Arrojado al abismo, Jorge Winckler no está en prisión por causa de la justicia, ni por delitos reales, ni por violaciones a la ley. Es el plato fuerte de una vendetta política, la de Javier Duarte, la de Andrés Manuel, la de Cuitláhuac García contra el yunismo azul.
No paró en Pacho Viejo, la célebre cárcel de Coatepec, por la imputación de secuestro, de tortura, de omisión del deber legal, ni por complicidad con los cárteles, ni por ocultar expedientes judiciales, ni por abuso de autoridad. Paró ahí por haber perseguido, cercado, presionado y logrado la extradición de Javier Duarte, que el ex gobernador fuera procesado, sentenciado y confinado en el Reclusorio Norte como el ladrón que es.
No está tras las rejas por una o dos o cualquier número de causas penales. Winckler fue cazado por la afrenta que representó encarcelar al siniestro “Capitán Tormenta”, Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública del duartismo, cuya policía de élite está implicada en desaparición forzada y tortura contra presuntos “halcones” zetas, o contra policías que rechazaron el rejuego, o contra ciudadanos inocentes; policías de élite inodados en el crimen del cantante Gibrán; policías que levantaron en Tierra Blanca a cinco jóvenes y nunca se les volvió a ver.
Y documentó el enriquecimiento ilícito del “Capitán Tormenta”, la compra de casas en Woodlands, Texas, Estados Unidos, a nombre de familiares; la creación de empresas de la noche a la mañana, inmobiliarias, de seguridad privada. A ese rufián, jefe de un cártel policíaco, Winkler lo refundió en Pacho Viejo. Y cuando el obradorismo llegó al poder, quedó libre.
Winckler llevó a la cárcel al fiscal del duartismo, Luis Ángel Bravo Contreras, alias Fisculín. Le halló tretas y triquiñuelas, abuso de sus subalternos, las trapacerías de la temible “Chacala”, Rosario Zamora, su brazo ejecutor; del director de Servicios Periciales, Gilberto Garza, que alega que su tortura consistió en que por las noches, mientras permanecía en Pacho Viejo, le hacían escuchar canciones de Maluma —qué rosa resultó el forense— y de la ex delegada de la Policía Ministerial, Carlota Zamudio Parroquín, todos implicados en denuncias por desaparición forzada.
Fisculín y La Chacala recuperaron su libertad cuando Cuitláhuac asumió el gobierno de Veracruz.
Y así la cacería, ordenada por Miguel Ángel Yunes, entonces gobernador, y ejecutada por Winckler.
A unos los llevó ante la justicia; a otros no. Unos robaron y ayudaron a Javier Duarte a Robar. Unos —Flavino Ríos, ex secretario de Gobierno y luego gobernador interino cuando Duarte se peló; Mauricio Audirac, ex secretario de Finanzas; Francisco Valencia, ex director de la Comisión de Aguas del Estado de Veracruz; Gina Domínguez, directora de Comunicación Social; Juan Antonio Nemi Dib, ex director del DIF en tiempos de Karime Macías y más luego titular de Salud, quien fue absuelto mediante amparos otorgados por la justicia federal; César del Ángel, el decrépito líder de los 400 Pueblos, ya fallecido, que convirtió a Xalapa en un muladar, el parque Juárez usado como letrina de congal, paseando a hombres y mujeres semidesnudos, incluso una dama menor de edad mostrando los pechos, admitido así por el hijo del dirigente, Marco Antonio del Ángel Arroyo, lo que constituye perversión de menores— pasaron una temporada en prisión.
Otros —Alberto “El Cisne” Silva, imputado por pago de facturas a empresas fachada siendo secretario de Desarrollo Social estatal y director de prensa, y Antonio Tarek Abdalá, ex tesorero del gobierno de Veracruz— intocables gracias al fuero de diputado federal y al cobijo que les dio el PRI.
Winckler tocó esas fibras y por está en prisión. Su caso es político. Una vendetta en la que el amasiato Duarte-Cuitláhuac destrozan al ex fiscal mientras eluden a Yunes Linares.
Estuvo en la cumbre, excedido y soberbio, y hoy su mundo es el frío penal de Pacho Viejo.
Jorge Winckler huyó en 2019, sufrió el asedio, evadió a sus captores, anduvo en la penumbra por casi tres años hasta que una pifia, un error de kinder, precipitó su aprehensión.
El domingo 24 de julio, en Tuxtepec, Oaxaca, un intenso operativo alertó a la prensa. Reporteros de medios de comunicación y redes sociales supieron que una cámara de videovigilancia en la caseta de peaje del Puente Caracol, había captado la imagen de Winckler. Se dio aviso a fuerzas de seguridad federal y de estado de Veracruz, pero el objetivo se perdió.
Según versiones de prensa, Winckler viajaba en una camioneta tipo SUV, color negra, escoltada por un vehículo Jetta. Horas después se internó en la Sierra de Juárez, monitoreado con drones.
El lunes 25 ocurrió la aprehensión, en Puerto Escondido, Oaxaca, en la zona de playa. Vestía ropa deportiva. La diputada federal, Marijose Gamboa, reveló que no hubo ningún trabajo de inteligencia. Le colocaron un GPS al automóvil de la hija de Winckler y así lo ubicaron.
Exhibido como trofeo, la dupla Duarte-Cuitláhuac no deja de regodearse con la aprehensión. Fue mostrado como un torturador, implicado en desaparición de personas, cómplice del crimen organizado. Y más cargos que le irá sumando la fiscal espuria, Verónica Hernández Giadáns, a la carpeta de investigación. No se puede esperar menos de la mayor fabricantes de delitos e inventora de asesinos en la historia de la procuración de justicia en Veracruz.
Hay gozo en el chiquero. Los cerdos aplauden. Los cerdos ríen. Los cerdos se dan tiempo de tuitear la ponzoña que los hace vivir.
Flavino, aquel que defenestraba a Fidel y a Duarte en sus sesiones de intriga, se mofa como si fuera un cordero sin mancha. Que Winckler no actuaba solo sino por órdenes de Miguel Ángel Yunes, cierto. ¿Y acaso Flavino actuaba solo cuando era secretario de Gobierno? Era la doncella de Duarte y bailaba al son que el goberladrón le quería tocar.
Dice Flavino Ríos que Yunes tuvo un cómplice mayor, Edel Álvarez Peña, entonces presidente del Poder Judicial de Veracruz. Como si no hubiera evidencia de las tretas urdidas y ejecutadas juntos, Flavino y Edel, desde el gobierno de Rafael Hernández Ochoa.
Luego, con Miguel Alemán, Flavino tripulaba a Alejandro Montano, ex secretario de Seguridad, y Edel a Roberto López Delfín, secretario particular del ex gobernador. Tenían a Veracruz a sus pies.
Hay gozo en el Reclusorio Norte. El reo Javier Duarte se mofa de Winckler. Tuitea cada idiotez. Pide a Dios que no le vayan a inventar delitos a su esposa y que no lo torturen.
El reo Duarte no deja de ser escoria, residuo, basura. Destila ruindad, la que el delincuente lleva en el alma. A Winckler no lo ha condenado ninguna corte. Enfrenta la embestida política de Morena-PRI, o de la trinca AMLO-Duarte-Cuitláhuac. Así le imputen mil cargos, no se le ha condenado.
Javier Duarte sí. Es un ladrón confeso, sentenciado, traído de Guatemala vía extradición, tras huir con el beneplácito del sátrapa Enrique Peña Nieto y regresar con delitos menos graves para acortar su tiempo en prisión. Y luego halló dos cómplices sin par: Andrés Manuel y Cuitláhuac García.
El gozo del duartismo es una pantalla. Se saben delincuentes. Conocen sus delitos, el saqueo a Veracruz, el robo del erario, los créditos impagables que el PRI consintió, las cuentas públicas solapadas por la corte del ladrón, el dinero de origen federal que la Auditoría Superior de la Federación reclamó y que Duarte no quiso entregar; las empresas fantasma, las empresas fachada, el dinero en efectivo transportado en cajas de huevo con destino a la Ciudad de México, los miles de millones metidos en el torrente financiero en Estados Unidos y España.
Arrojado al infierno, Winckler siente también el silencio de los Yunes azules, de Yunes Linares al que se plegó hasta el servilismo de observarlo hincado, el de sus hijos Miguel y Fernando, de Patricia Lobeira, la nuera, ahora alcaldesa de Veracruz, y de tantos y tantos actores del yunismo que van de fiesta en fiesta, de carnaval en carnaval, de viaje y jolgorio, congeniando con Cuitláhuac y con López Obrador, mientras el ex fiscal tuvo que andar huyendo como animal herido.
Winckler no es ángel ni demonio. Es un, si acaso, un iluso que creyó en la lealtad política, en la solidaridad de grupo, en la palabra de Yunes Linares, de los Yunes Márquez. Y al final, el silencio, el olvido, el abandono. Y a la postre, la traición. Ni un reclamo público. Ni una queja. Ni una condena.
Fue torpe al lanzarse al vacío, designando fiscales regionales, como Ricardo Morales Carrasco, que congeniaba con el líder zeta, Hernán Martínez Zavaleta, cabeza del narco en Coatzacoalcos, al que tuvo que cesar cuando trascendió la dispensa de la autopsia a uno de los matones del capo.
O al designar fiscal especial para desapariciones a Eduardo Coronel Gamboa, quien provenía del duartismo y entró en conflicto con los colectivos por desdeñar la vida de los no hallados.
Aquellos colectivos agraviados hoy tildan la aprehensión de Winckler como un show político. Pero algunos se le fueron encima, usados por Cuitláhuac, impulsando la libertad de Arturo Bermúdez.
Puede haber gozo en el chiquero. Pero la aprehensión de Jorge Winckler no le quita lo ladrón a Duarte, ni lo sucio a los sucios, ni lo delincuente a la pandilla duartista.
Los cerdos pueden estar felices, pero cerdos son.
Archivo muerto
Todo un hamponcete, Eusebio González Hernández, alcalde de Tatahuicapan, reviviendo los días en que Morena y su broza secuestraban la presa Yuribia. La toma, bloquea las válvulas, las solda, sabotea el equipo y deja sin agua a 300 mil habitantes de Coatzacoalcos y Minatitlán. El hampón delinque como en los días del duartismo, cuando para apaciguar las exigencias de un trío de delincuentes, Eloy González Martínez, Lino Bautista González y Calixto Martínez, les soltaban 2.5 millones de pesos cada mes. Eusebio González aduce incumplimiento en la obra hidráulica de San Gabriel. Falso. El 27 de mayo, los ayuntamientos de Coatzacoalcos y Minatitlán refrendaron su compromiso de cumplir con sus aportaciones. La obra lleva un avance del 90 por ciento. Pero el hampón exige 2 millones 300 mil pesos más. La obra se inició por las pistolas del alcalde de Tatahuicapan, sin que haya presentado reporte de sus avances, ni lo invertido. Como refieren algunos despachos de prensa, “es un chantaje”. Si no hay dinero, la presa Yuribia, que suministra agua a Coatzacoalcos y parte de Minatitlán, queda secuestrada. En cuestión de días, la crisis por el desabasto alcanzará niveles de escándalo y detonará en Morena. El gobierno de Veracruz es de Morena y los tres ayuntamientos involucrados —Tatahuicapan, Coatzacoalcos y Minatitlán— también. Rememora los días del duartismo cuando la presa era usada para el chantaje. Y alcanzó su clímax en enero de 2017 cuando los morenistas se la pretendieron aplicar al entonces gobernador panista, Miguel Ángel Yunes, y les dio un apretón con amenaza de cárcel que los acalambró por cinco años. Algo así habría que hacer… Otros 22 mil 500 millones de pesos al cochinero de Rocío Nahle en Dos Bocas. Será para pagar el Impuesto al Valor Agregado “que no estaba presupuestado”. Así lo hizo saber el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, al Consejo de Administración de Pemex. La información es de El Universal. Serán 22 mil 500 millones y ni un centavo más en 2022. Según Ramírez de la O, el presidente Andrés Manuel López Obrador “pidió realizar una depuración” de los gastos en exceso que vayan surgiendo “para determinar si son parte del proyecto original o son obras adicionales”. El dinero lo pone Hacienda y López Obrador sabe que una banda de contratistas a modo, cercanos a Rocío Nahle, hicieron el negocio de su vida. A otros, los no cercanos, aún se les debe. Y esos contratistas, a su vez, le deben a trabajadores y proveedores. Ahí algo se descompuso. Y ese algo es la incapacidad de la secretaria de Energía, Norma Rocío Nahle García. Son sus cuentos. Es el rollo aquel de que una refinería se construye en tres años y con un costo de 8 mil millones de dólares. Y el zonzo de palacio le creyó. Lo orilló a inaugurar una refinería incompleta y a mentir con el sobrecosto. Cuando Ramírez de la O y el director de Pemex, le advirtieron que era imposible inyectarle 4 mil millones de pesos que exigía Nahle, el presidente los encaró y obligó a trasladarle el recurso. Estaba violando un acuerdo del Consejo de Administración de Pemex. Y así los trastupijes de la señora Nahle… Obed tiene doble personalidad. Con una predica y redime al pecador; con la otra no se redime ni a sí mismo. Obed Garduza Flores, líder de la Iglesia del Tabernáculo, se agandalla el predio en el que construye su templo. No lo ha adquirido. Sólo tiene una promesa de venta. No es suyo y no le ha dado un centavo al propietario, ubicado sobre la calle Cerro de las Mesas, colonia Divina Providencia, pero cada vez le mete más varilla, cemento, tabique y al paso que va terminará construyendo una Torre de Babel. Hará año y medio, el pastor Obed Garduza ofreció adquirir un predio de 694 metros cuadrados. Lo haría en pagos pero no cumplió. Por lo menos no existe constancia que al propietario del inmueble le haya entregado dinero a cuenta de la operación. El Tabernáculo se encuentra de manera irregular. Al ayuntamiento de Coatzacoalcos, presidido por Víctor Manuel Carranza, le solicitó el permiso de construcción, vía el Departamento de Asuntos Religiosos. No lo logró. Inició la edificación del templo sin estar en regla. Hace unas semanas, por no haber acreditado que tuviera sus permisos de construcción, la Secretaría de Obras Públicas y Desarrollo Urbano le impuso sellos de clausura. A Obed se le ocurrió actuar como si fuera Dios. Y como Dios es el dueño de todo, violó los sellos de clausura y continuó realizando sus servicios. Entonces solicitó la regularización de la obra. El 3 de julio pasado, esgrimió que tenía una “promesa de venta notariada”, lo que advierte que aún no es propietario del predio. Lo que oculta es que no ha pagado un peso por el terreno. Al paso que va, el pastor tendrá que fundar una sucursal del Tabernáculo en el penal Duport-Ostión y predicarle a los reos, pero como parte de la población…
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