Y al tercer día, la traición llegó. Y cimbró al líder estatal, Sergio Cadena, que literalmente andaba en otra dimensión, confeccionando el discurso de la irrealidad, su cuota de verbo semanal, cuando sus dos diputadas migraron a Morena y extinguieron al PRD del Congreso de Veracruz.
Al tercer día, Lidia y Perla hundieron el puñal. Siendo perredistas, rindieron protesta el viernes 5 y 72 horas después, el lunes 8, ya eran de la pandilla de Juan Javier Gómez Cazarín, el capo del Congreso que se roba todo, hasta a las legisladoras.
Unas y otro —y con ellos el vilipendiado líder de Morena en Veracruz, Esteban Ramírez Zepeta— esbozan una sonrisa cínica. Se regodean en el asalto. Son como el ladrón de bancos que abandona el lugar del atraco con el botín en las manos y el rostro deslumbrante, iluminado, porque el delito se consumó.
La escena retrata la miseria política en su expresión más vil. Morena y sus agandalles; il capo di tutti capi, Gómez Cazarín, alias “El Carón”; el PRD en vía de extinción, y las dos diputadas al mejor postor.
Lidia Irma Mezhua Campos y Perla Eufemia Romero Rodríguez provienen de círculos políticos adictos al poder. Lidia es hermana de Juan Carlos Mezhua, alcalde de Zongolica, influyente en el aquelarre perredista veracruzano; Perla es hija de caciques en Papantla.
Pero ellas, en sí, no valen políticamente nada. Son producto de la componenda y el arreglo, del amiguismo y la traición.
El tiro les salió bien. Fueron inscritas en la lista plurinominal con que el Partido de la Revolución Democrática contendió en la elección del 6 de junio por el Congreso de Veracruz. El PRD las llevó al Congreso y Morena las fichó.
Eran las únicas legisladoras perredistas y al migrar a Morena, terminaron de desvencijar la destartalada carreta del PRD.
Morena trae la cartera repleta y se da el lujo de dilapidar en productos chatarra. Las usa, las exhibe, las atrae a la fracción mayoritaria y les arroja migajas del poder.
A Lidia Mezhua la ubicó en la presidencia de la Comisión de Transparencia y Acceso a la Información; es vocal en las comisiones de Asuntos Indígenas y de Desarrollo Urbano, Ordenamiento Territorial y Vivienda.
A Perla Romero la situó como presidenta de la Comisión de Trabajo y Previsión Social; secretaria en la Desarrollo Agropecuario, Rural y Forestal, y vocal en la de Ciencia y Tecnología.
Migajas como premio a la traición.
Su voto cuenta poco o no cuenta. Pero son útiles para la revancha obradorista contra el PRD. El voto de Mezhua y Romero se diluye en la mayoría aplastante de Morena, que es equiparable a la del PRI en los días en que el régimen de partido único imponía la voluntad del gobernador.
La traición de Lidia Mezhua y Perla Romero no obedece a un objetivo legislativo. Su fin es político. Es un golpe letal al PRD, alma mater del obradorismo, y en particular a la corriente predominante en el sol azteca: Nueva Izquierda, el grupo de los Chuchos Ortega y Zambrano, los que traían a raya a Andrés Manuel López Obrador.
Ponchada, desbielada, fuera de tiempo, la maquinaria del PRD en Veracruz está a una yarda de tronar. Tres de sus figuras centrales se hallan en prisión; si no se alía con el PAN y el PRI pierde el registro; hay una embestida judicial y policíaca con tintes de persecución; el gobierno morenista facilita que un comando del crimen organizado levante, torture, secuestre y asesine a la alcaldesa perredista de Jamapa, Florisel Ríos Delfín, alcaldes perredistas son asediados y amenazados con la desaparición de poderes y quienes llegan a cargos públicos optan por negociar con Morena.
La debacle es su presente; la extinción, lo que se observa en el horizonte.
Rogelio Franco Castán, ex secretario de Gobierno en el régimen yunista; ex diputado local y federal, ex líder del PRD en Veracruz, y diputado federal plurinominal sin poder rendir protesta, es el preso político del gobernador Cuitláhuac García Jiménez.
Le violaron un amparo. Lo acusaron de ultrajes a la autoridad. Un juez le dictó prisión preventiva oficiosa. Ganó un amparo que lo habría llevado a la libertad, pero ni así lo liberaron. Le imputaron tres delitos más. Y sigue en el penal de Amatlán de los Reyes, donde pululan los criminales más sanguinarios, las mentes más retorcidas, los psicópatas que gozan violentando a los demás.
Gregorio Gómez, ex candidato perredista a alcalde de Tihuatlán, fue levantado por un comando de civiles. Tras difundirse los videos en que se registran la violencia con que fue tratado, la fiscalía morenista admitió que se trató de una aprehensión. Le imputan vínculos con el crimen organizado.
Azucena Rodríguez, la combativa legisladora del PRD, concluyó su período como diputada federal y horas después fue intervenida, remitida a un penal y acusada del crimen de su ex esposo.
A Florisel Ríos Delfín tácitamente Morena la llevó a la muerte. Gobernaba Jamapa cuando el Congreso de Veracruz, la Fiscalía estatal y el aparato político se le fueron encima. El secretario de Gobierno, Eric Cisneros Burgos, que responde al apelativo de Bola 8, generó las condiciones para el crimen. Le desarmó a la policía, la amenazó, la conminó a dejar el cargo. El Congreso actuó contra su esposo y dos funcionarios, imputándoles desvío de recursos. Un día fue levantada en su hogar. Horas después apareció muerta, incluso con el tiro de gracia.
Y el PRD sin fuerza para contener la ofensiva.
Mermada, olvidado por sus aliados, el yunismo azul, el PRD paga el precio del agandalle y la soberbia con que chantajeó al PAN y al PRI en la negociación de candidaturas al constituirse la coalición Veracruz Va. No tenía nada, ni militancia, ni estructuras, ni operación electoral. El cascarón pestilente obtuvo más de lo que debió tener.
La elección del 6 de junio lo retrata como es: cero diputaciones de mayoría y una votación ínfima. De no ser por la alianza con el PRI y el PAN, iría camino al sepulcro.
La irrelevancia del PRD se retrata con su extinción en el Congreso de Veracruz. Si Morena salió de compras, abrió la cartera y reclutó a las diputadas perredistas, fue porque el PRD postuló producto chatarra.
Dentro y fuera del PRD se sabía que Lidia Irma Mezhua Campos coqueteaba con Morena. Desde 2020 trascendió que había renunciado a su militancia. Otras versiones advertían una ruptura con el sol azteca. Existía, pues, un altísimo riesgo de que brincara al petate de enfrente y se dejara seducir por Gómez Cazarín. Y aún así se le dio un lugar de honor de la lista plurinominal.
Por las venas de Perla Romero corre sangre caciquil. Hija del ex alcalde de Papantla, Marcos Romero Sánchez, el “alcalde querendón”, forma parte de una familia en la que todos pugnan por ser diputados, presidentes municipales, incluso de ayuntamientos vecinos. No piden que les den; que los pongan donde hay. Y Morena le dio.
La descomposición del PRD es total. Sergio Cadena, su líder, habla, parlotea, acusa, denuncia, se tira rollos que tendrían mercado si los hubiera pronunciado en el siglo anterior. Su verbo huele a rancio. Su olfato no funciona. Su intuición es nula. Y su capacidad de decisión es un desastre.
Sabiendo quienes son Lidia Mezhua y Perla Romero, era previsible que tomaran el puñal y lo clavaran en el PRD. Les llevó tres días perpetrar el atraco. El viernes 5 rindieron protesta como diputadas perredistas; el lunes 8 se treparon en Morena.
Pagó el sol azteca su error. Y se extinguió en el Congreso de Veracruz.
Morena sólo abrió la cartera y fichó a las diputadas del PRD.
Archivo muerto
La manada de Rocío Nahle ya se mareó. Aún no llegan, aún no son nada y el poder ya los mareó. Son las huestes de Norma Rocío Nahle García, la zacatecana que vuelve a visitar tierra jarocha, acicateada por el activismo del diputado, él sí veracruzano, con lo cual cumple el requisito para ser gobernador, Sergio Gutiérrez Luna. Es la manada de Nahle, regidores y futuros funcionarios del ayuntamiento de Coatzacoalcos que un día pregonan que van a gobernar para el morenismo y nada más, y otro que éste es el escalón para algún otro cargo en la pirámide del poder. Las ínfulas les vienen de la soberbia. Uno de ellos, futuro regidor, es sectario y represor, altivo, altanero, soez. Será como Víctor Carranza, que terminó tocado, imaginándose que se merece un tambache de reconocimientos que él mismo se confecciona. O será como Eusebia Cortés, que en cuatro años le entró a todo, dispuso de todo y hasta se dio el lujo de robarle las despensas para damnificados de Tabasco a su mentora Rocío Nahle. Eso es lealtad. Esta manada ya está loca antes de empezar… Marko, el sepulturero, pule la losa que resguardará los restos del PAN. “Aquí yace el otrora partido que pugnó por el bien común y le terminó metiendo la mano al cajón”, ha de rezar el epitafio una vez que cumpla la predicción del líder nacional, Marko Cortés, para la elección de 2022: de seis gubernaturas, si acaso Aguascalientes la podrá ganar el PAN. Y a como va, ni eso. Pillado en un audio, Marko Cortés evidencia que la presidencia nacional del PAN le sigue quedando grande. Luego diría que la cinta fue editada, que es “fuego amigo”, que le recortaron fragmentos en advierte que Acción Nacional podrá remontar si va en alianza con el PRI y PRD, si postula buenos candidatos, si opera para ganar. Cruda realidad: el PAN, que se llevaba todo lo que estaba en juego, hoy está a expensas del PRI. El episodio revela que el PAN está pegado con alfileres, que hay luchas intestinas, que por lo menos un gobernador —Francisco Javier García Cabeza de Vaca, de Tamaulipas—, un ex gobernador —Francisco Domínguez, de Querétaro— y un senador —Gustavo Madero —que se desligó de la fracción panista en el Senado y se fue a integrar el Grupo Plural— quisieran acelerar la caída de Marko Cortés de la dirigencia nacional panista. Por lo pronto, el PAN huele a muerto… “Es usted una mentirosa”, se oyó decir a Octavio Romero Oropeza, director de Pemex. “Es usted una mentirosa”, le soltó a la diputada federal del PRI, Cristina Amezcua, refutando que tenga familiares en la empresa petrolera. Los que llevan el apellido Oropeza, dijo el titular de Petróleos Mexicanos, ya eran empleados de Pemex cuando él llegó. Y el único con el que hay parentesco, Enrique Priego Oropeza, es priista, ex gobernador interino de Tabasco y no hay afinidad ni relación política con Romero Oropeza. Y puede tener razón, pero nada justifica el exabrupto hacia la legisladora. Así el nivel, la tirantez, la arrogancia del cuate de Andrés Manuel López Obrador. Díganle lo que le digan, con verdad o sin ella, la actitud de Romero Oropeza, como la de cualquier funcionario de gobierno, debió ceñirse al respeto al legislador, aclarar, puntualizar, desmentir, pero no insultar. Mientras Pemex va a la quiebra, ahogado por su deuda, sin alcanzar las metas de producción de petróleo, con el cuento guajiro de la refinería de Dos Bocas, cuyo presupuesto de 8 mil millones de dólares ya se excedió, Romero Oropeza acude al insulto y a la descalificación. Y eso es lo menos grave. Hay peores cosas en San Lázaro: amenazas, amagos, espionaje a diputadas y diputados de oposición… Veracruz, líder en secuestro en los tiempos de la Cuarta Transformación. Gloriosos tiempos de Morena, afianzando a Veracruz en la cúspide del delito, en la estadística roja nacional. Alto al Secuestro revela dos noticias: una, el índice delictivo va a la baja, en lo mínimo pero a la baja; la otra, Veracruz se lleva los honores en top ten de la criminalidad. De diciembre de 2018 a octubre de 2021, en Veracruz se interpusieron 729 denuncias por secuestro; en el Estado de México, 682; Ciudad de México, 319; Puebla, 173, y Morelos, 166. Entre las cinco entidades sumaron el 52.5 de los casos de secuestro denunciados a nivel nacional. En total, en los tiempos de la Transformación Cuarteada el número oficial de secuestros fue de 4 mil 69. Ahí la lleva el régimen de la 4T. Dan fruto los abrazos, no balazos… Sigue la vendimia y el striptease en Agua Dulce. Sergio Guzmán Ricárdez, con la cartera abierta, va de compras, muestra el oro, ofrece y engancha. Mueve a sus regidoras favoritas, Alma Esther Santaella Bandera, del PAN, y Guadalupe Martínez, del PRI, a brincar a Morena. Y ellas, presurosas, se trepan en el partido de López Obrador. Es un “fuera de máscaras” anunciado; el que compra y las que se dejan comprar. Nada para asombrar. En cuatro años, Alma y Lupita le dieron al sátrapa su voto incondicional, el voto con el que el entonces alcalde de Agua Dulce salvaba las sesiones de cabildo y consumaba sus trapacerías. Alma Esther, recomendada del ex presidente municipal panista, Alejandro Torruco, y Lupita Martínez, que terminó siendo alcaldesa sustituta, fueron, por casi cuatro años, más morenistas que una buena parte de la militancia del partido oficial, cómplices del desgobierno, de las obras de ínfima calidad, del amiguismo y el nepotismo, de la evasión fiscal que llevó a Sergio Guzmán a buscar cómo sofocar el embate del SAT. Nada nuevo que Alma Santaella y Lupita Martínez, regidoras de pacotilla, se hayan trepado en Morena. Fue un striptease político, mostrándose como son. En los hechos, ya eran parte de la pandilla voraz…
Foto: NBC Radio