* La candidatura no es obsesión * El fallido encuentro con Duarte * Los amigos presidenciables * Encarcelar y que devuelvan lo robado * Yunes Linares revira * Sus bienes y sus cheques * Javier Duarte y el reclamo de los acreedores * COFISUR: el fiscal, las cuentas, el embargo que no llegó
Xalapa, Ver.— Visita cada mesa Pepe Yunes y a todos dice que la gubernatura no es obsesión. Si se da bien. Si el presidente Peña lo bendice, bien. Si los astros se alinean, bien. Pero, reitera, no es obsesión.
¿Qué exige el presidente? Quiere ganadores, no candidatos, no aspirantes sin lustre ni obsesivos sin remedio, que garanticen y no compliquen, que enfrenten el reto de una elección y un reto todavía peor: rescatar a Veracruz del caos financiero y la violencia.
Habla y gesticula el senador. Lo escucha el que puede, unos en corto y otros a la distancia. Habla de sí mismo, de su proyecto hacia la gubernatura, de Javier Duarte, de Héctor Yunes, de los amigos de la juventud que hoy son presidenciables, del Veracruz en quiebra, de la tozudez del gobernador, de las señales que no interpreta, del 2016 que será la madre de todas las elecciones, del discurso encarcelador de Miguel Ángel Yunes.
Otras no las dice Pepe Yunes Zorrilla. Esas corren entre versiones de reporteros y columnistas, de analistas y directores de medios, unos duartistas otros antiduartistas, que ese día —agosto 25— se congregan en la quinta Los Alcatraces, en Cinco Palos, municipio de Coatepec.
¿Valía la pena reunirse con Javier Duarte? Videgaray aconsejó que sí. Era la tercera solicitud del gobernador. “El presidente quiere opciones”, habría expresado el secretario de Hacienda. “Y si Pepe Yunes se resiste no es opción”.
Y llegó el encuentro. Sería en el DF. Luego el senador veracruzano lo movió al rancho San Julián, en Perote, el rancho de la familia. Y ahí se habló del desastre financiero, de la obra cumbre de Javier Duarte, torcido lo que estaba derecho, enredado lo llano, turbio y oscuro lo que parecía claro.
¿Fue contraproducente sentarse y hablar con un gobernador que pretende vetar? Yunes Zorrilla ofertó las llaves del reino. Se abría Hacienda. Se abría Banobras. Asomaba el crédito salvador, mejores plazos, mejores tasas de interés, la renegociación para darle tregua a Veracruz, pagar menos cada año y refinanciar.
Javier Duarte fue desleal. Hablaron los hechos. Difundía el duartismo que ahí se fumó la pipa de la paz, irrelevante el rescate financiero de Veracruz, o mejor dicho, que se haría como hasta ahora, con el sello duartista, con la marca del dispendio, sin variar el rumbo.
Al cuarto día Pepe Yunes respingó. La deuda es lo crucial. No son los 44 mil millones que dice el gobernador sino más, mucho más, quizá los 80 mil millones de los que hablan los académicos de la Universidad Veracruzana y el ex diputado federal panista, Juan Bueno Torio.
Con las tripas en la mano, el berrinche en la piel, Javier Duarte dio las gracias sin clase. No en una llamada privada, no en diálogo en corto, sino en conferencia de prensa, impolítico, a los cuatro vientos, aquejado por su caos interno. Gracias al senador pero de hundir a Veracruz me encargo yo.
Se encoge de hombros Pepe Yunes. Qué más da. Por lo menos el intento se hizo. Cumplió para ser opción. Quien se resistió fue el gobernador. La puerta de Hacienda quedó cerrada.
Los amigos de Pepe Yunes —José Antonio Meade, Luis Videgaray, Ernesto Cordero— son eso, amigos de toda la vida, amigos fraternos, amigos de juventud, amigos del ITAM. Los de Héctor Yunes —Don Beltrone y Alfredo del Mazo— son amigos políticos, amigos de escritorio, amigos de oficina de gobierno.
Pepe Yunes y sus amigos se dispensan trato personal, jornadas interminables en la casa y con la familia, las vacaciones en Perote, que es decir Xalapa, Veracruz, Boca del Río, Coatepec y toda la región. O la visita con esposa e hijos.
“Es otro nivel, otro tipo de amistad”, dice el senador Yunes Zorrilla.
Obvia la reflexión. ¿Y la de Héctor Yunes con Beltrones y Del Mazo? Amigos en tareas partidistas, amigos en Fonacot, amigos donde los ponga el PRI o el amigo del amigo. No es amistad personal.
Dos de ellos, Meade y Videgaray, serán finalistas en la sucesión presidencial, amigos del presidente Enrique Peña Nieto, uno en Sedesol y el otro en Hacienda, uno en la política social y el otro donde se capta el dinero y se dispensa a granel.
Sea Pepe Yunes o Héctor Yunes, sobrino y tío, senadores ambos, la elección de 2016 es un volado, quizá una tumba. Nunca un escenario tan adverso. Nunca tanto rencor social. Nunca tanto repudio a un gobernador insensato, a un tirano esférico, a un financiero irresponsable, a un acosador de la prensa crítica, al represor de la protesta social, al magnánimo encubridor de la pandilla fiel y al artífice de la impunidad próspera.
Ser candidato no garantiza el triunfo en las urnas. Quiere el PRI gobernar cuando ha sido el PRI quien ha acabado con Veracruz. Fidel Herrera inició la quiebra, Javier Duarte la consumó. El PRI es corrosivo y el PRI seguirá siendo corrosivo. Es la lógica popular.
Admite Pepe Yunes. Es el peor escenario, con una deuda moral abrumadora, testigos todos del saqueo inmisericorde, obsceno, descarado; de la soberbia del duartismo y del cinismo cuando esgrime que debo no niego, pago no quiero ni puedo.
¿Qué discurso ha permeado? El de Miguel Ángel Yunes Linares, el diputado federal panista que promete por encima de todas las cosas encarcelar a Javier Duarte y a su pandilla. Es el discurso que sacude a la sociedad, que emociona a la plebe y a los doctos, a la oposición y hasta a los priístas.
Es el discurso con el que se identifica el electorado, el que ya ganó su voto, el que sacia el morbo, que invita a la rebelión, que incita al castigo.
Pepe Yunes no puede ir con un discurso más terso, conciliador. Si lo hace, como Héctor Yunes, no gana un voto. Y así lo advierte.
Vale el discurso que promete cárcel para Javier Duarte. Lo demás no cuenta.
Sea Meade o Videgaray, no quieren a un amigo candidato al gobierno de Veracruz en 2018. Lo quieren en la gubernatura en 2016 y que comience a operar por dos años, que alinee alcaldes, que someta diputados, que haga amarres con la oposición.
Aún así, dice Pepe Yunes que lo suyo no es obsesión. Si se da, bien. Si no, se remite al DF, hace política en el altiplano, se une al proyecto de sus amigos, los presidenciables.
¿Se alinearía con Héctor Yunes? No vacila el senador por Perote en expresar la afirmativa. Ese es el acuerdo, dice. Es la palabra y la palabra se honra.
¿Y Héctor Yunes se disciplinaría si no le toca? Pepe Yunes se vuelve una incógnita. Dice que sí pero con tufo a duda. Es el acuerdo, reitera, creyendo convencer, mientras unos ríen y otros niegan.
Un día después —agosto 26— José Antonio Meade se encamina a la candidatura presidencial. Peña Nieto lo nombra secretario de Desarrollo Social.
Se alinean los astros para Pepe Yunes. Meade pasó por el gobierno panista de Vicente Fox como director de Banrural, activando un proyecto que no cuajó en el PAN. Siguió con Felipe Calderón, siendo secretario de Energía y Hacienda, sin partido, sin mayor compromiso que el institucional.
Llegó Peña Nieto y de entre todo el panismo, sólo a Meade proyectó. Primero fue Canciller y hoy es secretario de Desarrollo Social, la plataforma de Luis Donaldo Colosio para la malograda candidatura presidencial en 1994.
Algo sabría Pepe Yunes. Ese día, en Cinco Palos, hablaba de su amistad, de Videgaray, de los tiempos de universidad, de sus familias, de las vacaciones, del trato frecuente, de una relación, con Videgaray, con Cordero, con Meade, que va más allá de la política.
Ese día sonreía mientras contaba que si se da Veracruz, bien; si no, no pasa nada. Se va al DF a hacer política, a esperar los tiempos, a trabajar con el equipo al que se debe, a cuajar la gubernatura cuando los astros quieran.
Hoy, le queda claro, el discurso es cero tolerancia. Sin ello no hay nada. El discurso es carcelario. Quienes delinquieron en el duartismo deben pagar. Quien los protegió y alentó —Javier Duarte— irá a la cárcel. Quien provocó la quiebra de Veracruz debe enfrentar la ley y regresar lo robado.
Quizá sólo lo encarcele de palabra, para cosechar votos, para saciar el morbo de los electores, para colmar los afanes de venganza. Ya en el poder es otra cosa. La memoria popular es volátil. La sociedad olvida pronto.
El discurso es carcelario como el del Yunes azul; la suavidad equivale a derrota.
Archivo muerto
Días agrios los de Javier Duarte. No deja el escándalo por la masacre de la Narvarte, la ejecución del fotoperiodista Rubén Espinosa, y ya se inmola en nuevos fuegos. Lo agobia la deuda, los acreedores, la infamia contra los adultos mayores, el conflicto financiero con la Universidad Veracruzana, los maestros que retan a que paga o no hay Grito de Independencia, la embestida del empresariado que exige saber qué diablos hizo con el impuesto del 2 por ciento a la nómina, los que toman oficinas públicas, los que bloquean carreteras, los que lo acusan en los medios de comunicación, los que reclaman por los desaparecidos, los que exigen terminar con el baño de sangre. Cada mañana, al despertar, imagina que la pesadilla terminó. Pero la pesadilla no es sueño; es su realidad. Es una hoguera de la que pudo librarse si se hubiera retirado a tiempo, cuando la bomba de tiempo se activó, no cuando la bomba le estalla en las manos… Ahora fue Yunes Linares. Responde el diputado federal panista a la imputación de la pandilla duartista, los 20 legisladores enviados a acusarlo de desvío de recursos del ISSSTE en el tiempo que fuera su director, de enriquecimiento inexplicable. Les dice que por lo menos tres de los bufones de Javier Duarte —Adolfo Mota, Edgar Spinoso y Tarek Abdala— se escudan en el fuero; que la Auditoría Superior de la Federación nunca le observó por irregularidades en la adquisición de medicamentos en sus días como titular del ISSSTE; que su situación patrimonial es pública. “No tengo cuentas de cheques, inversiones, acciones, bonos, efectivo, metales, ni nada similar ni en Indonesia —dijo— ni en Estados Unidos, ni en ningún país del mundo; en México tengo sólo cuenta de cheques, no soy propietario de los lotes 9 y 10 de la manzana 261 del Fraccionamiento Costa de Oro, en el Municipio de Boca del Río ni de ningún inmueble en el Fraccionamiento Rincón del Conchal, Municipio de Alvarado”. Agregó: “México y Veracruz requieren Diputados Federales comprometidos con el cambio. No se viene a la Cámara de Diputados a defender intereses de bandas o camarillas como la que gobierna Veracruz desde hace casi dos sexenios”. El siguiente capítulo son las nuevas denuncias contra Javier Duarte y contra cada uno de los integrantes del pull de payasos legislativos del gobernador… Félix Jácome era pieza clave. Halló bienes, cuentas, dinero y muchas cosas más el polémico MP. Había con qué resarcir el daño a los ahorradores defraudados de Cofisur. Habló y se salió del guión. Y lo pagó. Fue llevado a Veracruz y ahí, donde el crimen organizado convive con el poder, donde la ley se tuerce a diario, se quedó. De los bienes de Cofisur no volvió a saberse, ni a hablarse, cancelada la posibilidad del embargo para garantizar el pago. Bienes, cuentas, dinero terminaron siendo repartidas entre quienes urdieron el fraude y quienes lo encubrieron. Eran los días en que la fidelidad le marcaba el ritmo a Veracruz, alentada la inversión en financieras y cajas de ahorro, promovida por la familia política en pleno, por Marcelo, por Joaquín, por funcionarios de la misma Secretaría de Hacienda. Hoy Cofisur tiene otro destino. La nueva demanda obligará al gobierno federal a cubrir el pago de más de 20 mil millones de pesos, superior al caso Ficrea. Y en esa demanda está señalada la omisión y el dolo de la Procuraduría de Veracruz, deliberado el silencio, sucio el expediente, fraguado todo para no darle un centavo a los ahorradores defraudados, Fidel y Duarte hasta el cuello…
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