Sin el efecto López Obrador, Rocío Nahle no opera, no encumbra candidatos, no cosecha votos, es políticamente un fiasco. Pierde hasta en las congregaciones de Coatzacoalcos, su otrora coto de poder.
Nahle es más humo que sustancia. Es una diva de quinto patio, ganadora sólo cuando pacta con el priismo, con Marcelo Montiel y sus corifeos, los granujas de uña larga; o con los petroleros de Romero Deschamps; o con el duartismo, o sólo cuando la oriunda de Río Grande, Zacatecas, les ofrece compartir el feudo y ellos —¡faltaba más!— la usan para permanecer.
Nahle triunfa cuando los priistas le operan las elecciones porque el morenismo es masa pero amorfa, masa que sólo sabe tomar la matraca y hace ruido pero no permea entre el electorado, masa que a la hora de trabajar votos, sin el efecto Peje, fracasa.
Así le ocurrió el domingo 3. Se entrometió en una elección que no era suya, la de Villa Allende, principal congregación de Coatzacoalcos, y Nahle salió trasquilada; su candidata, Yolanda Sagrero, alias LadyMoches, vapuleada, y su equipo electoral, hecho una desgracia.
Sagrero, de extracción morenista aunque por años al servicio de priistas como el duartista Ricardo Orozco Alor, cacique sindical en el Instituto Tecnológico Superior de Coatzacoalcos, fue destrozada por Alejandro Trujillo Hernández. Ella obtuvo 1540 votos y Trujillo, 2 mil 466.
¿Qué revela esta elección? Morena se partió en dos. Por un lado la destartalada maquinaria de Rocío Nahle, que esta vez operó sin priistas, y por otro, el priismo —Noriel Prot Álvarez y su hija Keren Prot Vázquez— y el regidor y líder real de empleados municipales, el fidelista y antiguo valet de la familia Chagra Nacif, Gersaín Hidalgo Cruz, apuntalando al candidato Alejandro Trujillo.
Nahle cometió dos errores garrafales: uno, enfrentar a los grupos priistas en una contienda donde no hubo efecto López Obrador como motor electoral, y enviar a José Luis Peña Peña, su marido, a activar el “Efecto Nahle” a favor de la impresentable Yolanda Sagrero.
Al final, Nahle terminó hecha trizas, convertida en una perdedora brutal. Y eso conduce al dilema crucial: si no gana en una congregación, ¿cómo va a ganar la gubernatura de Veracruz en 2024?
Le falló la maquinaria. Se le descuajó la estrategia. Se exhibió la inutilidad de la pandilla basura con la que mal gobernó Coatzacoalcos por cuatro años, sumiéndolo en el peor atraso. No le sirvió ni el pobre Peña Peña, su príncipe consorte.
Perdió la principal congregación de Coatzacoalcos, un feudo que por años ha sido territorio de la familia Prot… y lo seguirá siendo.
Perdieron los operadores de Rocío Nahle, una runfla de inventos políticos de la secretaria de Energía que no se forjaron en las tareas partidistas sino en las mazmorras de Petróleos Mexicanos, unos en cargos directivos y otros en el contratismo de obras y proveeduría.
Perdió el ex alcalde de Coatzacoalcos, Víctor Manuel Carranza Rosaldo, el peor presidente municipal que haya registrado la historia, el que solía bailar, tirarse al piso, contonearse como iguana, ser la burla y la mofa del pueblo mientras la violencia adquiría tintes de tragedia, con secuestrados, mutilados, extorsionados y comercios atacados a balazos y hasta con bombas molotov.
Víctor Carranza se metió a apuntalar Yolanda Sagrero, su directora de Contabilidad en el ayuntamiento de Coatzacoalcos, a quien los ediles reclamaban que por sus pistolas dispusiera de apoyos para la Universidad Politécnica de Coatzacoalcos, iglesias cristianas y asociaciones civiles al margen del cabildo. O sea, una lacra de alcalde apoyando a una lacra de candidata.
Perdió Miguel Pintos Guillén, secretario del ayuntamiento carrancista, otro fiasco en la operación electoral, de quien sólo se recuerdan tres puntos en su ínfima vida política: la falsificación del acta de cabildo con que se despojó a Ember Ballinas de la concesión para el uso de dos canchas de futbol rápido; su fallida campaña “Tú lavas, yo pinto”, echada a rodar por la diputada pachulí, Eusebia Cortés Pérez, y por ser el diputado local suplente del nefasto, transa y vil Juan Javier Gómez Cazarín, alias “El Carón”, líder del Congreso de Veracruz, cuyas trapacerías incluyen múltiples desacatos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre ellos la negativa a anular las agravantes al delito de ultrajes a la autoridad.
Pierde José Luis Peña Peña, esposo de Norma Rocío Nahle García, a quien la secretaria de Energía envió a apuntalar la infumable campaña de Lady Moches, disfrazado de apologista de probeta, ataviado con una playera roja, muy al estilo PRI, con la leyenda Todos Somos Sagrero, que hicieron circular en redes sociales en internet.
Perdió hasta Andrés Manuel López Obrador, cuya imagen fue colocada en un par de camionetas de lujo en que se trasladaba la “candidata” Yolanda Sagrero, lucrando con la consulta por la revocación de mandato. En sus vehículos se observaba la leyenda “Que Siga AMLO”, que le sirvieron sólo para causar lástima y que dan pie a delitos electorales flagranrtes.
Rocío Nahle perdió ante Noriel Prot, quien una semana antes protagoniza un escándalo al difundirse un audio en que se le escucha decir que habla a nombre de Amado Cruz Malpica, alcalde de Coatzacoalcos, pidiendo el voto para Alejandro Trujillo.
“Ahora yo les pido —se escucha a Prot— que me ayuden para que yo los pueda seguir ayudando. Échenme la mano. Se los pido por favor a nombre del alcalde para Alejandro Trujillo”.
Obvio, Amado Cruz Malpica negó cualquier injerencia. Y menos contra el proyecto de Rocío Nahle. “Yo no voto en Allende”, replicó.
Pero la disputa fue real. Los mismos operadores de Rocío Nahle expresaban que el alcalde se fue con su candidato, enfrentando a Yolanda Sagrero, la candidata de la secretaria de Energía.
El mazazo es demoledor. Amado Cruz y Rocío Nahle directa o indirectamente midieron fuerzas, operación electoral, capacidad para trabar alianzas con grupos priistas, y alcalde venció.
Si el domingo 3 la elección por la agencia municipal de Villa Allende se hubiera cargado hacia Yolanda Sagrero, el Efecto Nahle se habría constituido en el nuevo motor de votos para Morena. La secretaria de Energía habría acreditado que cuenta con equipo electoral. Pero ocurrió lo contrario. Sin los priistas de su lado, Nahle no existe.
La derrota la envía al túnel del tiempo. La sitúa 20 años atrás. La remite a sus días de falsa petrolera, disfrazada de trabajadora de Pemex, sin contrato laboral, metida con calzador en la Unión Nacional de Trabajadores de Confianza de la Industria Petrolera, con el que se insertó como coordinadora de campaña de Felipe de Jesús Díaz González por el Partido de la Revolución Democrática a la diputación federal por Coatzacoalcos y que, obvio, perdió.
Amado Cruz Malpica fue el primer perredista en ganar la diputación federal en Coatzacoalcos, en 1994. Desde entonces el PRD no perdió una sola contienda en ese tipo de elecciones. Felipe de Jesús, llevando a Rocío Nahle como coordinadora de campaña, cortó esa racha.
En 2012, siendo Andrés Manuel López Obrador candidato presidencial, Rocío Nahle contendió por la diputación federal en Coatzacoalcos. Obtuvo una extraordinaria votación, arriba de los 90 mil sufragios. Aún así, fracasó. El marcelismo, con su candidato, Joaquín Caballero Rosiñol, la quebró.
Tres años después se entendió con las huestes de Marcelo Montiel y alcanzó la diputación federal. Obtuvo la mitad de la votación que había registrado en 2012 y con eso bastó. El priismo la llevó a San Lázaro. Ahí, fue coordinadora de la fracción parlamentaria de Morena, se metió en el ánimo de López Obrador y en 2018 se proyectó hacia la senaduría y la Secretaría de Energía.
Los triunfos de Víctor Carranza en Coatzacoalcos, en 2017, el de Cuitláhuac García en la contienda por el gobierno de Veracruz, en 2018, y el de López Obrador, diputados locales y federales, la misma senaduría, fueron impulsados por el fidelismo, el duartismo y todas las corrientes disgregadas. Nahle pactó y les suministró el oxígeno que aún respiran.
Hoy, sin el efecto López Obrador, Rocío Nahle no encumbra candidatos, no cosecha votos, es políticamente un fiasco. Y pierde en las congregaciones de Coatzacoalcos, su otrora coto de poder.
Y así pretende ganar la gubernatura de Veracruz en 2024.
Archivo muerto
Pepe Yunes suelta tres frases, apunta al caos del PRI en Veracruz y se arma la revuelta en el tricolor. Sólo pide que el fracaso priista en la elección extraordinaria en cuatro municipios, se analice al interior del partido. Detonó la revisión de los resultados de Marlon Ramírez, líder estatal del PRI, y el análisis del por qué en Amatitlán sólo se logró un voto. “Supongo que tendrían que haber votado también el (candidato a) síndico y el regidor. Entonces llama la atención tanto a la revisión interna de nuestro partido como a ver qué sucedió”, dice el diputado federal por Coatepec. En Tlacotepec de Mejía, la cosecha del PRI fue de tres votos, en Jesús Carranza, de 70. De las cuatro alcaldías en disputa, el PRI perdió todas. Hasta el partido Podemos, de nueva creación y que perdiera el registro por no alcanzar el 3 por ciento de la votación total en la elección de 2021, tuvo un logro, la presidencia municipal de Tlacotepec; el PRD se agenció Chiconamel, y el Partido del Trabajo, Jesús Carranza. Pepe Yunes ya marcó la ruta. A Marlon Ramírez Marín y Arianna Ángeles Aguirre, secretaria general del PRI en Veracruz, les aguarda la auditoría que la dirigencia nacional ordenó para esclarecer el manejo financiero, la presunción de desvío de recursos, la existencia de “aviadores” en la nómina y el abuso de ambos junto con la diputada local y lideresa de la fracción parlamentaria” del PRI en el Congreso de Veracruz, Anilú Ingram Vallines, y su consorte, Fernando Kuri Kuri, el que tiene cobrando hasta a un empleado de su rancho. Podredumbre, pues… Con una escritura anulada, sin valor legal, Antonio Romero Gleason vende predios que antes fueron de Casas Geo, la inmobiliaria que tuvo su auge en el fidelismo y que luego quebró, tierras manoseadas por Invivienda y que en un acto de audacia, un auténtico fraude, las vendió a Saúl Wade León y Reyna León Cheluja, hijo y esposa del líder de la Sección 10 del sindicato petrolero con sede en Minatitlán, Jorge Wade González. Por el predio, ubicado a pie de malecón, a un costado de Puerto Esmeralda, al poniente de Coatzacoalcos, con extensión de mil 870 metros cuadrados, Saúl Wade pagó 4 millones 270 mil pesos. Ocho transferencias bancarias, entre el 13 de junio de 2019 y el 21 de septiembre de 2020, liquidando así la operación de compraventa. El proyecto de los Wade era construir un complejo comercial, locales, farmacia incluida, y en un momento se pensó en instalar una gasolinera. Pero había un problema que los Wade desconocían. El predio se sustenta con una escritura elaborada originalmente por el notario Francisco Montes de Oca Zárate, instruido por el juez José Manuel Jiménez Santés, quien se prestó a declarar en rebeldía a Casas Geo por no comparecer a juicio. Geo se amparó al enterarse que se le había notificado en un domicilio que no correspondía a sus instalaciones. La maniobra la perpetró el abogado Emmanuel Alejandro Hernández Muñoz, apoderado legal de Antonio Romero Gleason, que gusta de usar el nombre de Rocío Nahle García y su esposo, José Luis Peña Peña, para sorprender en los juzgados. Del juicio de amparo derivó la orden del juez al notario Montes de Oca Zárate para anular la escritura número 49,291 que favorecía a Romero Gleason. Meses después, Hernández Muñoz volvió a la carga, reiniciando el juicio civil, esta vez logrando que el juez, José Manuel Jiménez Santés, de largo historial, diera por buena la repartición del predio entre Romero Gleason y José Luis Sánchez Bueno, delegado de Invivienda, un “convenio de transacción judicial” como si ambos fueran propietarios de tierras que formaron parte de un fideicomiso ya extinguido. Otra escritura, la número 50,152, también anulada en el protocolo del notario Montes de Oca Zárate, fue usada para consumar el fraude. Lío grande, pues con esa escritura anulada Romero Gleason, presunto compadre de Rocío Nahle, secretaria de Energía, le vendió una fracción del predio a Saúl Wade León y su mamá, Reyna León Cheluja, hijo y esposa del líder máximo de la Sección 10 del sindicato petrolero. En qué brete lo metió su apoderado, Emmanuel Alejandro Hernández Muñoz… Y al sexto mes, el Parque Ambiental Miguel Hidalgo ya muestra signos de un deterioro mayor. Juegos para niños dañados, el pulpo que circula sobre su propio eje, clausurado por evidente corrosión; partes del empastado anegadas por los efectos de las lluvias, así sean de menor intensidad; centros de carga de energía eléctrica en los que observan efectos del óxido. Ahí, decía el ex alcalde Víctor Manuel Carranza Rosaldo, alias El Comediante Supremo, se invirtieron 60 millones de pesos, aportados por Pemex mediante el Programa de Apoyo a Comunidades y Medio Ambiente (PACMA). Ahí, no hay tal inversión. Contra la versión oficial, en el parque Miguel Hidalgo habrá facturas, comprobantes, validaciones de supervisores de obra, aval del gobierno municipal de Coatzacoalcos, pero lo que brota es pus, pésima calidad y corrupción. Carranza y Rocío Nahle se salieron con la suya. Propiciaron un negocio pestilente. Se agenciaron 10 hectáreas de espacios deportivos. Pero afloró fue la podredumbre. El parque Miguel Hidalgo es, técnicamente, un fiasco. Fue negocio para la pandilla de la secretaria de Energía del gobierno federal, marido y amigos de parranda incluidos, y una mala inversión para el pueblo de Coatzacoalcos…