Fue todo en la política veracruzana, menos senador y gobernador; no lo necesitó; influía más; se le respetaba más
Una velada con Carlos Brito era, necesariamente, para aprender. Dominaba la charla, interpretaba los hechos, las reacciones políticas, las circunstancias y las consecuencias. Hablaba y dejaba hablar. Afable, cordial, solía agregarse a cualquier reunión. Hablaba en corto o subía la voz. Pero nunca pasaba desapercibido.
Murió el lunes 7, reconocido por las cúpulas y las infanterías del PRI, la vieja guardia y las generaciones que mantienen vivo al tricolor.
Oriundo de Tonalá, la última frontera de Veracruz con Tabasco, cuando lo que hoy es Agua Dulce era congregación de Coatzacoalcos, Carlos Brito Gómez fue todo en la política veracruzana, menos senador y gobernador. No lo necesitó. Influía más. Se le respetaba más.
Forjó generaciones de políticos, algunos brillantes, otros ladrones.
Lo conocí en 1982 cuando contendió y ganó la diputación federal por Coatzacoalcos. Antes había sido funcionario en la Secretaría de Trabajo y posteriormente subsecretario de Gobierno con Rafael Hernández Ochoa, y a su lado tuvo a Miguel Ángel Yunes Linares, Flavino Ríos Alvarado y Javier Egremy Gracia.
Siendo candidato a diputado federal, en el viejo edificio del PRI, mantenía a su lado a un joven político, Marcelo Montiel, sin bigote y con cabello largo. Marcelo fue su coordinador de campaña.
Aquel día entrevisté a Brito. Le pregunté si se acercaría a su amigo Manuel Bartlett —Díaz, me precisó, alargando el segundo apellido—. Bartlett era secretario general del PRI nacional y el hombre detrás del trono con Miguel de la Madrid, de quien sería secretario de Gobernación.
“Por supuesto”, expresó y dejó constancia que habitaba donde habitan los hombres con poder.
Brito ganó la diputación y ya no volvió. Se dedicó a hacer política nacional.
Regresó a Coatzacoalcos tras el suicidio de Juan Osorio López, en 1989. Y con él en la alcaldía, llegaron Edel Álvarez Peña, Marcelo Montiel, Pablo de la Cruz, Fernando Charleston Salinas, y comenzó a formar generaciones y generaciones de políticos.
Brito pasó a ser diputado local y líder de la bancada priista en el Congreso de Veracruz. Más tarde, presidente estatal del PRI.
Y se convirtió en un ícono del PRI, encomendada a él, por años, la comisión de procesos internos.
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