Denuncia corrupción y Cuitláhuac la tilda de chantajista

Eusebia —Cheva Cortés— quiso cimbrar al Congreso, sacudir a Veracruz, acusar corrupción en la Secretaría de Seguridad y Cuitláhuac la exhibió. La diputada taxista quise negociar. Es chantajista, le espetó el gobernador.

Hechura de Rocío Nahle, la madrina de todas sus trampas, Eusebia Cortés Pérez suele increpar, ser altanera, procaz y majadera, tildar de “ratas” a mujeres priistas y categorizar de “hijos de puta” a Peña Nieto y Videgaray, pero con Cuitláhuac se jodió.

No terminaba de exponer la corrupción que carcome a la Dirección de Transporte, dependiente de la SSP, cuando el aparato de poder la hizo callar.

“Chantajes no”, le recetó Cuitláhuac advirtiendo que la diputada local por Coatzacoalcos tiene placas de taxi, es concesionaria y realizó gestiones ante la Dirección de Transporte que no le han sido aceptadas.

“Si tiene pruebas que las presente”, revira el coordinador de la fracción de Morena en el Congreso de Veracruz, Juan Javier Gómez Cazarín, un antiguo vendedor de automóviles con múltiples denuncias, señalamientos de cobrar y no entregar los autos y demandas en juzgados civiles por pagarés que no quiere saldar.

Y así el conflicto entre la diputada morenista y el gobernador de Veracruz.

Frente al secretario de Seguridad, Cuauhtémoc Zúñiga Bonilla, en la glosa del informe de gobierno, Eusebia Cortés había reclamado la extorsión aplicada a taxistas, su gremio; trámites engorrosos que forzaran el “moche”; cobro de hasta de 30 mil pesos por liberar vehículos en los corralones; la duplicidad de permisos en unidades del servicio público; el negocio de las grúas con cobros excesivos y sin control que por meses ha ventilado en el Congreso, y la colusión entre la Fiscalía de Veracruz, Tránsito y los concesionarios de las grúas.

A Zúñiga Bonilla le había descrito la mecánica de la extorsión. Habiendo delegaciones en toda la entidad, son tantos los trámites que terminan acudiendo a Xalapa, capital de Veracruz. Y los trámites no avanzan. Les aplican la aburridora, “para que caiga el afloja todo, como así lo llamamos los taxistas”, pagando para obtener o renovar sus permisos.

Eusebia Cortés sabe de lo que habla. Es taxista aunque nadie la vea frente al volante. O mejor dicho, cuenta con las placas de taxi que le concedió el ex gobernador priista, Javier Duarte de Ochoa, a un grupo de conductores alineados con el Partido de la Revolución Democrática, de las que Cheva se llevó la mayor parte.

Al secretario de Seguridad lo centró:

“Hay taxis con números sobrepuestos en diferentes carros. Qué quiere decir: un número en tres vehículos con permisos, inclusive permisos que ni siquiera son del mismo vehículo. Por decir, un Tsuru lo trae un Spark con el mismo número”.

Zúñiga Bonilla intentó matizar. Hay 20 módulos a lo largo y ancho de Veracruz. Los taxistas no tienen por qué acudir a Xalapa.

Pero Eusebia Cortés lo atajó y activó la bomba: “está siendo engañado”. Y por ahí se fue:

“Muchas Fiscalías parecieran tener complicidad con las grúas y los corralones. No pueden ver un vehículo que esté estacionado por un tiempo, dos o tres horas, porque enseguida la Fiscalía manda y los detiene. Los detiene y de inmediato los mandan al corralón.

“Empiezan a hacer la investigación y se pasan uno, dos, tres… Inclusive pareciera que ya tuvieran una fecha determinada de más o menos 16 días para dar la liberación de tal vehículo porque resulta que el vehículo ni es robado, ni es acusado por ningún delito y ni le dan su carta de liberación. Y ahí viene lo bueno: ir al corralón a sacar ese vehículo. Primero ya está desmantelado, las piezas cambiadas; segundo, el gran costo que esto conlleva. Estamos hablando que por 16 días han cobrado hasta 30 mil pesos por corralón. No entregan factura, no entregan listado de por qué ese costo y uno habla, aquí sea a Transporte, Tránsito o a Seguridad y lo primero que te dicen, son grúas particulares”.

Para los delicados oídos del gobernador, aquello fue un estruendo. La increpó. La descalificó. Le imputó ignorancia, falta de pruebas y chantaje.

“Esos chantajes los hacían los priístas —dijo—, pero la diputada habla así porque tiene placas de taxi. La gente no sabe que la Diputada se ha acercado a la Dirección de Transporte para solicitar acciones, no le han sido aceptadas. Ojalá que si tiene pruebas las presente a la Fiscalía”.

“Chantajes no, yo tengo la moral muy alta —agregó—, a mí no me van acusar que tengo placas de taxi, he dado muestra que cuando hay indicios claro, lo quitamos, aquí no solapamos corrupción. Pero si no sabemos ni quien es el Director, si tienes placas de taxi, eso no es 4T, por favor. Si una representante popular no sabe poner una denuncia, qué nos espera”.

Gómez Cazarín, coordinador de Morena en el Congreso de Veracruz, también embistió a la diputada consentida de Rocío Nahle. “Tampoco se trata de solo alzar la voz y buscar el protagonismo que no nos lleva a nada. Hay que trabajar, pero con pruebas y con mucha certeza”, dijo.

Aquella noche, se difundió una respuesta presuntamente falsa en que Eusebia Cortés imputaba corrupción en el gobierno de Cuitláhuac García, agradecía a Javier Duarte por las placas de taxi recibidas y advertía que informaría del incidente a su jefa política y madrina, la secretaria de Energía del gobierno federal, Rocío Nahle García.

Minutos más tarde, Eusebia Cortés se deslindó del escrito que circulaba en redes sociales.

Entre gitanos no se leen la buenaventura. Se conocen, se huelen, se sienten, se detestan, se rasguñan y luego se lamen las heridas. Así metabolizan sus odios en Morena.

Eusebia Cortés no es mejor que Cuitláhuac García ni Cuitláhuac es mejor que Eusebia.

El gobernador de Veracruz es un sátrapa de marras, delincuente institucional, arbitrario con el inocente y cómplice de la delincuencia. Y un adicto a fabricar delitos y maniobrar para mantener en las cárceles a sus enemigos políticos.

Eusebia es procaz, altanera, superlativamente majadera, sicaria verbal del ex alcalde de Coatzacoalcos, Víctor Manuel Carranza Rosaldo, cuando fue regidora, la que hablaba y gritaba, golpeaba en la mesa atajando las propuestas y los reclamos de la oposición.

Siendo taxista sin taxi, en los tiempos del gasolinazo, tomó literalmente la ciudad de Coatzacoalcos, bloqueando camiones y automóviles de servicio público, bajando pasajeros, amenazado a los conductores, cumpliendo las instrucciones del obradorismo locuaz.

Agitadora sin freno, se valió de la protesta para sacarle decenas de concesiones de taxi a Javier Duarte. A la fecha, decenas de quienes la secundaron siguen esperando las placas prometidas.

Cuitláhuac no es mejor. Ardido por el tamaño de la denuncia, quiso apagar el fuego descalificando a la alumna y protegida de Rocío Nahle. Exhibió su ignorancia —“si una representante popular no sabe poner una denuncia, qué nos espera”—. Y la categorizó como chantajista —“se ha acercado a la Dirección de Transporte para solicitar acciones, no le han sido aceptadas. Chantajes no”—.

El reclamo de Eusebia es justo pero políticamente incorrecto. Cuitláhuac García es pieza clave en el proyecto de Rocío Nahle al gobierno de Veracruz y de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de México. Es el motor financiero, el que controla el erario, el que mueve a la burocracia, a los órganos electorales, a la prensa vendida. Y Cheva le suelta que en su gobierno hay corrupción.

Nahle es la jefa política de Cuitláhuac y Eusebia Cortés lo sabe. Nahle solapa y sostiene a Cuitláhuac García. Cuatro jodiendo a Veracruz y Nahle lo mantiene ahí.

El reclamo es válido. Eusebia denuncia corrupción en la Dirección de Transporte y acusa que el secretario de Seguridad “está siendo engañado”.

Y en respuesta, el gobernador le imputa chantaje.

Archivo muerto

Ego López Obrador sólo sabe verse al espejo. Soy el agitador. Soy el mesiánico. Soy el imán de los metales, y si es en cash, mejor. Soy de izquierda aunque sea mocho y de derecha. Soy el acarreador. Divierte con su marcha, la del ardor. Divierte a los que mandan al diablo su reforma electoral. Divierte a los que le pican la cresta y detonan su ira y provocan el berrinche y lo exhiben como el peleador callejero que es. Y desatan sus demonios. Cualquiera que le gane la calle —los que defienden al INE, el movimiento femenil, los que exigen medicamentos, los que lo increpan en carreteras, los que vencen las barricadas y rompen el cerco policíaco llegando a Palacio Nacional— merecen una lección. Y por eso el pata de perro vuelve a marchar. La diferencia estriba en que cientos de miles acuden sin acarreo a defender al INE y el remedo de Juárez convoca a un millón teniendo que recurrir al acarreo con un gasto descomunal. Por eso es tan divertido provocar a Ego López Obrador…Vestido y alborotado, como novia de rancho, dejó Claudia Sheinbaum a Cuitláhuac. Ahí lo tuvo, comiendo de su mano, y nunca llegó al Informe del gobernador de Veracruz. Días y noches alardeando. Días y noches escuchándose el estribillo de la prensa vendida, y los coros de la Cuarta Putrefacción, y la masa chaira que opera en modo aplauso, y al final la jefa de Gobierno de la Ciudad de México —y corcholata favorita de Andrés Manuel López Obrador— no apareció. Desaire no es; tomada de pelo, sí. Apenas supo la doctora Sheinbaum que el tal Cuitláhuac García Jiménez, desgobernador de Veracruz, ya tenía listas la maletas para dejar el cargo e irse desmadrar la campaña anticipada de la corcholata puntera en el galgódromo obradorista, tomó una sabia y sensata decisión: enfriarle la nacha al Cuit. La ausencia, como signo político, es rechazo. Cuitláhuac se tuvo que conformar con la compañía de Rocío Nahle García, cuyos bonos se devalúan cada vez que la alberca de Dos Bocas alcanza niveles sin precedente, nutrida por los torrenciales aguaceros que suelen caer en Tabasco, y peor cuando en palacio nacional se desata la ira por la embarcada que le diera la secretaria de energía al mesiánico Andrés Manuel López Obrador de inaugurar una refinería construida a medias y con el riesgo de que procese su primer barril de petróleo allá por el año 2025 cuando Andrés Manuel ya se haya ido a residir a La Chingada, su finca en Palenque, Chiapas… No enfrenta Arturo Delgadillo solo un par de denuncias por corrupción en la asignación de obras públicas. Hay otras dos. Y la suma del daño, los moches, los servicios que pidió y que serían cubiertos con contratos vía asignación directa, se acerca al millón de pesos. Y Onésimo Mendoza, su subalterno, otro tanto igual. Delgadillo Medina, director general de Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Medio Ambiente, es el objetivo de una amplia investigación interna. Lo tienen en la mira la síndica, Ana Bertha Hernández Aguilar; la tesorera, Grace del Carmen Mendoza Chesty, y el Departamento Jurídico. Arturo Delgadillo, cita una de las denuncias, habría pedido dos cantidades en diciembre de 2021: más de 50 mil pesos los destinaría una operación que se le practicaría a una activista de colonia; otros 250 mil dijo que serían para cumplir diversos compromisos con colonos. A cambio soltaría una obra de alrededor de 5 millones de pesos. Su director de Obras Públicas, Onésimo Mendoza Flores, que llegó al cargo con la venia del constructor Oscar Fosado Monzalvo, según relato del personal municipal, acumula más de una decena de señalamientos de maniobrar con las licitaciones públicas y asignar contratos u obligar a subcontratar obras a empresas favoritas y controlarles el manejo financiero teniendo acceso al token bancario. Las denuncias son contundentes. Una de ellas incluye la ubicación de un inmueble en una colonia aledaña al centro de Coatzacoalcos donde se consuman los actos de corrupción. Y hay más… Día a día, los siervos de Samuel Ordaz apuntan hacia las áreas verdes de Coatzacoalcos. Hurgan en Desarrollo Urbano, abren expedientes, consultan documentos, ven cada terreno, sus dimensiones, sus colindancias. Y luego harán la revisión in situ, en vivo. Los vasallos del secretario del ayuntamiento de Coatzacoalcos, Samuel Ordaz Ortega —los Gilbertos, los Lizandros, los Eliezeres, los Rodríguez, los Nelson—, se afanan por tener el control de las áreas verdes. Y una vez con la información en la talega, procederán a la modificación de uso de suelo, pasando el trámite a cabildo, remitiéndolo al Congreso de Veracruz para su anuencia y luego su venta. O sea, lucrar con los bienes del pueblo. Más o menos como lo hicieron el ex alcalde Iván Hillman Chapoy y el depredador de cabecera, Mariano Moreno Canepa, o como ocurrió cuando un maloso como el Comandante H, alias Hernán Martínez Zavaleta, líder zeta en Coatzacoalcos, hoy condenado a 20 años de prisión, se apropió, vía prestanombres, de diversas áreas verdes en los límites de la colonia Petrolera. Samuel Ordaz, el vicealcalde, es la viva presencia del marcelismo en el ayuntamiento morenista de Coatzacoalcos. Y sus siervos operan en alta, escudriñando en los archivos de Desarrollo Urbano, identificando áreas verdes como lo hicieran el marcelismo y el ivanismo años atrás. En once meses como secretario del ayuntamiento muestra todo lo voraz que es…

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Fotos: Telerreportaje, AVC