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Erick, Héctor Yunes y el rival a vencer

Nadie vota por un marrullero. Teóricamente no. Pero por Erick Lagos sí. Su votación fue histórica, tan inverosímil como descomunal, la mayor del país, operando en las sombras, sometiendo rivales, comprando adeptos y el órgano electoral convertido en su fan. Así ganó su diputación federal.

Un año tardó Erick Lagos Hernández en madurar una diputación que parecía imposible, pues el ahijado de Fidel Herrera Beltrán goza del desprecio de los suyos, que no son tan suyos, por su desarraigo en Acayucan, donde ni siquiera nació, su impopularidad, el repudio de todos y una fama que a cualquiera lo haría ruborizar.

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Yunes Landa: el tapado y el engañado

Gusta Héctor Yunes de volar, de volarse, de soltar la lengua, de por sí larga y floja, e incriminarse con dichos que aluden a su condición de “elegido” y futuro gobernador. Va dejando huellas el senador. Recorre Veracruz. Es campaña adelantada y es ilegal.

Donde se para dice Héctor Yunes que puntea en las encuestas, que tiene ya amarrada la candidatura, que renuncia en enero de 2016, que nadie como él tiene la mejor intención de voto, que le sobra Beltrones para acudir a la cita con su destino.

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La derrota de Javier Duarte

Simulador, Javier Duarte proclama un triunfo abstracto, arrebatado, maltrecho. Dice que ganó. Y sí, ganó el PRI en 16 distritos electorales de Veracruz, como siempre, con sus trampas y su fraude. Pero las cinco joyas de las corona las perdió.
No ganó Xalapa Urbano, Veracruz, Boca del Río, Coatzacoalcos y Poza Rica, ahí donde se concentra el mayor poder político, capitales millonarios y la industria, el turismo y la más alta densidad de población, ventana al mundo, a los negocios, a la inversión.

Fuera Fidel Herrera: dice Oaxaca

“Fuera Fidel Herrera Asesino”

Sobre la fachada del PRI, la advertencia: “Fuera Fidel Herrera Asesino”. Lo dicen los oaxaqueños y se lo dicen a Fidel. Así lo miden. Le advierten que no es impune y que lo van a enfrentar.
Llega disminuido, desprestigiado, vituperado el ex gobernador de Veracruz a su nueva encomienda: Oaxaca. Llega como delegado del PRI nacional, no se sabe si como premio o castigo, llevado a una trampa, a un infierno electoral.

Fidel Herrera y José Murat Casab

Fidel Herrera y Murat: el golpe del New York Times

A Fidel Herrera Beltrán le gusta la buena vida y la riqueza, el lujo y el dispendio, los negocios desde el poder, los autos y los aviones, las casas, las mansiones, los departamentos. Y si son en el extranjero, lejos de las miradas inquisidoras, mejor.
A lo que no es afecto es a la discreción. Presume y ostenta. Y si no lo hace de viva voz, sus allegados, sus aliados o sus cómplices se encargan de relatar para qué sirve ser senador o gobernador.

Fidel Herrera y Marcelo Montiel

Fidel Herrera y Marcelo Montiel: pleito a muerte

Fidel Herrera Beltrán es truculento, mañoso, voraz y despiadado, pero ni cuando estaba “en la plenitud del pinche poder” pudo someter a Marcelo Montiel Montiel. Lo cercó. Lo marginó. Le regateó espacios. Le concedió una alcaldía. Le arrebató dos. Y hoy, por una diputación, se han vuelto a agraviar.
Su pleito es, como dicen los clásicos, a muerte. Y si no, es hasta ver quién despedaza a quién. Proviene de los días en que Fidel Herrera aspiraba a ser gobernador de Veracruz, en 2004, y daba rienda suelta a su hiperactividad política, amarrando, soltando, trabando acuerdos, pactando por cuenta propia, decidiendo por encima de los caciques y los hombres de poder.

Pepe Yunes y Héctor Yunes

Javier Duarte: minigobierno para reventar a los Yunes rojos

Veracruz es un infierno político con Javier Duarte. Su pandilla, el fidelismo del cual procede, sigue operando desde las instituciones, acumula dos sexenios —la docena trágica— y ahora se allega dos años más, el minigobierno articulado con doble fin: encubrir sus corruptelas y boicotear a los Yunes rojos.
Pobre tipo. Encabeza una asonada legaloide, pasada su reforma de ley por la inmoralidad de un Congreso estatal títere, de nivel ínfimo, que le aprueba todo así sea una barbaridad, que no lee sus iniciativas, que no las modifica, que avala un período de gobierno recortado.