* El agente de la ayudantía del gobernador que lo amenazó * Con su cámara registraba la represión del duartismo * Golpeados y robados en Plaza Lerdo * La carta de sus familiares a EPN * Amenazas recibidas por el gobierno de Javier Duarte, apuntan * Pepe Yunes y el gobernador * “No son 42 mil millones de deuda” * Las pantallas de Marcelo * Jesús Alí y el apoyo miserable
A su familia, a sus amigos, a medios de prensa nacional e internacional, Rubén Espinosa les expresaba el acoso y las amenazas de Javier Duarte, el nivel de agresión, la intolerancia que intimida y que termina con la vida. Traslucía miedo. Huía del gobernador. Se había vuelto un “fotógrafo incómodo”.
Su muerte pone bajo sospecha al gobernador de Veracruz, por su vena fascista, por ser proclive a la represión, por el uso del aparato de poder para enfrentar a sus críticos, por la brutalidad policíaca contra los movimientos sociales.
Dejó Veracruz cuando la pandilla duartista lo asediaba. Se sabía espiado. Día y noche, donde fuera, lo seguían agentes de gobierno, “orejas” que se infiltraban en conferencias de prensa, que andaban armados, que se hacían pasar por periodistas.
Partió al Distrito Federal cuando sintió la provocación. Tres tipos se acercaron. Dos más se hallaban a distancia. Uno le indicó que se hiciera a un lado, figuradamente a un lado.
Tiempo atrás, al fotografiar la represión contra integrantes del Movimiento #YoSoy132 que protestaban por la imposición de Enrique Peña Nieto, el 20 de noviembre de 2012, un agente duartista le advirtió que podría terminar como la reportera Regina Martínez Pérez, corresponsal de la revista Proceso, asesinada en Xalapa, el 28 de abril de 2012.
A la televisora Francesa Arte TV, Rubén Espinosa le contó:
“Estudiantes desplegaron una lona, desde una habitación del Hotel México. Decía: ‘Duarte te tenemos en la mira’. Cuando logré llegar, civiles golpeaban a manifestantes. Eran policías, hombres y mujeres; detuvieron a varios. Yo empecé a disparar mi cámara y llegó un elemento de ayudantía (del gobernador), me dio un golpe y me dijo: ‘¡Bájale de güevos si no quieres terminar como Regina!’ ”.
Vestía de civil la policía veracruzana, al estilo de los Halcones del 10 de Junio de 1971, en aquella dramática masacre estudiantil que marcó el inicio del criminal sexenio echeverrista. A los halcones de Javier Duarte se unían los integrantes de la ayudantía del gobernador. Qué mejor que dejar huella.
Relató a la televisora francesa el nivel de represión en que vive la prensa crítica de Veracruz:
“En Veracruz hay muchas presiones, el soborno, muchos compañeros reciben dádivas del gobierno; le llamamos chayo. Lo hacen por cuadrar información a modo de la clase política. Pero también está el temor, los asesinatos (de compañeros), la policía no te permite trabajar… Estamos en una total indefensión, en la marcha siempre hay ‘orejas’, policías que toman registros de la manifestación, pero también de los reporteros, esto es de todos los días.”
José Gil Olmos, periodista y analista de Proceso, dice de Rubén Espinosa, del acoso duartista y de su salida de Veracruz:
“Rubén Espinosa se dedicaba a registrar con su cámara fotográfica los movimientos sociales de Veracruz y la consecuente represión contra ellos aplicada por la administración de Javier Duarte. Su trabajo no agradaba a las altas esferas del poder. Reiteradamente amenazado y agredido por personas fácilmente identificables como agentes del gobierno, el fotoperiodista decidió volver a la capital del país, una ciudad que alguna vez tuvo fama de ser refugio para comunicadores de todo el país. No fue suficiente. La ‘ciudad de la esperanza’ no lo salvó”.
Relata otro pasaje Gil Olmos:
“Con su cámara Nikon registró los momentos más crudos de la administración de Javier Duarte, sobre todo la represión ejercida contra organizaciones sociales y periodistas. También los gestos más adustos y rabiosos del gobernador, que se publicaron en diversos medios e incluso fueron portada en este semanario (Proceso 1946).
“El 13 de septiembre de 2013 Rubén y otros fotorreporteros fueron agredidos por la policía estatal, que les quitó sus equipos fotográficos luego del violento desalojo de los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que ocupaban la Plaza Lerdo, en Xalapa.
“Rubén y sus compañeros Óscar Martínez, de la agencia Reuters, y Roger Martínez y Ricardo Matus, de Imagen del Golfo, quisieron denunciar el hecho ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Cometidos Contra la Libertad de Expresión, que abrió el acta circunstanciada 123/FEADLE/2013. En ésta se quejaban de que la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) estatal se negó a mostrar a los policías que agredieron a maestros y periodistas en el desalojo de la plaza.
“Los fotógrafos narraron después que la SSP y el gobierno de Duarte les ofrecieron dinero a cambio de retirar la querella. Rechazaron el ofrecimiento. Algunos de ellos presentaron la denuncia penal en el fuero local; sin embargo, Espinosa declinó la demanda, pues adujo que no creía en las instituciones y que la SSP y la entonces procuraduría estatal eran la misma cosa.
“Rubén prefirió hacer una denuncia pública, junto con otros reporteros, asesorados por un abogado. En conferencias de prensa consignó la serie de agresiones por parte de agentes de la SSP vestidos de civil, desde noviembre de 2012 y hasta la última, cuando se documentó el ataque a unos estudiantes el 5 de junio de 2015”.
Gil Olmos cita a la condena de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos:
“Si las investigaciones confirman que este aberrante múltiple homicidio tiene relación con la labor periodística de Rubén Espinosa, estaríamos en presencia de un acto gravísimo contra la libertad de expresión que, sin duda, causa un efecto inhibitorio en el ejercicio del periodismo en México”
Y apunta:
“Preocupa aún más el hecho de que una posible represalia se haya podido materializar en el Distrito Federal, que cuenta con una baja tasa de incidencia de este tipo de agresiones”. Rubén Espinosa “era una voz reconocible en los llamados de justicia de otros colegas periodistas asesinados y desaparecidos en Veracruz.”
Su familia también alza la voz. Reclama que “se sigan las líneas de investigación relacionadas con la labor periodística de Rubén y el activismo de Nadia en Veracruz”.
En carta dirigida al presidente Enrique Peña Nieto, exponen hechos que ha evadido la Procuraduría de Justicia del DF y exige “una rendición de cuentas pública de Javier Duarte, gobernador de Veracruz, ya que no aceptamos que haya más periodistas asesinados, ni más casos impunes. Mientras el mandatario advierte a periodistas ‘pórtense bien’, Veracruz es la entidad más letal para la libertad de expresión: aquí se matan, desaparecen, y agreden a cualquier voz crítica al gobierno local”.
Describen por qué regresó al DF, el grado de presión a que fue sometido:
“Rubén Espinosa Becerril regresó al Distrito Federal tras ocho años de trabajar en Xalapa, Veracruz. El 12 de junio de este año llamó a su hermana para decirle que estaba en la Ciudad de México: ‘Hubo problemas; está cabrón’ —le expresó—.
“Rubén con el afán de mantener la seguridad de su familia decía poco; escondía su miedo. Pero actuaba, se movía y confiaba en las organizaciones con las que trabajaba. Al llegar dio entrevistas, habló con quien pudo para protegerse para buscar un camino nuevo lejos del peligro que Veracruz le significaba.
“Trabajaba en AVC Noticias y como corresponsal de Proceso y Cuartoscuro. Su camino lo forjó solo, sin escuela, investigando, con ideales firmes y siempre con el respaldo de la comunidad periodística de Xalapa. Hizo de la fotografía la manera de compartir su mundo. “ ‘Me han hecho saber que soy un fotógrafo incómodo para el gobierno veracruzano’, dijo Rubén entrevistado por SinEmbargo.
“Buscaba siempre la verdad, darle voz a través de su imagen a los movimientos independientes, a las luchas, a los no escuchados. Y por ello le cerraron los ojos, le amarraron las manos, lo torturaron y le dieron el tiro de gracia. Lo asesinaron. Lo mataron en un departamento de la colonia Narvarte junto a cuatro mujeres. Entre ellas una luchadora social, firme y contundente, una gran amiga de años, Nadia Vera.
“Ni ellas ni él merecían ser asesinados. No, cuando Rubén se fue al DF buscando salvaguardar su vida de las amenazas que había recibido en el estado de Veracruz por parte del gobierno de Javier Duarte. No, cuando dio aviso a todos los medios que estuvieron a su alcance para advertir a las autoridades federales y capitalinas acerca del riesgo en el que se encontraba. Él pensó que esos gritos de auxilio lo salvarían y sin embargo no fue cobijado por el Estado”.
Crece la sospecha sobre Javier Duarte. Su ayudantía, su policía, sus agentes vestidos de civil, sus halcones en manifestaciones, sus espías, todos fueron cercando el círculo al fotoperiodista, colaborador de Proceso y Cuartoscuro, fotógrafo de AVC, hasta hacerlo huir de Veracruz, huir del gobernador, huir de la muerte.
Habló para protegerse. Advertía así el riesgo de hacer periodismo en Veracruz. Señalaba a Javier Duarte de hostigarlo, de decidir qué podía hacer o dejar de hacer con su vida. Acudió a la organización Artículo 19. Quiso acogerse a los protocolos de protección de la Secretaría de Gobernación pero en ésta fue tratado como “caso ordinario”.
Murió el 31 de julio, golpeado, con el tiro de gracia, en la masacre de la Narvarte, junto con Nadia Vera y otras tres mujeres, en un caso que el gobierno del Distrito Federal se empeña en enlodar, atribuirlo a un robo o a un conflicto entre dos bandas de narcotraficantes.
Su voz, sin embargo, acusa a Javier Duarte.
Archivo muerto
No va Pepe Yunes a Xalapa. Va Javier Duarte a Perote. Irreconciliables, comen en la casa del senador veracruzano. Relegan el tema electoral. Hablan de finanzas, de lo que sabe el gobernador, en lo que ha fallado, de lo que le ha provocado a Veracruz. Asume Pepe Yunes Zorrilla el rol de puente, de canal de emergencia entre el gobierno duartista y el gobierno federal. Lo hace como si cuidara ya las finanzas y comenzara a reparar el deterioro del estado al que aspira a gobernar. Pepe Yunes le dice a Javier Duarte lo que ya ha expresado en público: que aplique un plan emergente, que corrija el déficit mensual de 900 millones, que pague a proveedores, que cese el derroche y la vida de oropel. Le faltó decir que deje de desviar recursos, que deje de financiar campañas priístas, que deje de hacer negocios, vía familiares, con el dinero de Veracruz. Indigno momento para el gordobés. Su principal enemigo, el senador que se niega a pactar a cambio de impunidad para la pandilla duartista, le viene a decir cómo sanear las finanzas de Veracruz, de sobra, pues, el doctorado en economía que dice Javier Duarte que cursó en la Complutense de Madrid. Atrae Pepe Yunes al gobernador y lo ridiculiza. No son 42 mil millones la deuda de Veracruz, como afirma Javier Duarte. Súmele IPE, IMSS, pasivos con constructores y proveedores, bursatilización, quizá los 80 mil millones de los que habla el diputado panista Juan Bueno Torio. O sea, Javier Duarte es un mentiroso. Y lo viene a exhibir Pepe Yunes. ¿Y Héctor Yunes? Ah, sí, en Estados Unidos increpando a Donald Trump y su racismo… Pepenador de votos, se monta Marcelo Montiel en el reparto de pantallas de televisión a beneficiarios de programas sociales para reactivar su desvencijada estructura electoral. Convoca a miles, la militancia de Sedesol, a Ciudad Olmeca, en el poniente de Coatzacoalcos. Ahí asigna la pandilla marcelista, el joaquinismo y anexas, los aparatos con que sustituirán los televisores que dejarán de servir una vez que ocurra el apagón analógico. De entrada es una aberración. Cuando el peso se devalúa dramáticamente, cuando las inversiones por la reforma energética no llegan, cuando los ingresos por exportación de petróleo se desploman, cuando se avizora una crisis económica sin precedente, el gobierno peñista destina recursos, personal, tiempo a repartir pantallas. Así de jodido está México. Y Marcelo Montiel, delegado aún de la Secretaría de Desarrollo Social federal en Veracruz, usa la repartición como gancho y trampa para rescatar a los fans perdidos… ¿Quiénes son esos dos personajes municipales que tiemblan cuando escuchan hablar de los Juegos Parapanamericanos Toronto 2015? Ambos, un regidor y un funcionario, se negaron a apoyar al joven Jesús Alí Cortés Román, competidor veracruzano. Le cerraban la puerta, lo bateaban. Le llegaron a ofrecer 600 pesos, un insulto, que no fueron aceptados por la familia del competidor. Cuando trascendió la canallada, por arte de magia aparecieron los recursos, 5 mil pesos. Jesús Alí vendió su laptop para sufragar los gastos de viaje al DF. Su mamá ha gestionado ingresar al programa Prospera, pero le han negado ese beneficio. Bastó un regaño, una vez que el caso se conoció públicamente, y el dinero llegó a las manos de Jesús Alí. Así de miserables, ambos dos, dirían en mi pueblo…
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