* Rocío Nahle, apaleada por la crisis de norte de Veracruz * Vuelve a sacar su repertorio soez * Abucheada frente a Sheinbaum * 22 años en política y Nahle sigue igual * Los aplaudidores de Nahle no le saben limpiar la imagen * López Cabañas, el falso licenciado * Se siente el vicealcalde electo de Coatzacoalcos
La ira, la altanería, los exabruptos, no son destellos de una tirana en ciernes. Son el retrato de Rocío Nahle, su yo verdadero, la clasista, la intolerante, la altanera que ante el vendaval y sus yerros, se agazapa y se envuelve en la bandera de la victimización.
Déspota, soez, echa mano de su execrable repertorio tildando a sus detractores de “buitres” y “carroña” por imputarle que fue un fiasco en la prevención, por no dar aviso real a las poblaciones del norte de Veracruz, por no actuar a tiempo, por ordenar el voceo tardío instando a los pobladores a dejar sus viviendas apenas tres horas antes de que el río Cazones inundara Poza Rica y en otras ciudades ni un dedo movió.
Despotrica contra los que alzan la voz, sean mujeres que lloran, sean jóvenes que increpan. Y les llama “grupos porriles”, manipulados, moneda de cambio de Movimiento Ciudadano, el partido que la derrotó en las urnas en Poza Rica y al que Nahle, como vil asaltante, les robó la elección.
Y se enciende al saberse abucheada, ridiculizada, vapuleada hasta por los morenistas que acuden a recibir la ayuda de manos de la presidenta Claudia Sheinbaum, una reunión controlada, con adeptos a la 4T (Cuarta Traición), sin acceso a la prensa, pero registrada en un teléfono celular que sirvió para captar el momento sublime, el repudio que se ha ganado la gobernadora zacatecana de Veracruz.
La corte de los bufones la secunda en la escalada de vituperios. Los pseudoperiodistas con la matraca al hombro se desviven en el halago. Se activa el operativo en redes sociales, el ataque a quienes hurgan en las dimensiones del desastre, los 37 muertos, la veintena de desaparecidos, los 300 mil damnificados, el comercio devastado, la negligencia a la vista de todos, negligencia criminal.
Y luego chilla. Y se duele. Y responde como estadista de país bananero, asumiéndose como víctima cuando las víctimas están en el norte y son, sí, los 300 mil damnificados para los que sólo hubo una prevención errónea y una respuesta tardía, atropellada, inconexa, y después militares impidiendo la entrega de ayuda, colonias que 17 días después no han visto pasar maquinaria ni brigadas, y un escenario para el lucro político, espacio para el lucimiento de los secretarios de gabinete y sus acólitos de la 4T, todos exhibiendo el turismo de salvataje en el feis.
Y Nahle en modo Nahle, muy modosa con López Dóriga, muy volada con El Chapucero servil.
“Nadie la quiere”, vocifera replicando todo lo que en medios y en las calles se dice, y que tanto y tanto le duele porque, con excepción de su corte de abyectos, es una apestada en Veracruz.
Y una apestada también en Palacio Nacional por respondona, por evadirse por horas mientras la presidente Claudia Sheinbaum requería hablar sobre el impacto que tendría el desbordamiento de los ríos y cuando Nahle apareció dio una respuesta fuera de lugar, al tú por tú, según relata Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, de El Financiero.
Irascibles han sido las respuestas de “alias la gobernadora de Veracruz” al impacto de la inundación y el manejo errático de su gobierno en las horas previas y la respuesta infame, los exabruptos, una Rocío Nahle bipolar que trasmuta del mensaje hipócritamente suave al ataque ríspido, a llamarle provocadores y porros a quienes exigen respuestas, politizando el conflicto por sus rencillas con Movimiento Ciudadano.
La tragedia de Poza Rica es el catalizador de Norma Rocío Nahle García, el caos que destiñe la fachada de bonhomía y bondad y muestra a la tirana que lleva dentro.
Hace 22 años ingresó a la política. Desde entonces nada ha cambiado. Persiste en ella la necedad, la soberbia, los aires de superioridad, el ego por delante.
Hace 22 años, en 2003, Rocío Nahle fue coordinadora de la campaña del candidato del Partido de la Revolución Democrática a la diputación federal en Coatzacoalcos, Felipe de Jesús Díaz González, y los perredistas supieron el monstruo que habría de ser.
En nueve años, el PRD no había perdido una elección federal en Coatzacoalcos, considerado su bastión nacional. Se mantuvo invicto desde 1994 hasta que Rocío Nahle llegó.
Nahle, integrante entonces de la Unión de Trabajadores de Confianza y Técnicos de Pemex (Untcyp), aunque sin trabajar en Pemex desde 1992, mantenía su distancia con los trabajadores sindicalizados, los de la parte inferior del escalafón. En 2006, lo mismo hizo con el perredismo de colonias. Los desdeñó.
Cuando debió designar representantes generales (RG) que habrían de realizar recorridos las casillas y auxiliar a sus representantes en las mesas de votación, Rocío Nahle decidió que los RG fueran sus amigos petroleros. “Ellos tienen estudios, ustedes no”, les expresó. Y el PRD perdió la diputación.
Su mundo era el jet set de Coatzacoalcos y los petroleros de confianza. Su esposo, José Luis Peña Peña, era el segundo de a bordo en el área de mantenimiento del Complejo Petroquímico Pajaritos, un área que años después explotó, ya estando en manos de la empresa privada Mexichem.
El círculo social de Rocío Nahle es y ha sido el de las páginas rosas, los desayunos postineros, las damas en el festejo, los apellidos de rancio abolengo –Quintanilla, Fong, Aguilar, Pintos– a los que les llueven contratos de obra, de servicios, vía directa o vía prestanombres.
Nunca encajó con el perredismo por su trato soez, abusivo, altivo. Nunca ganó una elección siendo perredista. Y traicionó al PRD en 2009 promoviendo la candidatura del empresario Antonio Williams bajo las siglas del partido Convergencia por la Democracia, hoy Movimiento Ciudadano, el partido de Dante Delgado al que Nahle hoy confronta y le roba las alcaldías en Poza Rica y Papantla.
22 años así, usando y desechando, trepando al poder y mostrando el puño, hasta que una tragedia, la inundación del norte de Veracruz, potenció el yo intransigente, la frase hiriente, la rabia sin límite, la descalificación.
Ella es así… una tirana. Nada más que una tirana.
METADATO
La manada de prensa de Nahle sirve para una celestial fregada. Con palabras huecas, análisis deplorables, paja mental, hacen su lucha por convencer que la torpe no es tan torpe, que la lluvia es la culpable, que la prevención se implementó pero que el agua es cabresta y que el repudio de las víctimas es obra de la oposición y más concretamente, de Movimiento Ciudadano. Les pagan por hacer el ridículo. O le echan ganas pero no tienen con qué defender o justificar los disparates y negligencia de Rocío Nahle. Con cargo al erario, los jilgueros desafinados de la gobernadora de Veracruz pintan una realidad que sólo existe en su billetera. Pseudoperiodistas, usan sus espacios para vaciar sus miserias mentales. Que si Nahle es la solución encarnada; que si Emilio Olvera, a quien Nahle le robó la alcaldía de Poza Rica, es un agitador; que si el periodismo (crítico) se ensucia y se degrada. Nadie de estos pelafustanes, militantes en la jauría de la gobernadora, forma opinión. Son un gasto inútil, el erario tirado a la basura, pagándoles por autoridiculizarse y dejar sin defensa a Rocío Nahle, quien ha perdido la narrativa, sin revertir la única verdad que deja a flote la inundación del norte de Veracruz: no hubo prevención, hubo negligencia criminal, hubo 37 muertos, hay 300 mil damnificados y 100 mil viviendas dañadas. La prensa abyecta, servil, sólo aplaude como si el aplauso pueda impedir que Norma Rocío Nahle García, hoy por hoy y agravado por la tragedia humanitaria que se vive en el norte de Veracruz, sea la peor gobernadora de México… ¿Quién es ese funcionario de Amado que presume una licenciatura que no concluyó? Carece de título y cédula profesional y usurpa la profesión de abogado. Altivo, el pelafustán no arregla ni donde se acuesta. Es, literalmente, un estorbo. Adscrito al área donde se matizan los conflictos, siempre llega a destiempo o simplemente no llega. Eso sí, el usurpador de profesión se siente vicealcalde electo, presumiendo que tiene comiendo de su mano a Pedro Miguel Rosaldo García. No hay que confundirse. No es Laureano Malpica Alemán, “asesor jurídico” del ayuntamiento, quien tampoco tiene título de abogado aunque por 50 años así se ha ostentado. El susodicho es de nueva generación. Sus iniciales son J de José, L de Luis, L de López y C de Cabañas, el vicepresidente de facto. Ahí queda para que Pedro Miguel sepa de qué farsantes se va a rodear…