* Javier Duarte TV * El privilegio de cuentear * Se calma Peña Nieto o el ex gobernador habla * Las empresas de Andrés Manuel, puro rollo * Eric y Hugo, sin evaluación de control de confianza * Edel: más tretas para reelegirse * Sesión falsa en la Quinta Sala * Mijangos: las horas contadas * Las dos caras de la directora de Catastro
Parloteando, Javier Duarte se asume útil y bocón, vil y servil, apegado al guión de la 4T mientras la élite postneoliberal tramita su pasaporte a la impunidad. “Fui la caja china” en el peñanietismo, dice. No, es la caja gorda de López Obrador.
Reo gris, cínico y despreciado, protagonista del saqueo a las arcas de Veracruz, se regodea en los privilegios que la casta obradorista no le concede ni a los capos ni los sicarios, ni al H de los Beltrán Leyva, ni a los hijos del Chapo y del Mayo o a los parientes del Señor de los Cielos, ni al Mochaorejas, pues. Pero a Duarte sí.
A Duarte lo que pida y la Cuarteada Transformación se rinde a sus pies.
De su celda brotan mensajes en Twitter o a la crujía acude la prensa nacional y estatal a registrar el trato laxo del gobierno morenista, las ínfulas y los desplantes del ladrón confeso que por un procedimiento abreviado, reconociendo el delito, transó con el gobierno de Enrique Peña Nieto una condena ínfima, nueve años, cuando debió purgar 40 si le hubieran sostenido los cargos por delincuencia organizada.
Al Reclusorio Norte van los corifeos. Escuchan y repiten. Asumen cierta la verdad mañosa de Javier Duarte, las proclamas de inocencia y la mentira con que se exculpa del desvío de 60 mil millones de pesos, según las denuncias encausadas por la Auditoría Superior de la Federación.
Javier Duarte es el reo estrella de la 4T, la caja gorda de López Obrador.
Dice lo que Andrés Manuel no quiere, no sabe o no puede expresar.
Si el Dios Peje no se lanza contra Peña Nieto, Javier Duarte lo hace por él.
Si el Dios Peje no menciona a Miguel Ángel Yunes, Javier Duarte se le tira a matar.
Y así se va convirtiendo en la conciencia moral, y ahora vocero, del presidente López Obrador.
Literalmente, Javier Duarte se llenaba la boca vociferando su filia peñanietista. “El mejor amigo de Peña Nieto en Veracruz soy yo”, soltó a un grupo de periodistas en Xalapa cuando ideaba cómo imponer candidato en el PRI.
Era, por decisión de Peña Nieto, el dueño de la sucesión. Le había concedido el entonces presidente, dijo Duarte, tomar los hilos, alinear los astros y designar al priista que sería su sucesor.
A contrapelo de muchos, Peña Nieto le concedió acortar el mandato del siguiente gobernador de Veracruz. Así, el sexenio se convirtió en bienio, con el avieso fin de desalentar a quienes pretendían sumir el cargo, los Yunes azules —Miguel Ángel, el panista— y los Yunes rojos —Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, priistas— y dejar el camino libre a Alberto Silva Ramos, el Pato de Tuxpan, su vocero, su operador en el pago a empresas fantasma, el encarcelador de periodistas, el de los excesos hasta con los chayotes de su prensa afín.
Y ahora pregona que fue la caja china del peñanietismo, el distractor por los líos y los escándalos del ex presidente, por la Casa Blanca y el tufo a corrupción, por Ayotzinapa y los 43 normalistas desparecidos y asesinados por los cárteles del narco.
Javier Duarte TV concita a Televisa, a Imagen TV, a la radio y a las redes sociales. Súbitamente se despliegan múltiples espacios en la prensa que milita en la Cuarteada Transformación. Aplauden las focas a una voz replicando lo que conviene al Dios Peje, y canta el coro de los pejistas puros que ya comulgan con el sátrapa que saqueó a Veracruz, o la yihad pejista que no sabe lo que es razonar, o el ejército de bots que responden a un sí o sí con el aliado de López Obrador, o que sirven para insultar, golpear o descalificar. Todos en torno a Duarte.
Goza Andrés Manuel de la presidencia y goza Peña Nieto de impunidad… por ahora. El pacto se firmó iniciando campaña. A cambio de parar al panista Ricardo Anaya, por no respetar acuerdos y batear a Felipe Calderón que intentaba gobernar vía Margarita Zavala, su esposa, La Calderona, Peña Nieto inició la persecución usando a la Procuraduría General de la República que acusaba el supuesto uso de dinero de procedencia ilícita en la compra de un terreno y la venta de una nave industrial. Anaya ya no creció, perdió la elección y la PGR se replegó.
Ya en palacio nacional, López Obrador gana y pierde a diario. Desmantela al régimen anterior, cancela programas, reorienta presupuesto, recorta gasto. Y a cambio el sector privado no invierte. Y la clase política lo fustiga. Y Peña Nieto anda hiperactivo, protagonista, rompiendo la regla que obliga a los ex presidentes a sumirse en el olvido.
Una fiesta le permitió a Andrés Manuel palpar el desprecio de la élite. A la boda de la hija del abogado Juan Collado acudió Peña Nieto, su nueva novia, amigos y la cúpula del poder económico.
Entre ellos hubo grabaciones en las mesas de invitados, en los pasillos y jardines. Se registró la sorna, la burla, el desprecio a López Obrador. Y Andrés Manuel se irritó. Lo consigna el periodista Salvador García Soto en su columna Serpientes y Escaleras, el 21 de septiembre.
Días después fue encarcelado Juan Collado, abogado de ex presidentes y adinerados. Y después la ex secretaria de Desarrollo Social y Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles Berlanga, acusada de ser la pieza clave en la Estafa Maestra. Y llegó la advertencia a Peña Nieto.
“ ‘El Presidente le pide, de la forma más atenta y respetuosa —cita Salvador García Soto—, que cuide su perfil, que lo baje y no se exponga’. Pero la respuesta del mexiquense, lejos de corresponder a la cortesía política, fue seca y cortante: ‘¿O sea que para no molestar al Presidente yo tengo que abandonar mi vida social? Pues dígale al Presidente que tomo nota’. Y colgó”.
Al quinto día —26 de septiembre— Televisa dedica tiempo a Duarte. Y su tema es Peña Nieto.
“Fui la caja china”, dice el reo. Fue el distractor, sostiene, para desviar la atención de la opinión pública que se centraba en la Casa Blanca, Ayotzinapa y su pérdida de popularidad. Había que sacrificar a uno de los suyos y Duarte fue, dice, el personaje ideal.
Era el mejor amigo de Peña Nieto en Veracruz, según pregonaba Duarte, y lo llevó a prisión.
De Yunes redunda casi ni lo toca: es un psicópata, le inventó pruebas, persiguió a su familia, asedió a su esposa Karime, la que asumía funciones de gobernadora en reuniones con el gabinete.
Y a lo que difunde Televisa se suma la prensa obradorista y hasta la que busca su tajada del pastel.
Duarte habla por López Obrador. Habla a medias. Habla de la Casa Blanca y Ayotzinapa.
De lo que no habla es del saqueo del erario siendo gobernador, entregas de dinero al PRI, las cajas de huevo conteniendo efectivo, trasladadas en helicóptero a un edificio de la Ciudad de México.
Tan solo en un viaje, Duarte ordenó a Tarek Abdala, su tesorero, el desvío de mil millones para el PRI. Era el 7 de febrero de 2012, a punto de iniciar la campaña de Peña Nieto.
Víctor Hugo Arteaga, periodista y colaborador del portal Animal Político, sostiene que en 2012 Duarte trasladó 3 mil 500 millones al PRI.
Eran los lodos en que solía andar Duarte cuando era el mejor amigo de Peña Nieto en Veracruz.
Ahora transmite la advertencia.
Y le sirve de vocero a López Obrador.
Archivo muerto
Trabado en el escándalo Bartlett —inútil defender lo indefendible—, Andrés Manuel suelta a media mañanera un complot que no se lo cree ni el mismo Andrés Manuel. Un domingo, día de descanso, fueron inscritas en el Servicio de Administración Tributaria 26 empresas a nombre del presidente de México y su esposa Beatriz Gutiérrez Müller. “Ya me rayé” —bromeó López Obrador—. Me convertí en empresario”. Luego acotó: “Todas las inscribieron el 11 de agosto del 2019, en Boca del Río, Veracruz, en las oficinas del SAT. Me ponen a mí como socio y también a mi esposa”. Y se lanzó: “Están muy mal acostumbrados a hacer eso, como sea, si fue por venganza, alguien dolido que quiso vulnerar el sistema del SAT, o alguien que constituye estas empresas que puede hacer negocio engañando de que yo soy miembro de la empresa, socio de la empresa, o mis adversarios políticos para que el día de mañana aparezca de que estoy yo haciendo negocios chuecos”. Justo cuando los reportajes de Areli Quintero, impulsados por Carlos Loret de Mola, sobre el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett Díaz, entrampan a la Cuarteada Transformación. Bartlett omitió 25 casas, valuadas en 800 millones de pesos, y 12 empresas. AMLO lo justifica, lo cobija, lo encubre. Acusa a quienes realizaron la investigación de no ser honestos. Y muy a modo, tira el rollo de las 26 empresas inscritas en el SAT de Boca del Río. Sí, pero en los hechos su versión es tácitamente imposible. Crear una empresa implica un acta constitutiva, protocolizarla ante notario, solicitar registro del nombre en la Secretaría de Economía, inscribirla en el SAT, que el representante de la sociedad anónima se identifique, que estampe su firma, que le capten el iris de sus ojos, que le asignen la firma electrónica y que quede una huella fiscal. Y es demencialmente imposible que pase desapercibido que los dueños de las 26 empresas lleven por nombres Andrés Manuel López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müller. Fanático de las cajas chinas —y de las cajas gordas, marca Javier—, del distractor y las bolas de humo, el presidente quiere sembrar en el imaginario colectivo la idea de que cualquiera inventa empresas, las inscribe en el SAT y luego las convierte en noticia nacional. Y si lo hicieron en Boca del Río, según sus “otros datos”, también lo pudo hacer Loret de Mola. Y a partir de ahí, desacreditar los reportajes sobre Manuel Bartlett. Strike a López Obrador y riesgo de que se autoponche la 4T… Seco y al hígado del gobernador, el gancho del diputado Maleno Rosales, de Morena. Ni el secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado, ni el secretario de Gobierno, Eric Cisneros Burgos, contaban con la certificación del examen de control de confianza. Acorralado ante la grave delación, Cuitláhuac García comenzó entonces a chimoltufiar. Y terminó admitiendo que sí, ni el shérif ni el impolítico secretario de Gobierno habían cumplido el requisito. Lo hicieron hasta el miércoles 25, casi 10 meses después de asumir el cargo y casi ocho meses después que comenzaron a acudir a las mesas de seguridad pues en 50 días no ni el gobernador, ni Eric, ni Hugo se pararon por ahí. Gravísimo el hecho por la cantidad de información de seguridad nacional, la estrategia contra el crimen organizado, los operativos en que intervienen Ejército y Marina, en manos de don Hugo y don Eric que no habían presentado el examen de control de confianza. Peor aún que lo hayan aprobado cuando que Hugo Gutiérrez llegó a Veracruz precedido de un historial nefasto, acusado en su natal Nuevo León de tener entre su personal de la Procuraduría estatal a agentes extorsionadores de empresarios, y Eric Patrocinio hablando de un fiscal, Jorge Winckler, al que le imputaba nexos con la delincuencia y vertiendo amenazas abiertas y directas contra periodistas que no entran en su juego demencial. A Winckler lo separó ilegalmente la Diputación Permanente del Congreso de Veracruz arguyendo que carecía de certificación. Y los bufones del gobernador pecando del delito que aún no le han podido acreditar al fiscal. Jodido y más, don Cuitláhuac… Ruin, tramposo, Edel Álvarez naufraga en un mar de desatinos, tretas y maniobras por el control del Poder Judicial de Veracruz. Una falsa sesión de la Sala Quinta quedó al descubierto cuando la magistrada Beatriz Rivera Hernández desmintió, acreditó que no pudo estar presente, y por lo tanto no votar, en la elección de Amadeo Flores Villalba como presidente. El acta dice que Beatriz Rivera estuvo ahí y ella demuestra que no. Beatriz Rivera se encontraba en carretera el domingo 22 a la hora que supuestamente se realizó la elección. Lo acreditó con los recibos del peaje pagado en las casetas del municipio La Antigua y la congregación Plan del Río donde consta la hora. La sesión, pues, fue una farsa y conforma una transgresión al Reglamento Interior del Poder Judicial. Revela la escasa moral de los magistrados Flores Villalba y el habilitado magistrado Marco Antonio Rodríguez Lobato, y muestra su proclividad a violar la ley. Define a Edel Álvarez, su naturaleza chueca, la saña conque avasalla el orden y su obsesión por echar a sus enemigos de la contienda y consumar su reelección como presidente del Poder Judicial de Veracruz con las mismas mañas y con las mismas tretas del PRI… Unas palabras en Facebook y Alberto Mijangos se hizo tendencia: “Quédate con la tranquilidad de saber que todo lo que hiciste fue con buena intención, sonríe y permanece tranquilo, porque tú no perdiste… a ti te perdieron”. Y el secreto a voces de su remoción in crescendo. Por la tarde del miércoles 18, circulaba el texto en la red social, interpretado como la inminente salida del aún secretario de Gobierno del ayuntamiento de Coatzacoalcos. Mijangos fue seguidor de Roberto Madrazo Pintado —¿qué dirá de eso Andrés Manuel?—, allegado al círculo de Marcelo Montiel Montiel, pero de tanto fanfarronear que sin él el de las tres “M” no hubiera sido alcalde, fue enviado al PRI como secretario general y de ahí a la oscuridad. Lo adoptó Iván Hillman. Lo hizo director de la Comisión Municipal de Agua y Saneamiento, presidente de Grupo Integra y tras renunciar al PRI se fue a Morena. Cuando inició el ayuntamiento del morenista Víctor Manuel Carranza, Mijangos era el ajonjolí de todos los moles, operando y corrigiendo errores, protagonista como suele ser. Y el morenismo replicó, siendo enviado de nuevo a la oscuridad, con bajísimo perfil. Y ahora el mensaje en Face que suena a renuncia… Intransigente, de día Rosa Rodríguez es la “Dama de Hierro”. Y entrada la tarde, en el sigilo y el silencio, suaviza el trato; bien motivada, cede. Es Catastro Municipal un infierno para notarios y dueños de predios a los que la arquitecta Rosa Rodríguez, su directora, les tasa las operaciones con el impuesto más elevado, provocando que el propietario venda a bajo precio, pague altos impuestos y vea mermada su utilidad, u opte por no vender. Rosa Rodríguez es, a la par, perito valuador de Bancomer, lo que suena a negocio redondo. Necia, la inmensa funcionaria del ayuntamiento de Coatzacoalcos por las mañanas revienta a todos por igual. Pero ya tarde, cuando sólo unos cuantos empleados de Catastro acuden a laborar, la intransigencia se vuelve suavidad. Por algo muy explicable será…
Foto: Reforma, Sin Embargo