* Agredido por policías vestidos de civil * Periodista de AVC y El Universal * Captaba el acarreo de asistentes al Grito de Javier Duarte * Rubén Espinosa y Karlo Reyes, casos paralelos * Responsabiliza al gober * Morales Bustamante, la tercera vía * Funcionarios y contratos * Evaristo sigue siendo el rey
De milagro, Karlo Reyes no murió a golpes, o fue llevado con rumbo desconocido, o fue masacrado por la mano del crimen tolerado, solapado y auspiciado desde el seno del gobierno de Veracruz. De milagro vive. De milagro la cuenta. Es el enésimo periodista agredido hasta el límite en el régimen tiránico de Javier Duarte.
Karlo Reyes, fotorreportero de la agencia AVC y El Universal, se hallaba en las cercanías del palacio de gobierno, en Xalapa. Cubriría el Grito de Independencia y lo que pudiera ocurrir. Veía el andar de la gente. Observaba quiénes y cómo inundaban Plaza Lerdo o Plaza Regina Martínez, en lo que sería el penúltimo 15 de septiembre del gobernador.
Tres horas antes del momento crucial, cuando Javier Duarte alzara su voz tipluda en arenga por los héroes que nos dieron patria, su rebosante figura en el balcón central, el morbo popular haciéndolo añicos, la fiesta y el desmadre, Karlo Reyes pasó a convertirse en una víctima más de la policía disfrazada de civil.
Había captado a los grupos de acarreados que tomaban su lugar en la explanada de la plaza, entre la calle Lucio y catedral. Si no es así, con acarreados, quién escucha al gobernador, quién le responde, quién lanza los vivas, quién entona el Himno Nacional, quien disfruta el derroche de los fuegos pirotécnicos.
Karlo Reyes registró el acarreo con su lente. Instantes después, se le fueron encima los esbirros policíacos, vestidos de civil, a quienes identificó por su corte tipo militar, por un distintivo blanco que portaban en la ropa, a la altura del pecho, por su andar con estampa policial, que no pueden ocultar.
Lo tundían en cara y cuerpo. Le bajaron los pantalones. Estando en el suelo, seguía la agresión por parte de los policías vestidos de civil, o parapolicías, o sicarios del gobernador, o matarifes del secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, el general de cero estrellas.
Diversas fotografías captadas por reporteros de otros medios, incluso de asistentes al evento, muestran la brutalidad con que fue tratado Karlo Reyes. Escuchaba los insultos, recibía amenazas, sentía los cachazos de las armas en el cuerpo y rostro.
Sus compañeros, agrupados en el Colectivo Voz Alterna, del que Karlo Reyes Luna es integrante, denunciaron los detalles de la agresión:
“Lo arrastraron. Nosotros vimos cómo lo estaban arrastrando. Tenemos fotografías de eso, de cómo más de cinco sujetos lo estaban golpeando. Fue difícil salir y alcanzarlo. Cuando pudimos salir ya estaba arriba de una patrulla. Si no hubiéramos llegado, no sabríamos dónde estuviera Karlo ahorita, hubiera pasado lo de Rubén (Espinosa, asesinado en el DF tras huir de Javier Duarte y su policía). Ya son muchos ataques contra los periodistas que son críticos y para integrantes del Colectivo Voz Alterna, nosotros repudiamos estos hechos. Le pedimos al Gobernador que realmente tome cartas en el asunto y no se quede nada más al aire”.
Resaltan que los agresores son policías. Llevaban un pin blanco con la figura de una cobra en su ropa.
Las fotografías de sus compañeros de prensa son reveladoras. Tendido en el suelo, los agresores de civil lo rodean. Varios policías con uniforme permanecen estáticos, cómplices, inmóviles. Son los “pendejos” a los que se refiere el fotoperiodista en el video donde acusa a Javier Duarte y a su policía represora.
Seguridad Pública difundió su versión. En su video muestra a Karlo y otro acompañante al momento en que llegan al punto de revisión de las personas que acudían a la ceremonia del Grito. Karlo intenta pasar y se lo impiden. Alza los brazos y así los mantiene. En su rostro hay sangre. Se acercan a él. Hay un jaloneo. Camina entre jaloneos. Habla entre jaloneos. Una persona adulta lo capta con su teléfono celular. KArlo reacciona contra él. Le reclama que qué filma y de un empellón lo envía al piso. No se justifica su acción. Es el desfogue de la ira pero el anciano es derribado.
Se exculpa Seguridad Pública con un argumento tan infame como insostenible: al parecer el agredido presentaba estado alcohólico y fue víctima, en todo caso, de una riña entre particulares. Hasta para mentir son patéticos en la pandilla duartista.
En otro video se escucha el esfuerzo del periodista por explicar, por demostrar que es víctima de una agresión. Karlo Reyes relata su odisea. Todo sucede a partir de las 8 de la noche. Logra identificar al tipo que iba al frente de los agresores. Es un tal “H. Ramos”, según una etiqueta que le vio. Se explaya, da pormenores. Hay coherencia en lo que dice, en las razones de su presencia en el lugar, del intento por registrar con su cámara el acarreo, de la arbitrariedad del grupo de choque duartista, de la complicidad de los uniformados.
No estaba alcoholizado. No consume drogas. No hacía nada fuera de la ley. Karlo trasluce la impotencia y el dolor de la injusticia. Karlo reclama el robo, el despojo, la mano ladrona que lo ha dejado sin sus imágenes del acarreo, sin sus cámaras fotográficas y varios lentes, todos Nikon, profesionales, uno de ellos adquirido hace apenas un mes.
Lo han despojado de su equipo de trabajo, con lo que se sostiene. No sabe con qué trabajará ahora y expresa que tampoco cuenta con seguridad social, cómo atenderse de las lesiones. Expresa que es injusto que le impidan realizar su profesión. Lo mismo dijo Rubén Espinosa cuando se fue al exilio y luego a morir.
Hace responsable del ataque artero a Javier Duarte y a Bermúdez Zurita, de lo ocurrido y de lo que le pueda pasar. Así lo planteó también Nadia Vera, la activista social, en aquella entrevista en Rompeviento TV. Meses después, cuando se había exiliado en el Distrito Federal, fue ejecutada en un departamento de la colonia Narvarte junto con Rubén Espinosa.
Karlo Reyes no está solo. Hablan en su nombre y por su integridad sus compañeros de gremio, las redes sociales, la prensa nacional.
Desmienten él y el Colectivo Voz Alterna que se encontrara en estado de ebriedad o drogado como le imputan. Es el patrón de la descalificación como a Rubén Espinosa y Nadia Vera, tildados de consumidores de droga.
“Condenamos el hecho y desmentimos la versión de las autoridades de Veracruz sobre que Karlo estaba tomado o estaba drogado. Él acudió a cubrir el acto del Grito de Independencia cuando fue atacado por policías vestidos de civil. El colectivo Voz Alterna tiene videos de los hechos y fotos muy diferentes a lo que presenta la Secretaría de Seguridad Pública que solamente presenta una versión parcial con unas imágenes que obviamente se ven tendenciosas, presentando a Karlo queriendo entrar a la fuerza cuando no nos permitían el acceso. Lo fuimos a rescatar porque los policías estatales se lo querían llevar”, dice Roger López, fotoperiodista e integrante del Colectivo Voz Alterna.
A Karlo Reyes lo treparon en una patrulla. ¿Pueden los civiles detener y subir a sus víctimas en una unidad policial? Ahí se confirma que fue un grupo de choque oficial, parapolicíaco.
Ya a bordo de la patrulla, sus compañeros reporteros lo bajaron. Desconfiaban de los elementos de Seguridad Pública pues ellos mismos eran los atacantes.
Karlo Reyes es el enésimo periodista agredido en tiempos de Javier Duarte. En su video reitera su certeza de que los atacantes son policías e insiste en hacer responsable al gobernador de Veracruz. (Ver video: https://www.youtube.com/watch?t=409&v=hxCAXef8rrg).
Decía Seguridad Pública que Karlo Reyes al parecer presentaba aliento alcohólico. Quería así justificar que hubiera sido agredido en una riña. Todo es falso. El Centro de Especialidades Médicas descartó que se hallara en estado de ebriedad.
Desenfrenado, Javier Duarte encara otro acto represivo contra la prensa. Su secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado, promete una ilusión: serán sancionados los responsables. Cómo no. Seguro va a llevar a los tribunales al “general” Bermúdez y al mismo gobernador, en cuyas mentes se fragua la embestida contra la prensa crítica.
Incurre el oaxaqueño Flavino Ríos en otra bajeza. Reta a que le digan los reporteros quién no se ha tomado unos tragos en esa Noche Mexicana. O sea, configurando que la agresión fue por pleito de borrachos.
Decía Javier Duarte en El Universal que a los periodistas en Veracruz los mata el crimen organizado, los Zetas, los Golfos, los Jalisco. “No me preocupa el caso Narvarte”, dijo en su proyecto de autoexculpación. A los veracruzanos, en cambio, sí nos preocupa Javier Duarte, su obsesiva fobia hacia los periodistas críticos, la represión a quienes protestan, el uso de policía que espía, que hostiga, que se emboza en ropa de civil, el ataque cobarde.
Vaya remedio. El crimen organizado le quita de enfrente a la prensa incómoda. Le faltó expresar que los madrea su policía, los hostiga, los amenaza, les roba su equipo fotográfico, les borra las imágenes de un acarreo que evidencia que si no es con tretas, no hay quien le aplauda al gobernador.
Karlo Reyes y Rubén Espinosa tienen una historia común: uno es y el otro fue colaborador de Agencia Veracruzana de Comunicación, donde se difunde su material gráfico; su enfoque crítico hacia Javier Duarte; fueron hostigados, amenazados y agredidos por policías vestidos de civil.
Karlo vive; Rubén está muerto. Son parte de la inacabada violencia contra la prensa en Veracruz, las fobias del duartismo, la embestida con sello de sangre. Y como en el caso de Rubén, es la policía del gobernador.
De milagro, Karlo Reyes está vivo.
Archivo muerto
Jesús contra Víctor o Víctor contra Jesús, el marcelismo no abandona sus conflictos. Se disputan candidaturas que aún no existen, que provocan tirantez, rencores y rencillas y el extravío de sus bases. Y mientras Caín y Abel región 4 dirimen sus odios, su patriarca prepara ya la tercera vía. Alienta Marcelo Montiel que su alfil de siempre, salvo cuando fue alcalde sustituto contra su voluntad, Alfonso Morales Bustamante, sea quien se quede con la candidatura a la presidencia municipal de Coatzacoalcos en 2017, pulverizando los delirios succionales de Mónica Robles. Para AMB son hoy los apoyos, el juego, la línea a las promotoras, lo que quiera y exija, recursos a granel pues para eso es tesorero municipal. Víctor Rodríguez Gallegos será el candidato a diputado local, en 2016, y Jesús Moreno Delgado soñará con una candidatura a la alcaldía, en 2017, que difícilmente se le dará. Hoy le dicen que sí; después le dirán que no. Al último round llegarán sólo Morales Bustamante y Rodríguez Gallegos… Son unas líneas de texto. En ellas constan nombres, servicios, contratos y montos asignados. Es un informe que revela la identidad de funcionarios o la de sus hombres de paja en su faceta de proveedores, prestadores de servicios o constructores. Es una lista explosiva pues se supone que la ley es clara y categórica en cuanto a que los funcionarios municipales están impedidos de lucrar con el erario. No pueden ser contratistas, ni sus familiares, ni sus cuates, ni sus socios. Pero en Coatzacoalcos sí. Y en primerísimo sitio el director de Infraestructura del ayuntamiento, Guillermo Ibarra Macías… Evaristo no se fue. Agazapado, sigue mandando en el Centro de Estudios Tecnológicos y de Servicios número 79, en Coatzacoalcos. Javier Evaristo Hernández Rosario había sido el detonante de una protesta estudiantil, acusado de malos manejos, de no rendir cuentas, de vender libros que nunca entregó, de no aplicar recursos para el mantenimiento del plantel, de decenas de irregularidades. Lo increpaban y finalmente el gobierno federal cedió. Fue retirado de su cargo mientras se realizaba una auditoría. Y así ganó tiempo, sofocado el conflicto. Ya ni quien recuerde qué pedían los estudiantes. En cambio, Evaristo Hernández Rosario, vía sus incondicionales, sigue siendo el rey en el CETIS 79. ¿Reforma educativa? Sí pues…
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