculares en carreteras y ciudades donde, por supuesto, provocó sorna, ataques de risa, mentadas de madre y condenas.

Pues no. La violencia es del pasado y del presente. Viene de Fidel Herrera, de Javier Duarte, de Yunes Linares, y se acentúa con Cuitláhuac García Jiménez, el que prometió que acabaría con la inseguridad en seis meses, luego tramitó una prórroga de dos años y ya van cuatro y ha resultado una nulidad.

Cuitláhuac García cerró 2022 con un baño de sangre. Y abrió 2023 con otro baño de sangre. Y luego los policías levantados en Córdoba que activaron un código rojo. Uno apareció muerto; otro, herido, y la uniformada a la que simplemente se la llevaron y nadie sabe por qué.

La seguridad que el gobernador le brinda a Veracruz es de saliva. Las masacres de fin de año sacudieron a todos y desmintieron al gobernador.

Veracruz no es el segundo estado más seguro de México. Veracruz es tierra de nadie, de delincuentes y policías delincuentes; de capos y gobernantes metidos hasta el cuello en lo más profundo del pantano; de matones sin alma y de Cuitláhuac y su mafia, de Cisneros, Hernández Giadáns y los ministeriales torturadores, y el almirante Zúñiga Bonilla que terminó siendo el continuador de Hugo Gutiérrez en esa madriguera de matarifes llamada Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz.

La estadística maquillada sirve para dibujar la irrealidad. El delito se oculta. Las cifras se alteran. Y se le miente al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Había que escuchar los alardes del zorrillo de palacio. Disminuía la inseguridad y Veracruz estaba libre de secuestro. Así hasta que la sangre corrió. Ejecuciones de políticos, masacres en bares, un jefe policíaco municipal levantado y ejecutado, embolsados y una degollada, conformaron el festín de 23 muertos. Y Cuitláhuac se jodió.

Al alcalde de Rafael Delgado, Isauro Ambrosio Tocohua, lo cazaron los sicarios, el 30 de diciembre de 2022. Acudió a un velorio. Abordó su camioneta e instantes después fue interceptado. Recibió seis disparos que le segaron la vida.

Ese día fue asesinado el tesorero municipal de Tezonapa, Salvador de Jesús Páez Tostado. Circulaba por una carretera en el municipio de Cuitláhuac, acompañado por dos empleadas del ayuntamiento.

Le metieron siete balazos.

Un mes antes, el síndico de Omealca, Miguel Tinoco García, fue ejecutado. Tanto ese caso como el del alcalde de Rafael Delgado y el del tesorero de Tezonapa, el gobernador los revictimizó. Los ligó al crimen organizado.

El festín de muerte siguió. El 31 de diciembre ocurrieron nueve crímenes, unos en Martínez de la Torre, otros en Coatepec, Espinal y Córdoba.

Al comandante de la policía de Espinal, José Luis Quinto, lo habían levantado. Su cuerpo fue hallado en bolsas negras de plástico.

Otros cuatro sujetos fueron acribillados mientras convivían en la calle, en Córdoba. Un comando los sorprendió y les quitó la vida.

Al siguiente día, 1 de enero, la ola de violencia sacudió a Veracruz. En ataques simultáneos a bares, en Poza Rica, al norte de la entidad, 12 personas fueron ultimadas.

Y a esa masacre se sumó el hallazgo de una mujer, conocida como Bibi, a quien degollaron y cuyo cuerpo fue hallado en un departamento de la colonia Playa Sol, en Coatzacoalcos. En la boca le hallaron trapo para evitar que sus gritos fueran escuchados.

El 10 de enero, tres policías municipales de Córdoba fueron levantados. Minutos después hallaron a dos de ellos; uno no presentaba signos vitales; el otro se hallaba herido. De la mujer policía nada se volvió a saber.

Y Cuitláhuac presumiendo que la inseguridad en Veracruz cedió.

La violencia proviene del poder que detenta el crimen organizado y la impunidad que le otorga el aparato de poder. Los narcos mandan y el gobierno de Cuitláhuac se mimetiza con los malos. Los cobija, los acuerpa. Hay tiempos en que le disputa el territorio y tiempos en que se los vuelve a dar. Como era antes, como es ahora.

La violencia brutal viene del Cártel del Golfo y de Los Zetas en tiempos de Fidel. Y de Los Zetas y el Cártel Jalisco Nueva Generación en el sexenio de Duarte. Y del Cártel Jalisco y unos zetas disminuidos en la era Yunes. Y Cuitláhuac llegó con seis cárteles y ya van siete y una multiplicidad de grupos delincuenciales.

La tragedia que asfixia a Veracruz se nutre en esa violencia. Se vive con miedo. Se le teme al narco y al policía por igual. Compiten los cárteles de los “fuera de la ley” con los cárteles que representan la ley. Disputan territorios, plazas, negocios y víctimas. Y la catarsis se da cuando la delincuencia y la “justicia” se funden en un sólo poder, un narcopoder.

Y esa violencia no tiene para cuándo acabar.

Una oleada, 23 asesinatos en tiempo récord —72 horas— trajeron a Cuitláhuac a la realidad.

Archivo muerto

Un bulto llamado Adán Augusto llegó a Veracruz. Sin carisma, gris, infumable, vino a placear. Llegó con la encomienda de Andrés Manuel de tomarle el pelo a los que le ven arrestos para suceder al mesiánico en la silla presidencial. Usó el montaje de los Diálogos Ciudadanos sobre reforma electoral, con la investidura de secretario de Gobernación, trepado en el desgobernador Cuitláhuac García, en legisladores, funcionarios de gobierno y alcaldes, aún aquellos que habían sido amenazados por el sátrapa Eric Cisneros Burgos. Pesa más un secretario de Gobernación que un secretario de Gobierno, aunque ambos sean escoria política del mismo retrete. Al abuelo de los Monsters, como se le conoce en el mundillo de las redes sociales, le armaron el escenario, le aplaudieron a rabiar, le quemaron incienso y, siendo adoradores de la zacatecana Rocío Nahle y de Claudia Sheinbaum, de Cuitláhuac para abajo todos se le tuvieron que cuadrar. El espectáculo es deplorable e hilarante. Sólo quien no conoce a Adán Augusto López Hernández se traga el tamal de sus alcances para ser el relevo de López Obrador. Baste decir que ni se acerca en las encuestas a Claudia Sheinbaum, lo que ya de entrada suena grave. El certamen de mediocridad es digno de la secta cuatrera, donde proliferan los sin mente, los sin honra y los sin dignidad. Media hora después de la visita del Abuelo Monster, ni quien se acuerde que pisó Veracruz… Ruido y cuento y el priismo no pasa de ahí. Ex líderes estatales, legisladores y ex legisladores, emisarios de los grupos de poder patalean contra el acuerdo del Consejo Político Nacional que permite a la actual mafia jefaturada por Alejandro Moreno Cárdenas prorrogar su gestión cuando ésta concluya. Con ese agandalle, Alito “El Trampas” Moreno habrá de controlar —vender— candidaturas al Senado y diputaciones, a gubernaturas, y maniobrar dentro de la alianza Va por México sabiendo que su firma vale y que en cuanto se lo instruya Andrés Manuel López Obrador, tumba el bloque de oposición. La respuesta es —ríanse— epistolar. Una carta abierta muestra el repudio, de palabra, de los grupos de poder en el PRI de Veracruz. No la suscriben —faltaba más— ni Marlon Ramírez, su presidente estatal, ni Arianna Ángeles Aguirre, secretaria general. No tomas sedes del PRI, ni marchan por las calles, ni lanzan gritos de protesta. Un día después, la dirigencia estatal del PRI, o sea Marlon y su banda, se solidariza con Alito Moreno y su pandilla. Ese PRI fragmentado, podrido, desprestigiado, basura, es el que pretende ser opción para tumbar del poder a los cuatreros de Andrés Manuel. Para reír… La verdadera vocación de Braskem es la evasión fiscal. Pretende hacerlo en Coatzacoalcos como antes lo hizo en Nanchital. No terminan de aterrizar los permisos de construcción para la terminal portuaria de etano en la dársena de Pajaritos; el retraso ya es de seis meses pues la obra iniciaría el 22 de julio de 2022, y lo único que se le ocurre al vocero de la firma brasileña, Sergio Plata, es decir que la obra avanza, comenzando no por los muelles ni por el tanque de almacenamiento criogénico, sino soldando y apilando tubos en los patios de Etileno XXI. Ojalá ese disparate fuera lo peor. Lo grave es que la Dirección de Desarrollo Urbano del ayuntamiento de Coatzacoalcos se voló tasando los permisos municipales en 100 millones de pesos y Braskem, fiel a su costumbre, pretendiendo pagar una miseria, suponiendo que los mexicanos se les tienen que hincar. La patraña de Sergio Plata sirve para algo. Refresca la memoria. Hace recordar aquel episodio en que el ayuntamiento de Nanchital llevó a juicio a Braskem, filial de Odebrecht, la constructora brasileña protagonista de decenas de conflictos judiciales por su proclividad al soborno. Braskem fue denunciada en Nanchital por aportar información falsa cuando solicitó los permisos municipales para construir la planta procesadora de etileno. Dos de sus directivos, Roberto Velasco Gutiérrez y Stefan Lanna Lepecki, terminaron implicados en la denuncia por falsear datos sobre la superficie en que se realizaría la construcción. Aquello creció como bola de nievo y el ayuntamiento de Nanchital los llevó a juicio por evadir el pago de casi 300 millones de pesos y los trabó. Y en Coatzacoalcos, si persisten en esa conducta delictiva, la pomposamente llamada Terminal Portuaria de Etano no se construirá jamás. Gracias, terca memoria,  porque estos rufianes verdeamarelos nunca van a cambiar. En breve, el detalle de la transa…

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Fotos: Metropolitano en Línea, AVC, NV Noticias