Karime Macías y Javier Duarte de Ochoa, gobernador de Veracruz

Javier Duarte: engaño al Congreso federal

Casi todo le sale mal a Javier Duarte. Casi todo. Lo que sí supo fue engañar al Congreso federal, arrancarle 500 millones de pesos, prometer un hospital de especialidades en Coatzacoalcos y no decirles que el terreno donde se edificará no es propiedad del gobierno de Veracruz. Eso es audacia perversa.
Su nueva hazaña tiene que ver con el hospital de especialidades, una obra a realizar de mil millones de pesos, enclavada en el poniente de Coatzacoalcos, pomposamente llamado el “Hospital de Karime” por supuestas gestiones de su esposa, Karime Macías Tubilla, un proyecto cuyos cimentos no se hallan bajo tierra sino en una nube de la ilusión.

Habitantes de Tatahuicapan persiguen al alcalde de Coatzacoalcos, Joaquín Caballero Rosiñol.

Tatahuicapan: trampa para Joaquín Caballero

No siempre se ve a un alcalde ultrajado. Esta vez sí. Le tocó a Joaquín Caballero. Le tocó ir a la trampa. Le tocó recibir metralla, escuchar insultos, ser perseguido, humillado. Y salir despavorido.

Ir a Tatahuicapan fue suicida. Negada de origen, la salida al conflicto por el agua de la presa Yuribia, que abastece a Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque, era de antemano una batalla perdida, las ganas de revivir a un muerto o, simplemente, el escenario para sentir el odio de los hermanos de la sierra.

Enrique Peña Nieto

Peña Nieto: el pacto de los cínicos

Atrapado, presidente en crisis, Enrique Peña Nieto tiene fijación por los decálogos y obsesión por los pactos. Los inventa y si le fallan, los recicla, los reedita, los maquilla y los vuelve a activar. Y si son sinónimo de fracaso, les cambia el nombre y los vuelve a lanzar. Es el hojalatero de la democracia.
Así enfrenta el presidente de México el escándalo de Ayotzinapa, la desaparición de 43 estudiantes normalistas a manos de la policía municipal que los entregó supuestamente al narco —otras versiones dicen que fue a los militares— y que según el cansado procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, los torturaron, los asesinaron y los calcinaron para borrar las huellas del crimen.